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DESTINO OSCURO: CAIDA DE RUNATERRA

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Synopsis
En el basto universo de Orryxis, regido por un delicado equilibrio entre siete galaxias y vigilado por un Consejo Universal, la sabia civilización de Runaterra descubre La Raíz del Eco, la fuente primordial de la energía cósmica y origen de las almas. Su investigación de esta fuerza ancestral, considerada una amenaza al orden, coincide con la aparición de Arien, un joven runaterrano elegido por la Raíz. Arien hereda la Runa de la Omnipotencia, un poder prohibido que le permite copiar habilidades, pero a un costo terrible: erosiona su mente y despierta un alter ego consciente de la propia Raíz en su interior. La creciente influencia de Runaterra y el poder incontrolable de Arien llevan al militarista Draxion a denunciarlos ante el Consejo. Temiendo un desequilibrio cósmico, el Consejo ordena la aniquilación total de Runaterra. Arien es el único superviviente, salvado y exiliado por un artefacto de la Raíz. Solo y al borde de la locura, impulsado por el dolor de la pérdida y la influencia del alter ego, Arien emprende un viaje a través de las galaxias en busca de la verdad y la venganza. Utiliza su Runa para absorber poder, enfrentándose a enemigos y aliados, mientras lucha por mantener el control de su conciencia frente a la entidad cósmica que reside en él.
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Chapter 1 - ACTO I - CAPÍTULO 1: … ¿QUE QUEDARA DE MÍ?

Ubicación: Velirium – Planeta Zaleon

Fecha: 12 de abril, Año 839 D.R.

Hora: 8:45 PM

Hace más de cien años, la esclavitud encontró su lugar en este universo, al punto de ser promovida como una profesión respetable.

Los Pseudo-humanos, Demi-humanos, Elfos, Hadas y Humanos figuran entre los más apreciados de una extensa lista de razas comerciables. Y aunque esto pueda parecer un empleo formal, los vacíos legales y expedientes manipulados son solo algunas de las razones por las que voy a intervenir justo ahora.

Mi nombre es Airen Varynth, soy un runaterrano de sangre pura y llegué a este planeta hace diez años con un único propósito: sobrevivir.

Es complicado explicar todo, pero en resumen: mi planeta... mi galaxia fue aniquilada por la fuerza universal Draxion.

Tuve suerte. Mi padre logró introducirme en una cápsula espacial y me envió lejos antes de que todo se convirtiera en cenizas. Aunque mi memoria de ese día es borrosa, una cosa es clara: debo vengar a los míos.

Los runaterranos fuimos seres de poder, pero con el tiempo... perdimos el sentido de luchar. Aun así, jamás perdimos el orgullo.

Llámalo castigo, o bendición, pero como el último de mi estirpe, tengo un deber que cumplir.

—¡Señoras y señores! Comenzamos ahora con la subasta de individuos que han sido despojados de su derecho a vivir como gente civilizada. Hoy están aquí para servir a nobles de verdadera distinción... y, por supuesto, de buen bolsillo.

Los murmullos y risas elegantes se extienden entre el público. Permanezco de pie, semidesnudo y encadenado. Las luces iluminaban fuerte, haciendo poco visible para nosotros mirar hacia los nobles.

Cuánta hipocresía... nobles riéndose de la debilidad ajena, sin saber que están alimentando su propia condena. Son buitres decorados, esperando la carne que ellos mismos corrompieron.

—Y como bien saben, traemos siempre carne fresca para los más exigentes. Hoy tenemos una joya especial... una verdadera sorpresa.

Se voltea lentamente hacia mí, mostrando una sonrisa entre dientes.

—Ese joven rubio del fondo... obsérvenlo bien. Sus ojos y cabello dorado podrían hacerles pensar en la extinta civilización de Runaterra. Y no están muy lejos... Hemos hecho una prueba de sangre y los resultados son claros: ¡mitad Runaterrano y mitad Aetheriano!

La sala estalla en susurros, aplausos y algunos abucheos. Algunos nobles se levantan de sus asientos sorprendidos con tal declaración.

Mitad Aetheriano... qué insulto. No sabe nada. No tiene idea de lo que soy. Decir que soy mestizo es su forma de proteger el negocio, porque si el público cree que hay un runaterrano puro en subasta... podrían entrar en pánico. O peor: codiciarme como arma.

Un silencio se instala por un momento. El presentador se dirige a los compradores.

—¡Comenzamos la puja inicial en diez mil soles!

Manos levantadas. Voces alzadas. El precio sube con cada segundo.

Observo... espero... mis cadenas empiezan a emitir un leve brillo intentando producir algo de magia. Aunque la verdad, no hago mucho con eso, solo es una señal a ciertos compañeros que están presentes en el público para que se retiren.

—¡Cuarenta mil! ¡Y lo quiero marcado con mi sello!

—¡Vendido al noble Zaire de Ethara! ¡Felicitaciones!

En ese instante, el brillo de mis cadenas se transforma en fuego azul. El metal se funde como mantequilla. El público se levanta sintiéndose intimidado.

—Es hora.

El silencio se rompe con un crujido seco. Las cadenas caen al suelo, humeando como si acabaran de salir del núcleo de una estrella.

—¿Q-qué demonios...? ¡Guardias! ¡Conténganlo ahora mismo!

Cuatro soldados armados con rifles de pulsos corren hacia mí con intento de retenerme. Levanto la vista y extiendo mi brazo produciendo una carga de electrochoque para desplazarlos en toda la zona. Aumento la densidad y causo una gran explosión haciendo que toda la sala se quede a oscuras.

Todo está oscuro. El eco de la explosión aún vibra en mis oídos. El olor a ozono y metal fundido impregna el aire, mezclado con el sudor del miedo ajeno.

La luz de emergencia parpadea débilmente. No necesito verla para saber que hay cuerpos en el suelo. Algunos inconscientes... otros aún luchando por respirar. Los nobles ya no se ríen. Ya no hablan. Solo tiemblan.

Doy un paso adelante. Mis pies descalzos crujen sobre vidrios rotos y restos de las cadenas que me aprisionaban hace segundos. Siento la energía fluyendo por mi columna como un río de lava líquida. El despertar siempre deja una marca.

Un guardia intenta moverse. Lo escucho jadear. Levanta su arma como un niño que no entiende lo que enfrenta. Extiendo mi mano sin pensarlo. No lanzo fuego, ni viento, ni electricidad. Lo que lo golpea es la presión misma del espacio distorsionado a mi alrededor. Como una ola invisible, lo aplasta contra el suelo. No muere... pero ya no volverá a levantarse igual.

No los estoy matando... por ahora.

Camino lento. No por dramatismo, sino porque estoy midiendo todo. Cada paso. Cada reacción. Quiero que lo recuerden. Que entiendan que esto no fue un accidente.

Desde mi espalda, algo se forma. Lo siento brotar como una extensión de mi propia alma. Un círculo de Runas de color dorado sale de mi espalda, creadas con energía en estado sólido.

Arriba, los nobles intentan huir. Corren hacia la plataforma superior. Idiotas. El techo ya se está resquebrajando. Con un suspiro, proyecto raíces oscuras que emergen del suelo. No son reales. Son ecoenergía. Fragmentos de mi voluntad condensada. Los atrapan. Los obligan a quedarse.

Levanto la voz. No grito. Solo dejo que mis palabras atraviesen el silencio como un cuchillo.

—Esta noche, ningún nombre noble pasará a la historia.

Mi voz retumba, amplificada por el eco de mi propio núcleo.

—Esta noche... solo se recordará el inicio de la caída.

Mis manos arden con energía. Invoco mi lanza.

No es una lanza común. Es una manifestación de memoria viva. Fragmentos de mi linaje, de lo que Runaterra fue, girando en planos que los mortales no comprenden. Vibra en todos los ejes. Tiene hambre.

La lanzo al techo. El impacto rasga la materia y abre un agujero en la cúpula. El cielo nocturno se cuela con violencia, como si el universo quisiera ver lo que estoy haciendo. Como si me diera permiso.

El viento entra, frío, como el juicio que merecen.

Los esclavos liberados me miran. No sé si están asustados o impresionados. Tal vez ambas. Uno de ellos, un anciano de orejas largas y mirada rota, se arrodilla. Los demás lo siguen.

No lo entiendo. ¿Qué esperan de mí? ¿Un héroe? ¿Un dios?

No lo soy.

—No me sigan —digo sin volver la vista—. No soy un salvador. Solo... simplemente cumplo mi trabajo, pronto personas vendrán a rescatarlos.

Mis pies se impulsan con una explosión de energía. Salto por el agujero del techo, el viento me corta la cara, pero no me importa. Caigo varios metros, directo sobre la torre sur. La piedra tiembla bajo mi aterrizaje.

Desde aquí, veo todo Yolth. Una ciudad rica. Iluminada. Perfecta por fuera. Podrida hasta los cimientos.

Y justo ahora... saben que algo ha cambiado.

...

Ubicación: Refugio del Gremio "Cazadores de la Fractura" – Zona Neutral de Zaleon

Fecha: 13 de abril, Año 839 D.R.

Hora: 4:17 AM

Volver al gremio debería ser como respirar tras un incendio, pero no... ni siquiera aquí siento descanso. No es mío este lugar. Nunca lo fue. Solo es un escondite más en una lista de lugares temporales donde aparento encajar.

Las miradas siempre están. No de todos, pero las suficientes como para mantenerme alerta. Algunos me admiran, otros me temen. Pero yo sé lo que soy: una amenaza inestable que camina por la cuerda floja de una memoria que duele y un poder que no entiendo del todo.

Subo las escaleras y justo cuando estoy por cerrar la puerta de mi habitación, la alerta del sistema suena.

Acceso autorizado. Se detecto un intendo de intrusión.

Dos figuras femeninas caminan hacia mí. No siento intención hostil... pero tampoco confío en lo que percibo.

La mujer más alta levanta su mano derecha en señal de saludo y me habla.

—Airen Varynth, ¿verdad? —dice una voz femenina, suave pero firme, desde el pasillo—. Sabemos quién eres. Sabemos todo lo que te sucede y la cosa que está dentro de ti, queremos hablar contigo.

Me congelo. No porque supieran de mí, sino porque esa frase suena demasiado específica.

"Sabemos todo lo que te sucede y la cosa que está dentro de ti".

Abro la puerta y la dejo abierta sin demasiada ceremonia. Las dos mujeres entran. La primera en pasar era una joven de cabellos plateados, mirada determinada... y un aura... presencia familiar. Junto a ella, una chica de mi edad, de expresión más cauta. Cabello y ojos de color azul, pero esos ojos que... no sé cómo describirlos. Me da una sensación asqueada.

Saco dos sillas de un lado de mi cuarto y las paso hacia adelante de la mesa para que puedan sentarse, manteniendo la distancia. Con una señal con mi mano les indico que se sienten para poder conversar.

—¿Y ustedes son? —pregunto sin fingir amabilidad.

—Mi nombre es Kaeli. Soy 30% runaterrana —dice con naturalidad, como si eso justificara su intromisión—. Y ella es Emilia.

—¿Treinta por ciento, eh? —repito, cruzando los brazos—. Qué específico.

Kaeli no se inmuta. Emilia me observa en silencio, analizando. Y eso... eso me incomoda.

—No venimos a dañarte —continúa Kaeli—. Para no hacerla larga, venimos a reclutarte para nuestro grupo anarquista. El objetivo puedes suponerlo, ¿verdad?

La caída de la fuerza militar Draxion... Draxion. Solo oír ese nombre hace que algo en mi pecho se tense. ¿Qué tanto saben?

—¿Qué quieren de mí específicamente?

—Sabemos que eres un runaterrano de sangre pura —dice Emilia esta vez. Su tono es calmo, pero afilado—. Y sabemos que estás conectado con eso.

Una punzada en la nuca. ¿Cómo lo saben? ¿Cómo saben del vínculo? ¿Qué más saben?

No... no puedo confiar. No tan fácil.

—¿Quién las envió? ¿Cómo saben sobre eso?

No responden.

—¡Respondan! —mi voz se quiebra apenas, pero en mi interior grita una alarma.

Actúo antes de pensarlo. Mi mano se alza y una Esfera de Realidad se despliega a nuestro alrededor. Todo a su alrededor se detiene. El sonido se apaga. El espacio se curva. Dentro de la esfera, yo tengo el control.

—Esta es la última vez que lo digo —mi voz ya no tiembla, pero mi mente sí—. Si no me dicen todo lo que saben... las desintegro a ambas. No importa si son hijas de un noble, o están directamente ligadas con la familia de este reino, solo quiero que hablen todo lo que saben.

Kaeli frunce el ceño. Emilia entrecierra los ojos, como si estuviera midiendo algo invisible.

No quiero hacer esto. No quiero parecer un monstruo. Pero... si no controlo lo que me rodea, me hundo. Me pierdo.

Y ya perdí demasiadas veces.

Empujo con el pie la puerta tras las sillas, marcando mi territorio. La Esfera de Realidad chisporrotea a mi alrededor; sé que ellas la sienten. Es mi barrera y mi prueba.

Kaeli respira hondo, ladea la cabeza y alza las manos, sin miedo. Emilia cruza los brazos y me mira directamente.

—No venimos de parte de nadie —dice Kaeli, con voz firme—. Somos nosotras dos. Emilia y yo fundamos "La Sombra Prístina". Un pequeño grupo anarquista que busca desmantelar la maquinaria de Draxion.

Mi mente se revuelve. "La Sombra Prístina"... Un nombre pretencioso para dos chicas.

—¿Y cuál es mi papel en esto? —suelto, midiendo cada palabra.

Emilia da un paso adelante, sin titubear:

—Eres el último runaterrano de sangre pura. Tu poder... tu conexión con la Raíz... podrían equilibrar la balanza. Si te unes a nosotras, podremos atacar desde dentro.

Veo a Kaeli asentir. Ambas me revelan su plan: sabotajes a bases de Draxion, liberar prisioneros, romper suministros... acciones pequeñas al principio, hasta que el imperio tiemble.

—¿Por qué confiarían dos desconocidas en mí? —pregunto, la defensiva gruñendo bajo mi voz.

Kaeli dobla su mano en gesto de sinceridad.

—Porque tú eres igual de inseguro que nosotros. Nadie más controlaría sus poderes, ni comprendería el costo de alzarse solo. Te necesitamos... y tú necesitas algo por lo que luchar, Airen.

Un silencio me golpea. Nunca he tenido un propósito más allá de mi venganza ciega. ¿Y si esto... esto tiene sentido?

La Esfera de Realidad titila. Su poder me insta a decidir.

—Si demuestran que hablan con la verdad —digo al fin—, dejaré caer esta barrera. Pero si engañan, ni la Raíz podrá salvarlas.

Emilia asiente, confiada. Kaeli esboza una leve sonrisa.

Quito la barrera y Kaeli se levanta de su asiento para poder hablar de nuestra primera misión.

—Empezaremos con lo más urgente. No somos un grupo pequeño, tenemos a 300 soldados con nuestra misma ideología y capaces de actuar sin ningún titubeo. —Kaeli suspira fuertemente y continúa con sus palabras—. Como sabrás, para mantener un grupo así necesitamos lo que se llama ingresos y para eso necesitamos generar dinero suficiente para no ser más que unos anarquistas débiles.

La Esfera se disipa. El mundo regresa: el frío del refugio, el aura tensa, mis sábanas sin tender.

—Bien. ¿Tienen alguna idea para poder generar un buen ingreso económico?

—Emilia, creo que podrías explicarles mejor las cosas ya que tienen la misma edad. —Emilia asiente con la cabeza y da un paso al frente—. ¿Debes conocer el mundo de las redes sociales, verdad?

Aunque tenga su edad, no sé nada sobre el tema de las redes sociales, así que no estaba tan seguro si debía preguntarle sobre el tema. Sin pensarlo más tiempo, hablo.

—... Sé algo, más o menos —Aunque mis palabras no eran confiables, Emilia no sospechó nada y siguió hablando—. Entiendo, para generar dinero necesitamos que exista gente que nos quiera ver. Obviamente no les revelaremos que somos un grupo anarquista, ya que nuestro contenido no se basa en eso.

Cada vez estoy más confundido.

—Así que la única forma de poder generar fondos debemos hacer un contenido atractivo para que la gente pueda "pagarnos" con vernos, aunque también existen donaciones y ese tipo de cosas, hay mucha gente que se interesa por contenido que a ellos les gusta.

Hago un gesto con la cabeza para decirle que entiendo. —¿Qué tipo de contenido estás pensando hacer?

Kaeli mira fijamente a Emilia antes de que hable. —Nuestro contenido será: exploración de zonas recónditas y mitigación de mazmorras.