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Chapter 204 - Capítulo 48: El Eco de la Esperanza

Las voces de los jóvenes se apagaron a lo lejos, llevándose consigo el eco sorprendente de un mundo exterior que seguía girando, ajeno a su abismo. Hitomi permaneció quieta por un largo instante, el cuerpo aún resentido por el alarido, la garganta seca, pero la mente, que minutos antes era un páramo yermo, ahora se aferraba a fragmentos de información: Kisaragi Ryuusei… diecisiete años… héroe en Rusia… popular… gente con poderes quiere unirse a él… visto por última vez en Canadá…

La niebla densa de la depresión no se disipó por completo, pero una pequeña grieta se había abierto en ella. A través de esa fisura, se filtraba una luz tenue, inusual. Un chico de su edad. Un enmascarado que desafiaba a Aurion, que humillaba a John, que preocupaba a la Madre. Y que, a pesar de ser el objetivo de su familia, se estaba convirtiendo en un símbolo de esperanza para otros jóvenes con poderes.

Mientras las sirvientas la ayudaban con la paciencia habitual, Hitomi empezó a respirar de otra manera. Ya no era solo el jadeo doloroso. Era una inhalación más consciente, como si el aire del mundo exterior que esas voces habían traído consigo le supiera diferente. La humillación, el dolor, el miedo… todo seguía allí, una carga pesada sobre su pecho. Pero ahora, se mezclaba con una punzada de curiosidad. ¿Quién era realmente Kisaragi Ryuusei? Más allá de ser 'el problema' del Linaje, más allá de la arrogancia de John al hablar de él. ¿Era posible que un 'idiota con potencial', un 'esperpento', pudiera ser también un héroe para otros?

Los días siguientes no fueron una cura milagrosa para su depresión. El abismo aún acechaba, y había momentos en que el peso de su destino casi la volvía a paralizar. Las imágenes de su madre, la sensación de los golpes, el horror del futuro planeado… volvían en oleadas frías. Pero ahora, tenía un punto al que aferrarse. Un nombre.

Retomó sus rutinas, el estudio, el entrenamiento, pero con una diferencia sutil. Sus ojos carmesí, que antes observaban con una quietud que podía confundirse con apatía, ahora tenían un brillo más afilado, más enfocado. En la biblioteca, entre los tomos antiguos y los diagramas complejos, sus búsquedas adquirieron un nuevo objetivo. No podía preguntar directamente por él; eso levantaría demasiadas sospechas. Pero podía buscar de otras formas. Noticias globales filtradas de fuentes no convencionales, análisis de movimientos de poderes a gran escala, reportes clasificados que su acceso Valmorth le permitía encontrar bajo la excusa de investigar "anomalías".

Cualquier mención, por pequeña que fuera, de "Canadá", "Rusia", "héroe enmascarado", "Operación Kisaragi", "potencial desatado"... era analizada con meticulosa atención. Lentamente, pieza a pieza, comenzó a formarse una imagen más completa del chico de diecisiete años que había osado desafiar a su familia. Era escurridizo. Aparecía, causaba un caos estratégico, y desaparecía. Tenía una lealtad feroz de su pequeño equipo. Y sí, la narrativa popular fuera de los muros Valmorth lo presentaba como un símbolo, un contrapunto a las viejas guardias heroicas y, quizás, a linajes como el suyo propio.

Su entrenamiento también cambió. No solo seguía las instrucciones, sino que experimentaba, empujaba los límites de sus propios poderes sutiles de formas nuevas, casi desesperadas. Sentía el dolor residual de los golpes de su madre cuando se esforzaba demasiado, un recordatorio constante de por qué estaba haciendo esto. No solo por el linaje, no solo por el entrenamiento. Sino por la necesidad visceral de tener control. Control sobre sí misma, sobre su poder, sobre su futuro. Una fuerza que pudiera igualar, o al menos eludir, el poder de su madre, de sus hermanos, del destino que le habían trazado.

A veces, en medio de la noche silenciosa de su suite dorada, se permitía una pizca de pensamiento peligroso. Si este chico, Kisaragi, era capaz de desafiar a Aurion y humillar a John... ¿qué tan fuerte podría llegar a ser? ¿Podría convertirse en una fuerza lo suficientemente grande como para desestabilizar el tablero de poder de forma permanente? ¿Lo suficiente como para... crear una distracción? ¿Una oportunidad?

La idea era peligrosa, rayaba en la traición a su propia sangre. Pero la promesa de un futuro encerrada en una jaula, forzada a reproducirse para mantener una pureza que le resultaba odiosa después de saber su coste en vidas inocentes... ese horror pesaba más que cualquier lealtad forzada.

No tenía un plan concreto todavía. Era solo un nombre. Una posibilidad lejana. Un chico de diecisiete años que se había convertido en un héroe popular fuera de su prisión. Pero era algo. Era una dirección. Y por primera vez desde el golpe de su madre, Hitomi Valmorth no solo sentía el peso de su sufrimiento, sino también el sutil, peligroso latido de una determinación naciente. El abismo no desapareció, pero ahora, desde el fondo, sus ojos carmesí miraban hacia el mundo exterior, enfocados en una figura enmascarada.

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