Yuuki acababa de aceptar aprender a usar aura, pero la conversación estaba lejos de terminar. Katashi trató de obtener mayor información del experimento mientras que Kaguya estaba interesadas en las personas detrás de el, pero para ambos casos, Hiroshi se negó rotundamente a responder a sus preguntas. Les tomó un buen tiempo antes de darse por vencido.
—Con el tema del experimento zanjado, aún queda un asunto por tratar. Yuuki, ¿te parece bien quedarte a vivir aquí? —dijo Hiroshi.
En ese momento el chico se hizo consciente de su situación. Las ropas que llevaba puestas eran todas sus pertenencias.
—Lo siento, no tendría como pagarle.
—No tienes de que preocuparte.
Mientras dudaba, un rápido vistazo al rostro de Kaguya le hizo darse cuenta de que intentar negarse sería inútil.
—Ahora debo ir a mi entrenamiento o mi hermana no va a dejarme descansar hasta desmayarme —dijo Kaguya con un tono animado y se marchó.
Yuuki tragó saliva. No sé veía capaz de decir si aquello había sido una simple broma o algo real, pero se inclinaba por lo segundo. «Cuando me enseñen a usar aura, ¿serán así conmigo?», pensó.
—Por cierto, mientras estés aquí es mejor que te cambies esas ropas para no llamar la atención —dijo Hiroshi.
—Es cierto, el diseño de la polera es… extravagante —dijo Katashi.
«Es bastante sencilla… aunque todos ellos llevan ropas sin ningún tipo de diseño», pensó Yuuki.
—Katashi, ¿podrías traerle algo más adecuado?
El joven aprendiz se tardó tan solo unos diez minutos, sin embargo, cada segundo fue un duro golpe para Yuuki que no sabía como interactuar con Hiroshi.
En cuanto Katashi volvió hizo entrega de unas zapatillas blancas, un pantalón negro y una polera roja. La ropa de aquel mundo solía fabricarse a base de una fibra textil hecha a partir de una planta bastante común. Destacaba por lo fácil que resultaba lavar con tan solo usar un poco de agua, por lo que la gente no solía tener mucha. La primera impresión de Yuuki fue que era suave, ligera y resistente.
—¿Por qué me ayudan tanto?
—Es normal ayudar a quien lo necesite, como el doctor me ayudó cuando tuve problemas —dijo Katashi—. Además, Kaguya mencionó que hoy es tu cumpleaños, así que piensa en ello como tu regalo.
—Gracias —dijo Yuuki desviando la mirada al suelo.
El chico se fue a su habitación a cambiarse. «Una vez que me las ponga ya no hay vuelta atrás. Aún no entiendo bien lo que pasa, pero parecen ser buenas personas».
Las zapatillas y el pantalón le quedaron a la perfección, pero la polera era un poco grande para él, aun así, le gustaba su nuevo look.
—Si quieres puedo traerte otra polera —dijo Katashi cuando Yuuki volvió a la oficina.
—No te preocupes, me gusta esta —dijo Yuuki, esbozando una ligera sonrisa.
—Está bien —Katashi colocó su mano sobre el hombre de Yuuki—. Intenta mantener esa expresión para cuando llegue Kaguya, se que le encantará.
—Lo intentaré —dijo Yuuki con el rostro colorado.
—Y ahora a almorzar—dijo Hiroshi.
Los tres se dirigieron al comedor, la comida ya estaba lista. Hiroshi le pidió a Yuuki que se sentara, este quería ayudar a servir, mas las palabras no le salían, por lo que terminó viendo como los demás hacían todo el trabajo. Cuando le entregaron su plato se lo quedó mirando por unos instantes, a diferencia de todo lo que había visto hasta ese momento parecía ser sumamente normal, consistía en pequeños trozos de carne bañados en una salsa junto a una porción de arroz. Y para culminar el sentimiento de familiaridad, allí utilizaban palillos. Sin ninguna necesidad de acercarse al plato, el olor le llegó de lleno y su estómago rugió, dejando en evidencia todas las horas que llevaba sin comer. Para su suerte, los demás no se dieron cuenta. Cuando todos se sentaron, su timidez desapareció y se lanzó a comer. Primero probó un trozo de carne, la salsa era espesa, agridulce y sabrosa, lo que auguraba una buena comida, pero al momento de morder la carne se dio cuenta que era sumamente dura y un poco picante. Luego, vino el turno del arroz, el cual era un poco amargo, aunque completamente comestible.
—Como se nota que es temporada de leogartos —dijo Hiroshi.
—Agradezco a la familia de Kaguya por encargarse de ellos, pero… —dijo Katashi.
—Esta carne es horrible —dijeron el doctor y su discípulo a la vez.
La comida que se consumía en Toyama consistía principalmente en cultivos propios y carne que cazaban, los productos que intercambian con otros pueblos eran escasos.
—Si tienes alguna duda con algo, pregúntale a Katashi, su habitación queda junto a la tuya.
—¿También vives aquí? —preguntó Yuuki tímidamente mientras daba un rápido vistazo a ambos—. Ustedes… —negó con la cabeza—, lo siento, no es nada.
Una vez que terminaron de comer, Katashi volvió a su entrenamiento formal mientras que Yuuki se dirigió a su nueva habitación. Una vez dentro, se acostó, cerró los ojos y apareció el recuerdo de una mujer que miraba a través de una ventana, dándole la espalda. Inmediatamente dio un pequeño salto y miró en todas las direcciones. «La comida no es muy buena, pero dijeron algo de temporada de… no recuerdo cómo era… y está el aura, eso suena mejor», pensó intentando alejar la memoria de aquella mujer.
Kaguya volvió a la noche. A pesar de que estaba utilizando la misma ropa que en la tarde, salvo por las vendas, esta vez no llevaba ni una sola mancha, y su pelo húmedo delataba que se había bañado recién. «Parece ser que esta ropa realmente se limpia rápidamente», pensó Yuuki al verla entrar.
—¡Yuuki! ¿Y esa ropa? Te queda genial —dijo Kaguya nada más verlo.
—Gracias, me la dio Katashi —dijo Yuuki tocándose detrás de la cabeza con su mano.
—Me alegra ver que estas más animado —dijo la chica para luego sonreír—. Bueno, ahora a lo importante, tenemos que planificar el entrenamiento de Yuuki.
—Tú te harás cargo de él en las mañanas y yo en la tarde —dijo Katashi—, después de todo, es la única manera que nuestros horarios coincidan.
—Mañana te daré la mañana libre —dijo Hiroshi—. Aprovechen de mostrarle el pueblo.
Horas más tarde, cuando todos parecían estar durmiendo, Yuuki se daba vueltas en la cama. Una vez más el recuerdo de la mujer junto a la ventana apareció en su mente, intentó pensar en otras cosas, pero la mujer volvía sin cesar.
A la mañana siguiente, en cuanto abrió los ojos se levantó de golpe y miró a su alrededor, sintiendo un gran alivio al por fin poder despertar en el lugar en el que se había quedado dormido. Se mantuvo acostado mirando al techo. No estaba acostumbrado a sociabilizar tanto, así que quería aprovechar el tiempo a solas para relajarse, sin embargo, aquello no sucedió. «Quedamos de visitar el pueblo, ¿debería levantarme ya?¿a que hora se suelen levantar? De hecho, ¿qué hora es?», entonces alguien tocó la puerta.
—¿Yuuki?¿Estas despierto? —preguntó Katashi al otro lado.
—¡Sí! Voy de inmediato.
Se levantó y vistió lo más rápido que pudo, temiendo que lo hubieran estado esperando demasiado tiempo.
—Disculpa la demora —dijo Yuuki al salir.
Katashi nada más verlo soltó una carcajada, Yuuki se miró a sí mismo y notó que llevaba la polera al revés, además Katashi le indicó que tenía el pelo hecho un lío.
—Perdona que me ría, pero fue inevitable.
A pesar de la vergüenza, estaba feliz de ver reír Katashi, quien le parecía demasiado serio.
Durante el desayuno, aprovechó de preguntar sobre el mundo, descubriendo que compartían varias costumbres, lo que los tomó a ambos por sorpresa. La conversación fue interrumpida cuando escucharon a alguien tocar la puerta.
—¡Vamos!¡Toyama nos espera! —exclamó Kaguya en cuanto le abrieron.
—Tranquila, que tampoco se va a ningún lado.
—Katashi, ya te lo he dicho varias veces, no tienes porque ser tan aguafiestas.
—Lo siento, no todos tenemos una reserva infinita de energía.
—Las cazadoras debemos ser así o nos volveríamos la presa.
Yuuki rio tímidamente, dejando en silencio a los otros dos que dirigieron su mirada hacia él, entonces su rostro se tornó rojo y desvió la mirada, provocando una sonrisa en ellos.
A pesar de que ya conocía el tamaño del pueblo, esto no mermaba sus ansias de conocer. El pequeño pueblo no tenía mucho que ofrecer, tan solo estaban las casas de los lugareños que a veces también servían para que ofrecieran sus servicios, tal como lo hacía Hiroshi, esto debido a que cada familia solía dedicarse a un oficio. Además, había una pequeña plaza en el centro junto a la cual estaba la casa del jefe.
—¡Kaguya!¡Katashi! —exclamó uno de los lugareños al encontrarlos—. Veo que van acompañados, ¿quién es él?
—Se llama Yuuki, es un sobrino del doctor Hiroshi que vino a visitarlo. Esta teniendo problemas con el aura y pronto iniciará su entrenamiento formal —dijo Kaguya, siguiendo las instrucciones del doctor.
—¡Mucho gusto! —dijo Yuuki con una pequeña reverencia.
Aquella escena se repitió con cada uno de los pueblerinos. Yuuki no le dio mayor importancia, se imaginaba que no habría muchas caras nuevas en un pueblo tan pequeño y estaba acostumbrado a tener que presentarse.
—He querido decirlo por un tiempo. Creo que tu actuación es muy mala —dijo Katashi.
—Yuuki no opina lo mismo.
—¿Yo? Bueno… creo que…
—No saben apreciar mis habilidades.
Rápidamente terminaron de recorrer el pueblo, mas el tour aún se hallaba lejos de terminar. Kaguya los guio, sin dar ni una pista hacia donde iban, por una media hora hacia el este hasta que llegaron a la base de una cascada que conectaba con un río subterráneo que desembocaba en el lago en el cual despertó Yuuki. En la parte superior de la cascada se lograba divisar un bosque.
—Admito que el pueblo no es muy llamativo, pero hay lugares cercanos como este que realmente me encantan. Cuando necesito estar sola vengo aquí.
La chica se sentó bajo la sombra de uno de los pocos árboles que allí había y le pidió a los chicos que hicieran lo mismo. Se mantuvieron en silencio, tan solo se oía la cascada. El fresco viento que corría apaciguaba el caluroso día.
—Tienes razón, aquí es sumamente relajante —dijo Yuuki.
—Me alegra que te guste —dijo Kaguya—, pero no vinimos solo para disfrutar de la naturaleza.
—¿Qué quieres decir?
—Vamos a empezar con las clases de aura.
—¡Espera! —dijo Katashi—. Entiendo que quisieras sorprender a Yuuki, pero ¿no pudiste comentármelo antes? Se suponía que esperaríamos unos días.
—¿Qué fue lo que dije sobre ser aguafiestas? Además, ¿para qué vamos a esperar?... O acaso, ¿no quieres ayudarlo a que vuelva a su hogar?
—Está bien, tu ganas —dijo Katashi acompañado de un suspiro.
Kaguya se quedó en completo silencio, cerró los ojos y se llevó una mano al mentón. Los chicos se limitaron a mirarla, esperando por ver con que idea salía. Pasaron varios minutos, estaban comenzando a preocuparse cuando ella se levantó. Se alejó y le pidió a Katashi que se acercara, le susurró en el oído, asegurándose de que Yuuki no pudiese escucharla.
—¡¿Qué dices?!¿Nunca piensas antes de hablar? —dijo Katashi y se llevó una mano a su frente.
Kaguya le susurró algo más a Katashi y luego se situaron frente a Yuuki.
—Lo siento —dijo Kaguya juntando sus manos en señal de disculpa y agachando ligeramente la cabeza—. Anoche se me ocurrió que podríamos iniciar de inmediato con tu entrenamiento, pero no tengo idea de como hacerlo. Pensé que a Katashi se le ocurriría algo.
—Nunca cambias —dijo Katashi mientras se acomodaba los lentes—. Por ahora comencemos por lo básico.
—¡Muy bien! Sabía que podía contar contigo.
—Y tú, aunque no creo que pueda contar contigo, espero que guardes silencio.
—¡Sí, profesor Katashi!
—El aura es la energía interna que habita en cada ser vivo, ya sea una persona, un animal, una bestia o en las plantas. Pese a que desde que nacemos tenemos aura, no somos capaces de sentirlo hasta los once, en ese momento también nos volvemos capaces se manifestarlo, pero en pequeñas cantidades. A los catorce empezamos nuestro entrenamiento formal.
—¿Tienes alguna pregunta? —dijo Kaguya que vio que Yuuki tenía el ceño fruncido y movía ligeramente el brazo.
—Es que… desde ayer que mencionan eso del entrenamiento formal y aún no sé que es.
—Cuando uno cumple catorce comienza a estudiar bajo las órdenes de un maestro que le instruye tanto en el uso del aura como de un oficio. Aquello dura tres años —dijo Katashi.
—Por ejemplo, yo soy aprendiz de cazadora y mi hermana es mi maestra —interrumpió Kaguya—, y Katashi es aprendiz del doctor.
—¿Ustedes también pueden crear esferas de agua como el doctor?¿y el puede hacer una estalagmita como Kaguya?
—¡Ese es mi movimiento estrella! Me toma mucho tiempo y concentración, pero soy capaz de derrotar a cualquier bestia con el.
—Por favor, abstente de los comentarios innecesarios —dijo Katashi.
—Perdón, no me aguanté.
—Existen cinco elementos, fuego, agua, rayo, tierra y viento. En general, cada persona es afín a un elemento principal y uno secundario, aunque existen ciertas excepciones.
—¿Qué elementos usan ustedes? —preguntó Yuuki.
—Yo uso tierra y rayo, mientras que Katashi viento y fuego —dijo Kaguya.
—La verdad es que al principio no estaba muy seguro de esto de aprender a usar aura, pero cada vez suena más interesante.
—¿Cierto? Es realmente divertido. Ahora vamos a pasar a la parte práctica, te enseñaremos a sentir el aura.
Nuevamente Kaguya cerró los ojos, se llevó una mano al mentón y se mantuvo en silencio, provocando que Katashi comenzara desde ya a pensar en cómo continuar la lección. Pasaron varios minutos, Yuuki se mantenía mirando el paisaje, esperando que uno de sus amigos rompiera el silencio, sin embargo, tan solo consiguió un suspiro por parte de ambos.
—Katashi, creo que te dejo esta parte a ti —dijo Kaguya resignada—. Lo siento, Yuuki.
—Es difícil de explicar, en nuestro caso se dio de manera natural —dijo Katashi—. No sé si funcionará, pero supongo que no perdemos nada con enseñarte a meditar.
—¡Gran idea! Cuando comencé mi entrenamiento formal, mi hermana me hacía meditar todos los días —dijo Kaguya y se levantó de un salto—. Hablando de ella, ya es hora de que vaya a entrenar, lo siento Yuuki, pero Katashi es mejor que yo para esto, los veo luego.
Se fue corriendo a gran velocidad, dejando sin ninguna opción a los chicos de poder despedirse.
—Su hermana es bastante estricta con ella, aunque fue su propia idea, decía que necesitaba un entrenamiento duro —explicó Katashi al ver que Yuuki seguía atónito—. De vuelta a lo nuestro, copia la posición que te voy a mostrar.
Katashi se sentó con las piernas cruzadas, apoyó sus brazos en sus piernas y junto las yemas de sus dedos, formando un círculo. Una vez que Yuuki imitó su postura, le pidió que cerrara sus ojos y que se concentrara en nada más que su respiración. Inseguro de como proceder exactamente, comenzó a respirar profundamente, tomándose su tiempo cada vez que inhalaba y exhalaba, parecía una respiración demasiado forzada. Poco a poco el sonido de la cascada fue disminuyendo, la brisa parecía haberse detenido y su respiración se tornó más natural, ya no solo le daba importancia a la inhalación y exhalación, podía sentir como el aire llenaba sus pulmones, lo mantenía por unos instantes y lo dejaba escapar suavemente, con mucho cuidado. La cascada había desaparecido, e incluso su respiración ya era casi imperceptible, su mente estaba en completa paz. Todo parecía ir a la perfección cuando de repente, la imagen de una mujer mirando por una ventana apareció en su mente, fue un breve instante, pero suficiente para hacer saltar al chico, devolviéndolo a la realidad. Su respiración tranquila se había vuelto irregular y sus ojos se hallaban llorosos.
—¿Estas bien? —preguntó Katashi—. ¿Qué fue lo que sucedió?
—Lo siento, estoy bien. Creo que es suficiente por hoy —Katashi notó cierta irritación en sus palabras.
—Entiendo, es mejor no forzar las cosas.
Los chicos pusieron rumbo al pueblo. Los ánimos de ambos eran bajos y los pocos intentos de conversación murieron rápidamente. Era en momentos así que Katashi envidiaba a Kaguya.
Nada más entrar en la casa, el olor de la comida les llegó en toda la cara. Se dirigieron rápidamente al comedor. En cuanto entraron sus miradas se dirigieron a la mesa, frente al doctor se hallaba sentado un hombre, dándoles la espalda. Desde allí no podían ver nada más que la gabardina gris que cubría casi todo su cuerpo, pero aquello les bastó para darse cuenta de lo ancho y musculoso que era. Se levantó, tomó su amigasa que se hallaba sobre la mesa y dio media vuelta, quedando de frente a los chicos. Bajo la gabardina llevaba un pantalón negro y una polera blanca, pero eso poco le importó a los chicos que no podían dejar de temblar ante la intimidante mirada del hombre, y no era para menos, medía casi dos metros y su moreno rostro tenía una cicatriz en forma de equis en su mejilla.
—¿Cuál de ustedes es el inútil al que le debo enseñar? —preguntó el hombre con voz ronca y tono jocoso.