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Capítulo 13 – 14 de febrero de 2006
Un San Valentín diferente
El sol del martes 14 de febrero de 2006 amaneció más brillante que de costumbre, o al menos eso le pareció a Matteo Domínguez Bianchi. El aire en Asunción estaba pesado y húmedo, típico de un verano que se resistía a marcharse. Pero a él no le molestaba en lo más mínimo. Se despertó temprano, incluso antes que sus compañeros en el orfanato. El día anterior le había pedido a María Laura que fuera su novia, y ella había aceptado. A sus catorce años, Matteo ya había jugado cinco partidos oficiales, llevaba siete goles, cinco asistencias y ahora, también, una relación que le sacaba sonrisas involuntarias incluso cuando no pensaba en ella directamente.
Tras asearse y desayunar rápidamente, se puso la ropa de entrenamiento del club y salió rumbo a la sede de Cerro Porteño. El entrenamiento empezaba a las nueve en punto, pero él llegó a las ocho y cuarto. Siempre buscaba estar antes. No solo porque quería practicar más, sino porque sentía que cada minuto extra era una inversión en su futuro.
Durante la primera media hora, trabajó solo en una cancha auxiliar con uno de los asistentes físicos. Trote continuo, movilidad articular, ejercicios de reacción y pase corto. Después se unió al resto del equipo para la práctica táctica y la sesión de fútbol reducido. Los entrenadores estaban de buen humor: el equipo venía ganando, Matteo seguía destacándose como extremo izquierdo, y el ambiente general era optimista.
—Matteo, bajá un cambio —le gritó uno de los ayudantes técnicos cuando lo vio acelerar en un sprint—. No te vas a quedar sin piernas para el sábado.
—Estoy bien, profe —respondió él, jadeando pero sin parar.
En un momento de pausa, mientras tomaba agua junto a los otros delanteros, uno de los compañeros lo miró con media sonrisa.
—Che, ¿y vos? ¿Qué hacés para San Valentín?
—Nada raro —respondió Matteo, encogiéndose de hombros.
—¿Nada raro? Decime que no estás saliendo con alguien...
—Algo así —contestó con calma, y no añadió más.
A las once y media terminó el entrenamiento. Matteo pasó unos minutos estirando por su cuenta, duchándose y luego saliendo con la mochila colgada al hombro. Ya afuera, mientras caminaba hacia la parada del colectivo, sacó su celular y escribió:
> "Feliz día de San Valentín, hermosa. Te pienso todo el tiempo."
La respuesta no tardó.
> "Feliz día, mi futbolista. Hoy fue el primer mensaje que leí. Sonreí como tonta. Gracias."
Él se subió al colectivo con una sonrisa que no pudo ni quiso ocultar. Durante el camino hacia el orfanato, repasó en su cabeza la rutina de la tarde: almorzar, descansar un poco, quizás ver algún video de fútbol, y luego seguir hablando con María.
Y así fue. Por la tarde, tras la siesta, se conectó a su viejo celular y le mandó otro mensaje. Esta vez fue ella quien propuso la idea.
> "Si no estás muy cansado, podríamos hablar por teléfono esta noche. Te llamo a las 20:30?"
Matteo contestó de inmediato:
> "Sí. Espero tu llamada."
Pasaron las horas lentamente. Mientras anochecía, se encerró en su habitación del orfanato con los auriculares puestos, esperando la llamada. A las 20:31, el teléfono vibró.
—¿Hola?
—¿Hola, Matteo? ¿Estás solo?
—Sí, tranquilo. Puedo hablar.
—¿Cómo estuvo el entrenamiento?
—Pesado, pero bien. No sentí el cansancio hasta ahora. Estuve pensando en vos todo el día.
—Yo también. Bueno... cuando no estaba estudiando —dijo ella con risa ligera.
Hablaron durante casi una hora. María Laura le contó sobre sus clases, sus planes de estudiar comunicación en un futuro, lo mucho que le gustaba escribir. Matteo le compartió detalles de sus sueños con el fútbol, lo duro que era estar en un orfanato, pero también lo fuerte que lo había hecho eso. Fue la primera conversación seria entre ambos, y también la más íntima.
—Sabés, me gusta cómo hablás —le dijo ella en un momento—. No parecés de tu edad.
—Tampoco vos.
—¿Eso es bueno?
—En tu caso, sí. Muy bueno.
Hubo silencios entre medio, pero eran silencios cómodos, que no pesaban. Al final, cuando se despidieron, Matteo se recostó en su cama sin apagar la luz, simplemente sonriendo.
No había sido un San Valentín típico para un chico de catorce años. No hubo regalos costosos, ni cenas elegantes, ni flores. Solo un entrenamiento intenso por la mañana, mensajes por la tarde, y una charla telefónica por la noche. Pero para Matteo, había sido perfecto.
En el cuaderno donde anotaba sus estadísticas futbolísticas y algunos pensamientos personales, escribió una sola frase antes de dormirse:
> "Hoy fue el mejor 14 de febrero que he vivido. Y apenas estamos comenzando."
Continuará...
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