Capítulo 14 Tollan
—¿Quién es Luran? —preguntó Jack, levantándole una ceja a
Daniel, pero Daniel estaba igual de confundido que el resto de los presentes en
la sala de reuniones del General Hammond.
Narim, un Tollan que les trajo la noticia de que este Luran
necesitaba su ayuda en un juicio, los miró extrañado cuando todos le
observaron.
—No lo conocemos —dijo Jack. Daniel asintió para confirmar,
al igual que Sam y Teal’c.
—Creo que esta situación es extraña —dijo el General Hammond
mirando a Narim—. Narim, ¿este hombre ha dicho de dónde conoce al SG-1?
—preguntó el General Hammond.
—Luran ha dicho que el SG-1 fue quien lo rescató de una
muerte segura a manos del goa’uld conocido como Apophis, después de que lo
llevaran a Chulak —explicó Narim.
—¿Apophis no estaba muerto?, ¿cómo es que ahora nos tiende
una trampa? —preguntó Jack.
—Bueno, podría ser algún otro goa’uld —dijo Daniel, quien
también opinaba que esto era una trampa.
—Les aseguro... —el General Hammond alzó la mano.
—Narim, no estamos acusándole de nada, pero es evidente que
los goa’uld planean algo, y creo que los Tollan podrían estar en peligro
también —dijo el General Hammond.
—Eso no es posible —dijo Narim con seguridad—. Las naves
goa’uld no pueden acercarse a nuestro planeta, porque nuestros sistemas de
defensa lo impiden —añadió al ver que dudaban.
Daniel no estaba en absoluto convencido, y por las
expresiones de los demás, tampoco confiaban en lo que escuchaban.
—Si no quieren morir, no vallan allí, no necesitamos a estos
—dijo Maybourne, quien miraba con hostilidad a Narim desde que entraron a la
sala de reuniones.
—Coronel Maybourne, mantenga la calma —dijo el General
Hammond.
Maybourne, a quien no le agradaban los Tollan, gruñó, pero al
parecer compartía la opinión del resto...
Daniel carraspeó, ya que quizás podrían liberarse de esta
trampa con relativa facilidad y, al mismo tiempo, ayudar a los Tollan.
—Narim, ¿hay algún inconveniente si llevamos a alguien más
con nosotros? Son personas razonables y también poseen tecnología avanzada,
como ustedes. Quizás quieran conocerlos —dijo Daniel.
—Excelente idea —apoyó Jack—. Esperen a conocer a 00, seguro
se llevarán de maravilla —dijo Jack con demasiada emoción. Era evidente que él
disfrutaría que los Tollan conocieran a 00.
—Quizás solo debamos invitar a 03 —dijo Sam con un tono
diplomático.
—Carter, no querrá ofender a nuestros aliados más confiables
al decirles que no queremos que uno de ellos nos acompañe —se quejó Jack.
Narim, quien aún no había dicho nada, solo parpadeó.
—Supongo que no habrá problemas con eso —dijo Narim—. Puedo
conocer a estas personas —agregó.
—¿Señor? —preguntó Jack mirando al General Hammond. El
General Hammond asintió.
—Los llamaré —dijo Jack.
...
Tres minutos después, 00 y 03 aparecieron en la sala. 00
ocupó su posición frente al General Hammond, mientras que 03 se colocó de pie a
su lado. 03 parecía su subordinado, pero Daniel sabía que ambos tenían la misma
posición.
Según lo que les había dicho Sam, ellos no eran simples
enviados diplomáticos; se podía considerar que estaban solo por debajo de su
emperador en cuanto a la autoridad en su imperio. Jack sonrió, mientras Narim
miraba con algo de sorpresa.
—A nuestros aliados les gusta nuestra forma de vivir, por lo
que siempre están por allí cerca —se burló Jack.
El General Hammond carraspeó.
—Narim, permíteme presentarte a 00 y 03, aliados cercanos que
ya nos han ayudado a salir de situaciones comprometidas en el pasado —introdujo
el General Hammond—. 00, 03, este es Narim de los Tollan, a quien el SG-1
rescató una vez junto a un grupo de los suyos —agregó, mirando a 00 y 03.
—Es un placer conocerlos —dijo 03, y 00 se limitó a asentir
con su típica indiferencia.
—Es un placer conocerlos —dijo Narim, mirando a los ojos de
00.
—No somos humanos —aclaró 00.
—Mis disculpas —dijo Narim, algo alarmado por el tono
indiferente de su voz.
—Parece que mi tono de voz te incomoda. Me disculpo, siempre
hablo así —dijo 00, y Narim pareció aún más incómodo.
Jack y Maybourne sonreían de oreja a oreja, pero Sam se
apresuró a intervenir para calmar las cosas.
…
Daniel, junto con su equipo, Narim, 00 y 03, cruzaron el
Stargate al nuevo planeta de los Tollan.
—Así que han construido su propio Stargate —dijo Sam con
asombro, observando el Stargate por el que llegaron, que no era igual a los
demás que habían visto, ya que era más delgado y estilizado. Narim asintió con
una sonrisa.
—Es defectuoso, una explosión podría destruirlo. Además, ¿por
qué todo aquí es gris, incluso la ropa de la gente? Parece hecho por una
máquina —preguntó 00, mirando a su alrededor con evidente decepción. Narim
parpadeó.
—Bueno, acabamos de establecernos. Tomará algo de tiempo
ajustar nuestra sociedad —explicó Narim.
—Ya vestían de gris cuando los conocimos por primera vez
—dijo Jack, adoptando la misma posición crítica de 00. 00 miró a Narim.
—Eran trajes protectores —se defendió Narim.
—Su pueblo parece carecer de cultura y tradiciones agradables
a la vista. Es extraño; los humanos de la Tierra dan gran importancia a estas
cosas. ¿Ha sufrido su pueblo alguna perturbación emocional que pueda explicar
esta aparente falta de vida? —preguntó 00, observando a Narim como si fuera una
criatura extraña.
—Esa es una pregunta interesante —secundó Jack. Narim lo
miró—. ¿Qué? —preguntó Jack con inocencia.
—Creo que deberíamos conocer a Luran —dijo Sam.
…
—¿Qué fue eso? —preguntó Jack cuando entraron al edificio al
que se dirigían y unos escáneres los recibieron.
—Han inutilizado sus armas y también han escaneado en busca
de dispositivos ocultos —explicó 03.
Jack miró a Narim con enojo, ya que sospechaban que algún
goa’uld los había traído aquí para tenderles una trampa, y ahora estaban sin
armas.
—También hemos desactivado las armas de los enviados de los
goa’uld —explicó Narim—. Ustedes están bajo nuestra protección ahora…
Las palabras de Narim fueron interrumpidas cuando un grupo de
guardias se acercó a ellos.
—Ha habido una alerta; sus escáneres no han dado ningún
resultado —explicó el líder de los guardias.
—Su tecnología es obsoleta y sus escáneres son rudimentarios.
Portamos gran cantidad de herramientas avanzadas con nosotros y fuentes de
energía. No podemos permitir que sean inspeccionadas al azar por especies poco
desarrolladas —explicó 00.
—Los tollan entienden eso a la perfección, ¿verdad, Narim?
—preguntó Jack con una gran sonrisa.
Parecía que su molestia por la inutilización de sus armas se
disipó rápidamente. Narim miró a 00 y a 03, aturdido.
…
Los tollan no insistieron en revisar a 00 y a 03, y Narim los
condujo hasta la representante de la curia, una mujer mayor que les dio la
bienvenida y les explicó en qué se basaba el juicio, donde se decidiría sobre
el cuerpo del llamado Luran, ya que el goa’uld que lo poseía, llamado Nut,
también reclamaba el cuerpo.
El juicio constaría de tres jueces: dos representando a cada
uno de los demandantes y uno neutral. Daniel no prestó mucha atención, ya que
estaba pendiente de 00, quien evaluaba la habitación con ojo crítico.
—No parecen bonsáis —dijo 00 con decepción, mientras miraba
algunos pequeños árboles ornamentales que adornaban la sala del juicio. La
representante de la curia los miró a ellos.
—Bonsáis son pequeños árboles cultivados, podados y
arreglados. Son parte de la cultura de un país en la Tierra —explicó Daniel.
Daniel no sabía que 00 fuera fanática de los bonsáis, y si lo
era, estaba claro que estos árboles ornamentales no le parecían adecuados. Él
había escuchado que los bonsáis tardaban años en ser cultivados.
—La Tierra es un lugar extremadamente rico en este tipo de
cosas. Es extraño que tu pueblo no se haya interesado por ello, considerando
que es su origen —intervino 03.
—Nos interesa, en la curia hemos hablado de eso, pero al
final se decidió que nuestra presencia podía causar tensiones o provocar algún
incidente en la situación política de la Tierra —dijo la representante. 00 miró
a 03.
—No me ha sucedido nada parecido, disfruto yendo a las
grandes bibliotecas del país del SG-1. La lectura se ha convertido en un
pasatiempo muy apreciado para mí —explicó 03.
—Me regalaron un bonsái por tomarme una foto junto a un grupo
de humanos —dijo 00 y levantó la mano para mostrar un holograma de alta
definición que más bien parecía una colorida escultura flotante sobre su mano.
Daniel parpadeó. En efecto, lo que 00 sostenía era un bonsái
y era muy bonito, pero el ambiente en la foto y sus acompañantes…
—Una convención de Star Wars —dijo el coronel O’Neill.
En la foto había más que fanáticos de Star Wars. Daniel
comprendió que esa gente creyó que 00 estaba haciendo cosplay.
—Había muchos colores —explicó 00. Por el lugar, Daniel
supuso que era cierto… Daniel sacudió la cabeza.
—Hmmm… —carraspeó Daniel, porque se habían salido
completamente del tema—. ¿Y dónde está nuestro buscador? —preguntó Daniel, porque
así llamaban los Tollan al que los llevó allí.
—Por supuesto, síganme —dijo Narim y los condujo a otra sala
del edificio que tenía estandartes goa’uld y estandartes con símbolos de la
Tierra.
…
—¡O’Neill! —exclamó un tipo gigantesco, casi dos metros de
altura, que atrapó a Jack apenas entró en la sala con un abrazo.
—¡Ah, ahora recuerdo! —dijo Jack, que apenas podía respirar.
Daniel sonrió porque también recordaba a su solicitante,
aunque debía admitir que no sabía su nombre, ya que apenas habían tratado con
él.
Luran era uno de los prisioneros en su primera misión en
Chulak, cuando Apophis secuestró a Share y Skaara, convirtiéndolos en
anfitriones para su reina y su hijo. Los ayudaron a escapar, aunque parecía que
luego fue recapturado. Aún así, este grandullón era algo difícil de olvidar,
aunque ahora no llevase pieles sino ropas de seda…
Los pensamientos de Daniel fueron interrumpidos cuando Luran
soltó a Jack y le dio un abrazo a él que casi lo hace desmayar.
Luego abrazó a Sam e incluso a Teal’c. Parecía recordarles a
todos, por lo que Daniel supuso que dejaron una gran impresión en él.
—Luran —dijo Jack con cierta extrañeza, ya que hasta ese
momento no sabían el nombre de ese hombre—. ¿Cómo llegaste aquí? —preguntó
Jack.
Luran colocó una expresión seria y los miró a todos.
—Hace una semana, el demonio volvió a visitar mi planeta y me
capturó de nuevo, ofreciéndome a uno de sus siervos que me poseyó. Pero en una
misión para él, fui capturado por Herur-ur y, en un intento de escape, el
demonio se estrelló en este lugar, donde tuve la fortuna de encontrar amigos
—relató Luran, mirando a Narim, quien asintió.
—Dos naves nodrizas goa’uld persiguieron a Luran hasta este
planeta. Les advertimos que no se acercaran más, pero no hicieron caso y
nuestras defensas automáticas destruyeron ambas naves. La nave de Luran se
estrelló en el planeta, por lo que nos apresuramos a socorrerlo —explicó Narim.
—Luran, no te preocupes, sacaremos a esa serpiente de tu
cabeza —aseguró Jack. Luran le dio otro abrazo de oso—. Narim, ¿tenemos otra
habitación? —preguntó Jack, ya que apenas podía respirar.
…
Narim los llevó a otra habitación amplia con algunos sofás.
—Gente, Apophis sigue vivo. Teal’c, creo que debes informar a
los jaffa de Chulak. Ese debería ser uno de sus principales objetivos ahora que
ha regresado. Aunque parece que tiene un mayor interés en los Tollan, tampoco
parece haberse olvidado de nosotros. ¿Alguna idea de qué quiere, además de
capturar a Teal’c? —preguntó Jack, mientras Narim los miraba sin entender.
—Busca al bebé de Share —dijo Daniel con un suspiro.
—Es muy posible —confirmó Teal’c.
—La serpiente es persistente —dijo Jack mirando a 00.
—El niño vive en el palacio imperial. Hemos limpiado su
memoria de los recuerdos goa’uld, aunque su desarrollo físico es notable —dijo
00.
—Bien, ¿qué trama la serpiente ahora? ¿Cómo creen que planea
atacar a los Tollan? —preguntó Jack. Narim lo miró enojado porque ya les había
dicho varias veces que los goa’uld no podían atacar a los Tollan.
—Coronel O’Neill, puede mantener la calma. Creo que podemos
esperar a que los planes goa’uld se revelen por sí solos —dijo 03 con una
sonrisa, interviniendo en la discusión que ya se estaba formando.
Jack pensó durante unos segundos, pero al final asintió, ya
que la sonrisa de 03 les advertía que no había necesidad de preocuparse.
…
Daniel y Jack fueron llamados al juicio, mientras 03 y 00
exploraban todo, y Teal’c y Sam vigilaban a la comitiva goa’uld, liderada por
un goa’uld llamado Zipacna, según Teal’c un goa’uld al servicio de Apophis y
que era el segundo juez.
…
—¿Lya? —preguntó Daniel sorprendido al ver a la mujer Nox
allí, ya que estos no solían salir de su planeta.
—Hemos entablado una buena amistad con los Nox. Ella será el
tercer árbitro para este juicio —explicó la representante de la curia.
Daniel le dio un codazo a Jack para que no hiciera su chiste
habitual de pedirle cañones espaciales a Lya cada vez que la veía. Jack hizo
una mueca y se limitó a saludar de manera adecuada.
—Daniel, es bueno verlos sanos —saludó Lya, pero no dijo más,
ya que el juicio estaba por comenzar.
…
Como Daniel esperaba, el juicio no tenía sentido y los
argumentos presentados solo llevarían a un fallo a su favor. Era evidente que
los goa’uld tramaban algo.
…
—¿Han marcado los cañones de defensa Tollan? —preguntó Jack,
después de recibir el informe de Teal’c y Sam al terminar la sesión del juicio.
Ellos asintieron.
—Señor, los hemos estado siguiendo y han recorrido las
ubicaciones de los cañones de defensa. No se me ocurre qué más podrían estar
haciendo —confirmó Sam, respaldando el informe de Teal’c.
—Los cañones de defensa Tollan no parecen contar con ningún
tipo de escudos y están a plena vista. Marcarlos como blancos no sería difícil
—dijo 03, quien ya estaba en la habitación, leyendo una tablilla que
aparentemente obtuvo de una biblioteca Tollana. 00 no estaba por allí.
—Señor, los Tollan están muy confiados en sus defensas, pero
no creo que posean otros medios para defenderse que no sean estos cañones
defensivos —explicó Sam.
Jack suspiró y se llevó la mano a la cara abatido.
—03, ¿sabes algo de esto? —preguntó Jack.
—Hay una nave Ha’tak cuya dirección hiperespacial coincide
con este planeta. Si lo que la mayor Carter y Teal’c observaron es preciso,
deberían tratar de destruir los cañones defensivos con un solo ataque; después,
la invasión dará comienzo —dijo 03.
—Es muy posible —confirmó Teal’c.
—Bien, entonces advirtamos a los Tollan —dijo Jack, guiando
el camino para hablar con la representante de la curia.
…
—Sospecho que esta gente tiene problemas de inteligencia
—dijo Jack mientras se sujetaba la cabeza una hora después. Daniel estaba igual
de aturdido.
Todos los argumentos planteados fueron rechazados después de
que los Tollan revisaron sus cañones defensivos y no encontraran ninguna marca
en ellos. Daniel solo podía parpadear y pensar que Jack tenía razón. Incluso el
argumento de la nave Ha’tak acercándose fue rechazado, porque Zipacna y los
suyos dijeron que no tenía nada que ver con ellos y que esa nave solo debía
estar de paso.
—03, ¿puedes hacer algo para ayudar a esta gente? Narim y los
suyos son buenas personas —preguntó Sam a 03, que no había ido con ellos sino
que se quedó leyendo en la habitación.
Antes de que Sam terminara de hablar, 03 bajó su tableta de
lectura y una luz brilló en su mano.
—Coloquen esto en uno de sus cañones. Se activará en el
momento que calculo que la nave llegue a su posición de disparo, moviendo el
cañón a otro lado. Como los cañones no han sido marcados por ninguna marca
visible, asumo que la marca está en su posición y coordenadas, por lo que al
moverlo de lugar, perderán su objetivo —explicó 03.
—¡Excelente! —dijo Jack, apresurándose a tomar el dispositivo
y dárselo a Teal’c y Sam.
—Carter, Teal’c, elijan el cañón que se vea más letal y
coloquen esta cosa —ordenó Jack.
—Gracias, 03. Sabemos que los Tollan no son asunto tuyo —dijo
Sam.
—Se equivoca, mayor Carter. Mi dios me ha enviado aquí para
conseguirles el apoyo de los Tollan, aunque parece que ellos no están
dispuestos a interferir en asuntos ajenos —dijo 03 con un suspiro.
—Sí, son un poco tercos, pero no vamos a permitir que los
goa’uld los bombardeen por eso. Además, deben tener algo bueno… en algún lugar
—dijo Jack buscando algo en la habitación. Daniel supuso que estaba buscando un
televisor.
—Tienen libros interesantes —dijo 03 mostrando su tableta de
lectura, pero Jack no pareció impresionado.
—Daniel, volvamos a ese juicio. Tenemos que sacar a esa
serpiente de la cabeza de Luran. Fue por nosotros que lo capturaron en primer
lugar —dijo Jack.
Eso era cierto. Apophis los quería capturar a ellos y también
destruir a los Tollan. Esto no tenía nada que ver con Luran; él solo tuvo mala
suerte, por lo que Daniel asintió.
…
Dos horas después, el juicio fue interrumpido por un guardia
que entró para hablar con la representante de la curia y le dio algunas
coordenadas, lo que la hizo revisar su computadora. La computadora mostró una
nave nodriza goa’uld en las coordenadas especificadas, y el guardia dijo que
esta había invadido el espacio Tollan hace unos minutos.
—¿Qué significa esto? —preguntó la representante de la curia
a Zipacna.
—Esa nave está allí para recogernos. Nos enteramos de ella
gracias a los tau’ri, por lo que la he llamado para que pase por nosotros
después de nuestra victoria en este juicio —explicó Zipacna con descaro.
—¡Por favor! —se quejó Jack ante su obvia mentira. La
representante de la curia tampoco le creyó esta vez.
—Lord Zipacna, ¡esto es inaceptable! Además, el juicio aún no
termina —reprendió la representante de la curia.
—No estamos de acuerdo. Votaremos ahora —replicó Zipacna.
—Entonces también votaremos —sentenció Jack.
—Bien, que comience la votación —dijo la representante de la
curia, cuya actitud hacía evidente que, con una nave Ha’tak acercándose a su
planeta, ella tenía mejores cosas que hacer que liderar este juicio.
—Voto a favor de Nut —dijo Zipacna.
—Votamos a favor de Luran —dijo Jack, y todos miraron a Lya.
La nox se levantó y los miró a todos con calma. Ella parecía
la única que mantenía la calma en ese lugar.
—Honorables arcontes, buscadores, después de evaluar los
argumentos de ambas partes, que me parecen razonables, debo concluir que entre
Luran y Nut, el control del cuerpo en disputa debería estar en posesión de
aquel que nació con él en primer lugar. Y esa persona es Luran —concluyó Lya.
—Serpiente, es tu final —espetó Jack al goa’uld que
controlaba a Luran.
—Siguiendo la votación, desde este momento, Luran conservará
el control del cuerpo, y Nut será enviado a un planeta goa’uld de su elección,
junto a lord Zipacna —sentenció la representante de la curia.
Luran tomó el control de su propio cuerpo mediante un
artefacto Tollan que llevaba en su pecho, y el goa’uld no pudo hacer nada para
evitarlo. La representante miró a Zipacna.
—Lord Zipacna, dile a tu nave que abandone el espacio Tollan,
o nos veremos obligados a destruirla —amenazó la representante de la curia.
—Por supuesto, no faltaba más —dijo Zipacna, y sacó una
esfera gris mientras Jack se abalanzaba sobre él, ante la evidente estupidez de
permitir que este goa’uld se comunicara con su nave.
Jack se estrelló contra Zipacna, pero este ya había logrado
decir algunas palabras y, unos segundos después, el edificio se estremeció.
Daniel suspiró. Si Sam y Teal’c no habían logrado salvar uno
de los cañones Tollan, mucha gente iba a morir allí. Daniel no temía por su
vida, porque allí estaban 00 y 03; ellos podían rescatarles en caso de
necesidad, pero encargarse de una nave goa’uld sin tener acceso para
transportarse hasta ella era pedirles demasiado.
—Vamos —urgió Jack, corriendo hacia la salida después de
dejar a Zipacna en el suelo. Daniel le siguió.
…
Al salir fuera del edificio, lo primero que vieron fue a los
planeadores de la muerte descendiendo y humo saliendo de las ubicaciones donde
habían estado los cañones Tollan.
—Gente, díganme que logramos salvar uno de esos cañones
—urgió Jack a Sam y a Teal’c.
03 apareció a su lado después de un destello y, con otro
destello, apareció uno de los cañones, que se activó al momento y apuntó a los
planeadores de la muerte que descendían, golpeándolos con precisión milimétrica
a pesar de que eran cazas con gran movilidad.
El cañón se deshizo de cinco planeadores de la muerte en
apenas unos tres segundos. Luego apuntó al cielo y disparó solo una vez más,
pero por la explosión en el cielo, se veía que había dado en el blanco, de
nuevo con absoluta precisión.
—Carter, anota uno de estos como mi regalo de Navidad —dijo
Jack después de parpadear varias veces ante la efectividad del disparo del
cañón Tollan.
Daniel pensaba igual. Los tollan eran pacifistas, pero estos
cañones eran increíbles y extremadamente efectivos. Mientras ellos hablaban, 03
se movió hacia el cañón tollan y retiró el pequeño disco que antes entregó a
Sam y a Teal’c, para que lo colocaran en el cañón, haciéndolo desaparecer en un
destello.
La representante de la curia, que no debía estar muy
acostumbrada a correr, llegó cuando la nave goa’uld estallaba y, con evidente
alivio, le asintió a 03, al comprender que fue él quien movió el cañón hasta
allí.
—Carter, Teal’c, buen trabajo —alabó Jack mirando a Sam y a
Teal’c, luego miró a la representante de la curia—. Creo que en el futuro les
convendría ocultar sus armas de defensa y no tenerlas expuestas para que
cualquiera sepa dónde están. Unos buenos escudos extras tampoco estarían mal
—aconsejó Jack. La representante de la curia asintió, aún tratando de apartar
el miedo de su expresión ante un desastre casi inevitable.
…
—Coronel O’Neill, en nombre de todos los tollan, quisiera
agradecerle por su actuación en este asunto, aun después de que les pedimos que
no intervinieran —dijo la representante de la curia unas horas después, cuando
las cosas se calmaron y los invitaron a la sala de audiencias de nuevo.
—De nada, siempre es un placer arruinar los planes de las
serpientes. Por cierto, ¿han visto ustedes a nuestros aliados? —preguntó Jack.
—00 está compartiendo algunos modelos de construcción y
modelos tradicionales de la Tierra, así como la forma de crear bonsáis —dijo la
representante de la curia con una sonrisa.
—Bueno, ellos realmente aprecian nuestra cultura —dijo Jack
con satisfacción.
—También nosotros lo hacemos, y la curia espera que se nos
permita visitar su planeta para un “intercambio cultural” —propuso la
representante de la curia.
Era evidente que tampoco compartirían su tecnología esta vez,
pero ya tenían tecnología para crear sus propias naves, por lo que no
lamentarían mucho que no les dieran cañones.
—Daniel, esta es tu parte. Yo iré a ver cómo le va a Luran y
cómo demonios dejaron escapar al tal Zipacna después de haberlo dejado en el
suelo listo para capturarlo. También veré si consigo un televisor por allí
—dijo Jack dejándole todo el trabajo. Daniel suspiró.
…
Maybourne observó la fila de diez vehículos de transporte con
equipos y materiales que se disponían a cruzar el stargate.
Maybourne estaba en el planeta base, en una base subterránea
que habían encontrado sus aliados, y que a ellos les pareció apropiada para la
nueva ubicación del portal del lugar, que había estado en una ciudad antes de
traerlo allí.
La gente que una vez habitó este planeta, no se habían
encontrado con los goa’ulds y no tenían idea de lo peligroso que era el
stargate. Aunque por desgracia para ellos, se extinguieron debido a un bicho que cruzó su stargate, y que era
parte de algún experimento que salió mal en otro planeta, no fue lo mismo para
su país, que gracias a sus aliados, había reclamado el planeta para ellos y se
habían quedado con todo: bases secretas, armas, fábricas, plantas, astilleros
espaciales, vehículos de todo tipo, ciudades inmensas y bases militares
totalmente equipadas y cien por ciento operativas.
En cuanto a la tecnología del lugar, solo les tomó un mes
adaptarse a ella, porque no era muy diferente de la suya, y sus aliados
colaboraron con ellos, dándoles un montón de manuales de uso muy detallados.
Hasta el momento, ellos solo habían reclamado un uno por
ciento de todo lo que había en el planeta, pero no necesitarían más hasta que
el proyecto stargate fuera revelado al público y millones de personas vinieran
a vivir y a trabajar allí. De momento, ellos solo habían tomado tres bases, los
astilleros y algunas fábricas, pues su mano de obra era limitada: solo unas
pocas miles de personas, unos cientos de científicos y tres batallones del
ejército.
—Señor, estamos listos —informó un soldado, interrumpiendo su
contemplación de la puerta.
Maybourne vio la fila de vehículos de carga y asintió.
—Comiencen la operación —ordenó Maybourne y el soldado hizo
unas cuantas señales.
Otro soldado marcó la puerta usando un DHD. Esta no era la
Tierra y allí no había una sala de control, sino que estaban en un hangar de un
kilómetro de largo, medio de ancho y veinte metros de alto, que era un gran
almacén de vehículos militares. Pero como era una buena ubicación subterránea,
los vehículos fueron desalojados y el portal se trajo hasta allí para ubicarse
al fondo.
El resto del espacio se acondicionó para las operaciones de
transporte de materiales, que llegaban hasta allí. Por lo que era casi una zona
de carga, aunque estaba custodiada en todo momento por una compañía de
soldados. El portal también tenía su propio escudo para visitas no programadas.
Maybourne vio cómo la fila de vehículos avanzaba y
desaparecía en el portal.
El Stargate podía parecer un pequeño dispositivo de uso
personal, pero no era así en absoluto. El anillo tenía más de seis metros de
diámetro y un camión cargado podía pasar sin ningún problema por él, incluso un
tanque o una compañía de soldados. No era un objeto pequeño. Tampoco era
liviano, ya que pesaba más de veintinueve toneladas.
El Stargate era el centro de todas las operaciones de
recursos que el proyecto Stargate y el NID poseían en la actualidad. Tenían una
pequeña base minera en Abydos, donde extraían naquadah. Una base minera en
PXY-887 donde extraían trinium en cantidades masivas con las que podrían
construir varias naves a la semana, y multitud de minas automatizadas en este
planeta que les proveían de hierro y otros materiales comunes. Aunque no los
necesitaban, ya que tenían reservas enteras ya extraídas de este material, pero
como era gratis, no importaba.
Este planeta, que sus extintos habitantes llamaron Svorin y
que ellos habían bautizado como Planeta Base, era su verdadera base de
operaciones. Y seguramente sería el principal bastión de la humanidad cuando el
proyecto Stargate fuera revelado. Junto con PXY-887, donde tenían la mina de
trinium, eran los recursos más valiosos para la Tierra en este momento.
PXY-887, a pesar de estar habitado por una raza avanzada,
estos enviaron a unos indígenas que no tenían idea de nada a negociar, y ellos
obtuvieron todo el trinium que pudieron extraer siempre que no dañaran el medio
ambiente de su planeta.
Con la tecnología que les prestaron sus aliados, ni una hoja
sería tocada, y eso significaba que podían extraer todo el trinium que
quisieran. Hasta ahora no necesitaban trinium, ya que tenían suficiente para
construir varias naves al mes. Eso convertía a PXY-887 en un valioso recurso,
solo por debajo de este Planeta Base, pensó Maybourne con una sonrisa mientras
veía pasar la fila de vehículos de carga.
Estos vehículos no eran de construcción humana, sino Svorin.
Todo el equipo en este planeta era Svorin; su país solo había traído gente y
comida. Ya llevaban algo más de un año allí y habían acondicionado varios
astilleros para la producción de naves estelares, cazas de diseño humano y
tecnología goa’uld. Pero desde hacía medio año, estaban estancados con la
construcción de su primera nave, el Prometeo, porque el Naquadah que extraían
de Abydos no era suficiente.
Robarlo a los goa’uld también era demasiado sospechoso, pues
ya lo robaban para otros proyectos como armas, combustibles y generadores que
alimentaban este planeta, ya que las fuentes de energía de los Svorin eran
deficientes y no les daban la productividad requerida. El naquadah era mil
veces mejor y más seguro.
El problema era que el naquadah también era vital en la
creación del Prometeo, ya que el casco sería una aleación entre trinium y
naquadah, y los motores también lo necesitaban, al igual que casi cualquier
circuito o conducto de energía, ya que este era un elemento superconductor y
era vital en todas las áreas de construcción.
Maybourne suspiró, pero luego sonrió, porque este problema
estaba a punto de quedar atrás. Él observó cómo el último vehículo avanzaba y
cruzó detrás de la fila.
Al otro lado de la puerta, lo esperaba el SG-1 en un gran
galpón que habían construido de forma apresurada para albergar el portal en
condiciones de seguridad aceptables. Habían instalado un escudo y un perímetro
defensivo para esta base, aunque no era demasiado necesario porque los goa’uld
no querían este planeta y sus habitantes tenían una tecnología de la Edad
Media. Estaban encantados con la maquinaria Svorin y todos los artefactos que
les dieron por el uso del portal.
Al principio, ellos habían tenido interés en el planeta
debido a las enormes cantidades de naquadah que tenía. Un equipo diplomático se
apresuró al lugar para negociar el establecimiento de algunas minas.
Sin embargo, las sorpresas no terminaron ahí, ya que unos
días después, el SG-1, que fue el enlace inicial, descubrió que el naquadah de
este planeta, de forma literal, les caía del cielo. Más allá de la órbita del
planeta, había cadenas enteras de asteroides de naquadah que llovían sobre él
cada ciento cincuenta años, y de allí sus grandes reservas.
Con esta información en sus manos, se olvidaron de recoger
las migas del suelo y ahora pretendían montar una operación completa de minería
espacial.
—Maybourne, esta es gente humilde, así que necesitamos
algunas reglas para no asustarlos. En primer lugar, no sonrías —dijo Jack con
una sonrisa como palabras de bienvenida.
—Jack, si pudieron aguantar tus chistes sin gracia durante
todo un mes, dudo que algo de mí pueda molestarlos —replicó Maybourne, no del
todo molesto por la pulla. Ya estaba acostumbrándose a este tipo y su molesto
sentido del humor. Incluso empezaba a hacerle algo de gracia.
—Maybourne, ¿eso fue un chiste? —preguntó Jack levantando una
ceja mientras veía al equipo técnico descargar los camiones.
—Conozcamos a tus campesinos. No estoy aquí para hacer
turismo, sino para evaluar amenazas —dijo Maybourne, para terminar con sus
tonterías.
—Claro, te juro que ayer vi a un crustáceo que parecía llevar
una veintidós bajo su caparazón —dijo Jack—. Te llevaré a verlo —agregó.
Maybourne suspiró. Este sería un largo día.
…
Después de pasar medio día hablando con los lugareños,
Maybourne concluyó que en efecto no había peligro en este planeta. Los nativos,
que se hacían llamar Edoranos y a su planeta Edora, los adoraban. Los habían
salvado de una mortal lluvia de meteoros al traer un escudo para protegerlos.
El SG-1 llevó a la población a unas cuevas y eso, junto con
un escudo, hizo que escaparan de la calamidad que cayó sobre sus aldeas tras la
lluvia de meteoros. Luego, ellos reconstruyeron sus casas, les dieron alimentos
y muchas máquinas Svorin. Ahora eran sus salvadores y los adoraban. No dudaron
en prestarles el Stargate, que sería la base de esta operación minera espacial.
Al finalizar su inspección de seguridad, el equipo técnico
notificó que los preparativos ya estaban listos para comenzar la operación
minera. Maybourne regresó junto al SG-1, que lo había vigilado todo el día para
que no se metiera con sus campesinos, al galpón que era su base temporal en
este planeta.
…
—¿Vienen? —preguntó Maybourne cuando estuvieron de vuelta en
el galpón.
Maybourne estaba sobre una de las plataformas de anillos que
habían robado a los señores del sistema goa’uld en una incursión del NID.
—No nos lo perderíamos por nada del mundo —dijo Jack, y su
equipo se unió a él.
El grupo fue transportado a la órbita del planeta, a una
bodega de carga de uno de los tres Ha’tak que poseía la Tierra. La bodega de
carga estaba despejada y en su centro había lo que parecía un par de vagones de
tren, pero estos vagones tenían veinte metros de largo, diez de ancho y diez de
alto. A su alrededor, estaban unas veinte personas que formaban el equipo
técnico. A los lados había unas veinte esferas de un metro de diámetro junto a
un tablero de control, al cual se acercaron para ver el espacio profundo
separado de ellos por un escudo que cubría una entrada de cincuenta metros de
alto, ancho y profundidad.
—SG-1, Coronel Maybourne, estamos a punto de iniciar la
operación —dijo el científico encargado, el Dr. Jay Felger.
El tipo era un nerd típico, pero gracias a las descargas de
conocimiento que habían puesto en su cabeza usando la tecnología de
transferencia de conocimientos obtenida de los obanianos, este hombre ahora era
uno de los científicos más calificados del planeta, solo detrás de la Mayor
Carter, que tenía libre acceso a toda la información científica del proyecto
Stargate.
Maybourne en un principio no estuvo de acuerdo con darle
acceso a todo el conocimiento a una sola persona, pero con el tiempo llegó a
aceptarlo porque estos nerds eran la base de todos sus proyectos actuales.
Incluso el Dr. Jay Felger, a quien antes Maybourne consideraba un completo
idiota, había salido adelante y ahora también aportaba ideas brillantes, como
este proyecto de minería espacial que era obra de su equipo.
—¿Una pequeña introducción? —preguntó el Dr. Felger
emocionado. Maybourne se encogió de hombros al mismo tiempo que Jack, lo que
les hizo fruncir el ceño a ambos.
—Maybourne, no trates de imitarme —reprendió Jack y Maybourne
puso los ojos en blanco.
—Adelante, Dr. Felger —dijo Maybourne negándose a seguirle la
corriente. Después de parpadear un par de veces, el Dr. Felger se puso manos a
la obra.
—Ante ustedes está nuestro proyecto de minería espacial, la
trituradora apodada Salamandra. Como su nombre lo indica, en realidad no es más
que eso, una trituradora de rocas.
»En el primer vagón, tenemos la trituradora en sí, que con la
tecnología Svorin y una fuente de energía de Naquadah, tiene una autonomía de
un par de años trabajando a plena capacidad. Luego de eso, tendremos que hacer
un recambio de piezas.
»El segundo vagón es un espacio de almacenamiento donde se
depositará su carga —dijo tocando su tablero de control, que era una interfaz
mental que no necesitaba teclear nada.
En la parte trasera del segundo vagón, al final, se elevó un
Stargate, y una vez estuvo fuera, se activó y luego volvió a ocultarse dentro
del vagón sin desactivarse.
—Una vez que la bodega de carga esté llena, el portal se
activará y enviará todo al planeta base, donde el material, en este caso el
naquadah, será procesado por toneladas, lo que significaría que ya no tendremos
ningún problema de suministro en el futuro, y tampoco necesitaremos robarlo a
los Goa’uld poniendo nuestra seguridad en riesgo.
»Para cumplir su función de navegación mientras tritura rocas
espaciales, la Salamandra estará equipada con el motor de desplazamiento de una
nave de carga Goa’uld, y para localizar los asteroides y zonas del cinturón de
asteroides con más cantidad de naquadah, tenemos estos sensores especializados
que acaban de salir de la línea de producción del Planeta Base —dijo el Dr.
Felger tocando el sensor una vez más y las veinte esferas flotaron por el
lugar.
—Estas esferas, creadas por la Dra. Samantha Carter para
sustituir a las sondas MAC actuales, fueron modificadas para localizar los
asteroides con mayor contenido de naquadah, y en ocasiones, también ayudarán a
la producción —concluyó el Dr. Felger.
Maybourne y el SG-1 aplaudieron, y Felger y su equipo
hicieron reverencias.
—Coroneles, con la llegada de las esferas, ya estamos listos
para comenzar la operación. Pueden ordenar a la nave moverse…
—Al habla el Coronel ****, den inicio a la operación
Salamandra Hambrienta —se apresuraron a ordenar Maybourne y Jack al mismo
tiempo. Luego se miraron con los ojos entrecerrados.
—Coroneles, debo recordarles que esta es mi nave —dijo una
voz por radio.
—Claro, Coronel Caldwell, adelante —dijeron Maybourne y Jack
al mismo tiempo.
Maybourne miró a Jack con los ojos entrecerrados,
preguntándose si lo estaba haciendo adrede.
…
Korr leyó los informes de los últimos meses sobre la Tierra
con una sonrisa mientras estaba sentado en su trono, siendo abanicado por dos
sirvientes, y una sirvienta le ofrecía vino. Él escuchaba el reporte mensual de
uno de sus gobernadores Goa’uld.
Ya habían pasado cinco meses desde que se deshizo de esa
pequeña molestia ladrona, que era Sokar, y Apophis tomó su lugar. Él le mandaba
una amenaza de muerte a diario, exigiendo a su reina de vuelta, pero no se
atrevía a atacar, y tampoco robaba a los Goa’uld menores; en su lugar, atacaba
directamente a otros Señores del Sistema, siguiendo las tradiciones Goa’uld de
demostrar su poder conquistando territorios, en lugar de robar y huir como ese
cobarde de Sokar, que se convirtió en una piedra en el zapato para sus planes y
tuvo que ser eliminado.
Korr sonreía porque la Tierra, nuevamente y utilizando las
herramientas que él había puesto en sus manos, actuó por cuenta propia.
Al encontrar un sistema con un cinturón de asteroides rico en
naquadah, no se quedaron mirando; en cambio, se las ingeniaron para montar una
operación minera espacial, miles de veces más eficiente que cualquier mina de
los Goa’uld. Ahora tenían naquadah de sobra y, a solo un mes de haber
establecido sus operaciones, ya habían completado su primera nave estelar, el
Prometeus.
El nombre era el mismo que el del Proyecto Prometeo, pero la
nave era completamente diferente. Tenía un diseño parecido al del Dedalus o al
del Apolo, pero mucho más estilizado, ya que su casco era una aleación de
naquadah y trinium, más resistente que la aleación de los Ha’tak debido a su
manufactura industrializada.
No había antenas, ya que los sensores eran Goa’uld. Aun así,
no era una nave de diseño Goa’uld, ya que tenía motores de impulso que le
otorgaban una maniobrabilidad muy superior a la de una nave Ha’tak, a pesar de
ser varias veces más grande que un Al’kesh.
Sus especificaciones decían que podía igualar en
maniobrabilidad a estas naves. Su potencia de fuego tampoco era inferior a la
de un Ha’tak y, gracias a un sistema de armas superior, era más eficiente.
Estas especificaciones convertían a estas naves en el némesis
de los Ha’tak utilizados por los Señores del Sistema, aunque no eran un
problema para sus propias naves, ya que estas tenían un sistema de armas
superior. Contra eso, la movilidad de las naves de la Tierra no les daría
ninguna ventaja, ya que su sistema de apuntado podía derribar a un caza con un
solo disparo, por no mencionar una nave que medía más de trescientos metros de
largo.
El diseño del Prometeus indicaba que la Tierra lo había
creado para defenderse de los Goa’uld, lo que significaba que sus planes
estaban dando frutos. Además, el Prometeus fue solo la primera nave, y un mes
después ya habían lanzado la segunda y comenzado la producción de cazas.
A un Señor del Sistema le tomaba como mínimo dos meses sacar
un Ha’tak de sus astilleros, pero los humanos podían hacerlo en un mes.
Constantemente añadían mejoras a sus astilleros para aumentar la producción.
Sus naves tenían incorporadas sus mejoras y no eran en absoluto menos
eficientes que los Ha’tak que él había diseñado.
Estas naves requerían una tripulación, y pronto gran parte
del ejército estaría involucrada en este proyecto, lo que significaba que el
día en que el Proyecto Stargate fuera revelado se acercaba.
Korr pasó a los informes sobre Apophis. Apophis, como un
Señor del Sistema, no actuaba como Sokar.
Su primer movimiento, como señor del sistema, fue reclamar el
ejército de Sokar. Luego intentó destruir a los Tollan para ganar gloria, pero
sus planes salieron mal y solo perdió tres Ha’tak de forma inútil.
Los Tollan lo acusaron por violar su tratado de paz con los
Goa’uld, pero Apophis acusó a Herur-ur. Los señores del sistema Goa’uld no
prestaron atención. Los Tollan eran pacifistas, no actuaban como los Asgard,
quienes castigaban con sangre las violaciones a su tratado de paz. Por lo
tanto, esta vez, nadie se molestó en reprender a Herur-ur; en su lugar, se
burlaron de su fracaso y pérdida.
En cuanto a Apophis, no salió bien librado de esto. La Tierra
se enteró de su regreso y se apresuró a compartir la información con los Jaffa
rebeldes de Chulak, quienes dejaron rápidamente el planeta. Cuando Apophis
llegó para reclamar a sus Jaffa rebeldes, solo encontró a aquellos que aún le
eran fieles y a los miembros de la rebelión, quienes, al enterarse de que
estaba vivo, se apresuraron a doblar la rodilla, convencidos de su divinidad.
Todo esto fue un duro golpe para la rebelión Jaffa, que había
vuelto a estancarse. El supuesto dios muerto había regresado, y perdieron al
ochenta por ciento de sus seguidores.
Korr sabía que Apophis era una desgracia y pronto encontraría
la forma de morir de nuevo. Esto haría que los Jaffa dudaran nuevamente de la
divinidad de los Goa’uld. Por lo tanto, Korr se aseguraba de aclararles a sus
Jaffa que él no era ningún dios. Cuando tuviera lugar esta rebelión, sus Jaffa
no tendrían nada que reprocharle.
Los Tollan fueron los únicos que siguieron como si nada
después del ataque de Apophis. “Pacifistas miserables”, pensó Korr. No
quisieron aceptar su oferta de tecnología Goa’uld a cambio de respaldar a la
Tierra. Sin embargo, Korr no se preocupaba por esto, ya que los Goa’uld siempre
buscarían ganar gloria destruyéndolos. En algún momento, comprenderían que no
podían quedarse al margen y serían reclutados para sus fuerzas del orden, junto
con la Tierra.
Korr dejó los informes porque su gobernador Goa’uld ya estaba
concluyendo su informe. El Goa’uld, llamado Svak, era un hombre de piel oscura,
1,90 m de altura y ojos dorados. Llevaba una capa negra y una indumentaria
parecida a la suya, aunque los escorpiones en sus brazos, pantorrillas y corona
eran plateados en lugar de dorados. Todos sus gobernadores habían adoptado esta
indumentaria; algunos lo hicieron para ganarse su favor, otros porque les
gustaba y la mayoría para no llamar la atención sobre ellos y no contradecir
las normas de adoración hacia su emperador.
—… Emperador, en resumen, nuestros territorios gozan de paz.
Los señores del sistema no han logrado penetrar nuestras defensas en la
frontera, y tus siervos disfrutan de la libertad y felicidad que tus leyes les
proporcionan. Agradecen tus regalos y construyen templos y estatuas en tu honor
—concluyó Svak.
Korr asintió y miró a los diez Jaffa que formaban parte de la
guardia de Svak, dado que su territorio estaba en la frontera y él también era
un comandante militar. Lideraba una flota de diez Ha’tak y un ejército de
cincuenta mil Jaffa.
—“Jaffa, ¿están satisfechos? ¿Han encontrado algún enemigo
digno?” preguntó Korr.
Uno de los Jaffa retiró su casco, dejando ver su marca en
relieve de color plata en la frente. Esto no era un tatuaje; indicaba que este
Jaffa formaba parte del ejército imperial bajo el mando de Svak y también tenía
un puesto como primer principal.
Korr había reorganizado a los Jaffa de esta manera, ya que
los gobernadores de planetas fronterizos, que lideraban flotas, necesitaban una
jerarquía. Él no confiaría en entregarles sus propios Jaffa, ya que siempre
debían recordar que eran parte de un ejército más grande.
—“Mi dios, nuestros enemigos tienen fuerza de voluntad, pero
sus tácticas son obsoletas y sus armas meros instrumentos de terror. No son
oponentes dignos para un guerrero”, respondió el primer principal de Svak.
Korr estaba satisfecho porque sus planes de mostrar a sus
Jaffa que los demás eran simplemente esclavos habían dado resultados. Esto
significaba que usarían la pistola Zat con mayor frecuencia.
—Svak, has hecho un gran trabajo. Permíteme invitarte a tomar
un vino con tu emperador —dijo Korr, levantándose.
Svak respondió con una reverencia e indicó a su primado que
lo esperara mientras Korr se despedía de sus sirvientes. Luego, ambos desaparecieron
en un destello.
…
Korr apareció sentado en su trono de la Leviatán, mientras
que Svak apareció cinco metros frente a él, junto a otros destacados señores
Goa’uld que le servían. Al verlo, se apresuraron a arrodillarse junto a Svak.
Estos eran sus gobernadores militares que regían sus territorios fronterizos.
—¡Mi dios! —saludaron todos los Goa’uld.
En reuniones oficiales, se mantenían de pie, pero en privado,
seguían la tradición Goa’uld y mantenían el protocolo, al igual que exigían a
sus siervos Goa’uld menores. Dado que el ego de Korr también era enorme, no les
reprochaba esto.
—Svak, comienza tu informe —ordenó Korr con voz de Goa’uld.
—Mi dios, los humanos del territorio están satisfechos. Como
mi dios ordenó, los alborotadores han sido neutralizados de manera política,
reduciendo sus posibilidades de ascenso social y exponiendo sus faltas y
carencias morales entre sus seguidores —informó Svak—. Mi dios, es un juego
ciertamente interesante —agregó Svak con una sonrisa, mientras los Goa’uld a su
alrededor asentían.
—Supuse que les gustaría —dijo Korr.
—Mi dios, la Tierra es un mundo intrigante —intervino Mot, y
los demás Goa’uld asintieron.
Korr supuso que querían ir a la Tierra y participar en las
luchas por el poder, pero él no podía permitir eso; la Tierra debía mantenerse
estable.
—Mot, la Tierra está en mis planes y debe mantenerse estable
para asegurar nuestro imperio en el futuro —dijo Korr con seriedad.
—Mi dios, esos necios señores del sistema ya han intentado
destruir a los Tau’ri en varias ocasiones —intervino Nerul.
—Mi dios, la Tierra corre peligro. Deberíamos reclamar su
territorio y asegurarnos de que los señores del sistema no tengan acceso a él
—propuso Mot.
Korr sonrió interiormente; todos sus señores Goa’uld
compartían la misma preocupación, que los señores del sistema invadieran la
Tierra y cortaran su conexión a internet.
—Tranquilos. Si la Tierra se ve en peligro, ordenaré
intervenir. De momento, se las arreglan bien contra los señores del sistema y
no parecen necesitar ayuda. Están bajo la protección de los Asgard, por lo que
un ataque directo es poco probable —tranquilizó Korr.
NA 1: Los Goa’uld se han vuelto adictos a Internet después de
solo dos años. La Tierra ha asegurado una fuente estable de recursos y ha
comenzado la producción industrial de naves.
NA 2: En el siguiente capítulo, llegamos al final de la
tercera temporada con la llegada de los replicadores insectoides y Thor.