Capítulo 18 Ascendidos
El Desconocido llegó al puente de la nueva nave nodriza de
Apophis, quien estaba sentado en su gran trono dorado, siendo alabado y
reverenciado por unas seis sirvientas. Él se deleitaba mirando los escombros
que se mostraban en las ventanas y pantallas.
—Nut, bienvenido —dijo Apophis, mientras sus ojos brillaban
de emoción.
—¿Mi señor está complacido? —preguntó la ilusión que el Desconocido
creaba para Apophis.
Apophis se carcajeó, y sus señores más cercanos se unieron al
Desconocido para reverenciarlo. Todos ellos fueron invitados a esta batalla…
No, fue una victoria absoluta. La necedad de Herur-ur había sido su condena.
—Mi señor, en verdad eres un dios —alabó Zipacma, uno de los
más leales sirvientes de Apophis.
El Desconocido lo había estado observando, ya que era uno de
los pocos Goa'uld que conservaban la cordura entre los seguidores de Apophis. Él
pensaba convertirlo en uno de sus comandantes, pero solo era un Goa'uld de
rango medio, no digno de ser su portavoz entre los señores del sistema cuando
llegara el tiempo de revelarse ante ellos. Y ahora que los Tok'ra habían
interferido con sus planes, el Desconocido también necesitaba adelantarlos y
para eso, necesitaba aliados.
—Nut, tendrás el honor de anunciar mi victoria sobre Herur-ur
y convocar a mis fuerzas para la batalla contra Korr. Pronto, esa pequeña larva
caerá y un nuevo señor supremo nacerá. Los Tok'ra, los Tau'ri y los rebeldes
Jaffa le acompañarán en su caída —sentenció Apophis, y su corte y los Jaffa le
alabaron y se arrodillaron. El Desconocido sonrió.
...
—¡Qué! ¿Cómo? —preguntó Daniel con tono alarmado después de
que Jacob, que había llegado hace unos minutos, les dijera que Herur-ur fue
asesinado por Apophis y que ahora este lideraba sus ejércitos y señores.
—Apophis se ha presentado en el planeta principal de
Herur-ur, exigiendo su rendición. Él llegó hasta allí en su nueva nave nodriza,
mientras la flota de Herur-ur se concentraba en conquistar territorios en sus
fronteras.
»Herur-ur contaba con una guardia personal de veinte Ha'tak,
pero la nueva nave de Apophis los superó con facilidad y Herur-ur cayó —explicó
Jacob.
—¿Nueva nave?, ¿la misma que destruimos hace un par de meses
atrás, justo para evitar algo como esto? —preguntó Jack con enojo.
—Al parecer, Apophis ya tenía previsto nuestro ataque y tenía
dos astilleros preparados, uno de ellos aún no lo hemos localizado. Es un señor
del sistema, dispone de cientos de planetas para ocultar lo que quiera, y hay
miles de otros planetas libres en su territorio, y eso solo contando los mundos
que son habitables. La cifra llega a millones si contamos los demás —explicó
Jacob.
En conclusión, si un señor del sistema quería ocultarles
algo, no había forma de descubrirlo.
—Jacob, ¿qué consecuencias podríamos esperar de esto?
—preguntó el general Hammond.
—Apophis nos ha ahorrado tener que predecir sus movimientos,
pues al terminar con Herur-ur, ha convocado a sus fuerzas y ha fijado su
objetivo contra Korr. También ha enviado un ultimátum a los demás señores del
sistema, exigiendo su rendición —informó Jacob.
—Parece tener mucha confianza —dijo Daniel con pesar.
Considerando que Apophis ya tenía la flota de Sokar, superior
a la de los señores del sistema, y ahora también sumó la de Herur-ur, el
segundo señor del sistema más poderoso, su confianza en sí mismo se podía
entender.
—No entienden la gravedad de esto. Apophis ha convocado a sus
señores menores a la batalla, y según nuestros informes preliminares, su flota
podría superar las quinientas naves nodrizas, sin mencionar a los Al’kesh y
tropas de tierra. Korr podría verse abrumado, y si el señor del sistema cae,
Apophis no tendrá rival. Él comandará las fuerzas de los señores del sistema, y
vendrá por nosotros, la tierra y los rebeldes Jaffa —explicó Jacob.
—¿Quinientas Ha’tak? —preguntó Maybourne con algo de
incredulidad—. ¿No tenía Sokar solo unas setenta o algo así? —preguntó. Jacob
hizo una mueca.
—Apophis ha construido más, pero no superarían unas cien en
su flota personal, sumando otras cincuenta de la flota de Herur-ur. El resto de
la flota pertenece a parte de sus señores menores —dijo Jacob. Daniel estaba
aturdido.
—Disculpa, ¿no eran los señores del sistema los Goa’uld con
más naves? —preguntó Jack.
—Señor, a cada señor del sistema le sirven cientos de señores
menores, y con la muerte de Ra, ya no hay quien controle la producción de
Ha’taks. Es lógico pensar que cada señor menor ha estado organizando sus
fuerzas desde la muerte de Ra. Lo extraño es que el número no sea mayor —dijo
Sam mirando a Jacob.
—Es mucho mayor, pero Apophis no dejará sus territorios sin
vigilancia, y suponemos que las fuerzas que deja detrás formarán una segunda
flota, por si los señores del sistema se unen a la batalla —explicó Jacob.
—Entonces tenemos una guerra formal por el poder —dijo el
general Hammond.
—No podemos permitir que esta guerra tenga lugar. La rebelión
Jaffa se basa en la debilidad Goa’uld, si ellos actúan con fuerza, nuestro
impulso se verá debilitado —dijo Teal’c.
—No podemos hacer nada, el ataque sorpresa de Apophis sobre
Herur-ur ha sido demasiado repentino, y ahora Apophis no deja su nave nodriza,
a la cual no podemos acceder de ninguna forma —explicó Jacob.
—Eso quiere decir que los brazaletes no podrán ser usados
—dijo Daniel, y Jacob asintió.
—La Tok’ra no te envió a proponer planes, sino a buscarlos
—dijo Sam, y Jacob volvió a asentir.
—Bien, no hay mejor momento para llamar a nuestros aliados
—dijo Jack mirando al general Hammond.
…
—Padre, la Tierra pide nuestra ayuda para detener los planes
de guerra de Apophis —informó 02, mientras Korr observaba cómo la flota de
Apophis se organizaba en su contra.
Korr sacudió el puño contra el reposabrazos de su trono, y
sus ojos brillaron de furia. Él había estado recibiendo noticias sobre los
movimientos de Apophis contra Herur-ur, dándose cuenta de que todos sus planes
habían sido trastocados, por lo que estaba enojado.
—¡Anubis! —reprendió Korr. No había forma de que Apophis
trastocara sus planes de esta forma.
Korr se levantó de su trono en el puente de la Leviatán. Allí
estaban él y 02, observando un holograma de los territorios de Apophis y de las
fuerzas que reunía. Los señores menores bajo su mando tenían cinco veces más
naves que Apophis, pero no se atreverían a hacerle frente, por temor a ser
traicionados por sus iguales. Esto era un desastre, y Korr no se había pasado
casi cuatro años planeando para que Anubis sacara provecho de él.
Korr hizo un movimiento hacia el holograma, y este fue
sustituido por otro mapa, pero este era uno temporal.
—¡Ahora veamos, pequeña alimaña, donde empezaste a trastocar
mis planes, y entonces veremos si estando fuera de la existencia, puedes
causarme alguna molestia! —dijo Korr con enojo.
—Padre, no pudo interferir desde hace más de un año —dijo 02.
Korr asintió en acuerdo, y la leviatán se preparó para un salto temporal de un
año. Él resolvería este asunto sin revelarse al Korr de ese tiempo…
Korr parpadeó y miró a 02, que lucía igual de confusa que él,
porque el salto temporal no se produjo. Korr frunció el ceño y después de
comprobar todo, lo volvió a intentar, pero de nuevo, no hubo ningún salto, ni
siquiera el más mínimo efecto temporal. Korr pensó por un par de segundos, y
volvió a sentarse.
—Entiendo, mis planes no son de su agrado. Anubis es su forma
de molestarme —dijo Korr, porque esa era la única explicación posible, pues la
otra opción era que de repente, la física se hubiera ido de vacaciones, y el
salto temporal ya no funcionara.
—Padre, ¿hablas de los ascendidos? —preguntó 02 con tono
extrañado—. ¿No dijiste que no interferirían con nosotros? —preguntó. Korr
sonrió.
—Y no lo han hecho, sospecho que se limitaron a esforzarse
menos de lo que deberían con Anubis. Entonces, debo suponer que no me enfrento
a un semi ascendido con algunos conocimientos, sino a algo más terrible, y es
muy posible que tenga los mismos conocimientos que poseo, o al menos el mismo
nivel tecnológico —explicó Korr, y volvió a mover su mano, para que el mapa de
los territorios de Apophis se mostrara.
Él no contaba con que los ascendidos interfirieran, pero con
Anubis en sus manos, ellos podían hacerlo sin romper sus propias reglas, y eso
suponía muchos problemas para Korr, porque no conocía el alcance de su
interferencia.
—Anubis, solo eres una reliquia del pasado, no tienes idea de
lo grande que es este universo y del alcance de mis planes. ¿Quieres una guerra?,
¡no hay forma de que ganes! —sentenció Korr—. ¿Cuántas Ha’tak poseemos
actualmente? —preguntó Korr.
—Padre, actualmente, en la flota conjunta, hay seiscientas
naves —respondió 02, que era la comandante suprema de su flota.
—¿Cuánto tiempo tardará en llegar Apophis? —preguntó Korr.
—Un mes para implementar las mejoras en su flota, otro mes
para llegar aquí una vez lo haya hecho, pues sus naves Ha’tak solo han
alcanzado un cincuenta por ciento de eficiencia en la obtención de energía del
naquadriah, y están muy lejos de nuestro territorio —explicó 02, mientras el
mapa de la galaxia mostraba una vista general, con el territorio de Apophis y
el difunto Herur-ur a más de media galaxia de distancia uno de los otros.
—Eso es conveniente para Anubis, imagino que es así, para
cuando Apophis caiga, yo no pueda ir a reclamar sus territorios. Si lo hiciera,
nuestro imperio estaría dividido en dos —dijo Korr.
—Anubis planea ver nuestra fuerza, podemos eliminar a Apophis
y terminar con su rebelión, sin que se produzca una batalla —propuso 02.
—Y entonces Anubis buscará al siguiente señor del sistema que
se apodere de la flota y sus territorios, y lo enviará en nuestra contra, como
ha hecho con Apophis —replicó Korr—. No, debemos asumir lo peor, y deshacernos
de estas fuerzas de una vez por todas, para que no vuelvan a ser usadas en
nuestra contra, y de una vez advertir a las posibles marionetas de Anubis.
»Eso le obligará a dar la cara, y entonces veremos qué está
dispuesto a apostar… —Korr guardó silencio y parpadeó. «¿Por qué debía él
esperar a que Anubis hiciera su apuesta?, de todas formas, ¿no tendría él que
igualarla luego?
—02, mejora las armas y escudos de nuestros Ha’tak con
tecnología alteran, y adviérteles a los señores del sistema que tendré sus
cabezas si localizo más de una de sus naves presenciando esta batalla —ordenó
Korr.
—Sí, padre —dijo 02 y se transportó para prepararlo todo.
Korr abrió comunicaciones porque los Asgard llevaban varios
minutos llamándole, y en frente de él apareció el holograma de Thor en su trono
Asgard, del otro lado del mapa que mostraba la galaxia.
—Saludos, Korr —dijo Thor.
—Saludos —dijo Korr, y Thor vio el mapa de la galaxia con las
fuerzas de Apophis y las suyas por algunos segundos.
—Extraño movimiento para un señor Goa’uld, y su avance
tecnológico tampoco es ordinario —dijo Thor.
—Hay alguien más detrás de él, y sospecho que posee nuestra
misma tecnología. Este es su movimiento para confirmar mi fuerza —explicó Korr
sin esconder nada; los Asgard ahora eran su mejor carta para que Anubis no
desbaratara sus planes por completo.
—¿Quién podría poseer tal nivel tecnológico? —preguntó Thor.
—Un ascendido —dijo Korr con sinceridad. Thor parpadeó y
guardó silencio por unos segundos.
—¿Pudo un Goa’uld ascender? —preguntó después de reflexionar
por varios segundos.
—Anubis, y ha tenido mil años para aprender muchas cosas.
Ahora soy su objetivo, pero sospecho que pronto tendrán problemas similares,
así que espero que no se estén vanagloriando en su victoria contra los
replicadores y se estén tomando en serio el refuerzo de su flota —dijo Korr.
—Crees que Anubis posee la tecnología de los replicadores
—dijo Thor, ignorando su comentario y estableciendo prioridades.
—Es posible, yo diría que es un hecho, pero ni Anubis estaría
tan loco para usar a los replicadores en una guerra —dijo Korr.
—Podría hacerlo, si lo arrinconamos —dijo Thor, que al
parecer tenía poca confianza en la cordura de los Goa’uld. Korr pensó en ello.
—Es posible —dijo después de varios minutos—. Entonces,
debemos capturarlo antes de que se sienta desesperado —propuso Korr.
—¿Puedes localizarlo? —preguntó Thor.
—No he conocido a ningún ascendido, pero con el tiempo,
ganará confianza y se mostrará —dijo Korr con seguridad.
Un Goa’uld no soportaría esconderse; eran demasiado
orgullosos y necesitaban presumir. En cuanto Anubis se sintiera seguro, él
daría la cara.
—Entonces, es mejor no darle motivos para que se mantenga
oculto —concluyó Thor.
—Bien, pero espero que comprendan que el botín en esta guerra
se repartirá según la participación en ella —advirtió Korr, porque estos tipos
se estaban escaqueando del conflicto. Korr sospechaba que no le tenían mucha
confianza y temían una emboscada.
—No esperaríamos otra cosa —dijo Thor—. Y sin duda estaremos
preparados —advirtió.
—Bien, espero que lo estén, porque pienso mejorar mis naves
con escudos y armas alteran, y si estoy en lo correcto, Anubis hará un
movimiento después de eso para añadir sus propias ventajas en esta guerra.
Aunque si tiene a los replicadores consigo, nunca creará nada que pueda
superarle —dijo Korr.
—Eso también sería igual para nosotros —dijo Thor.
Korr tuvo que estar de acuerdo y asintió. Enviar su máxima
tecnología contra un adversario que se sospechaba tenía acceso a los
replicadores era poner una soga en su propio cuello. Su tecnología más avanzada
debía ser usada con precisión quirúrgica para asegurar la captura de Anubis.
Korr hizo una mueca al tiempo que hacía un gesto hacia el
mapa galáctico, que en apenas algunos segundos, solo mostraba su propio
territorio.
—Mis satélites contienen la tecnología más avanzada de la que
dispongo, no puedo dejarlos en territorio enemigo sin arriesgarme a que caigan
en manos de Anubis —explicó Korr. Thor asintió.
—Retiraremos nuestras propias sondas; me temo que nuestra
información dependerá de los Tok’ra —dijo Thor.
—Anubis ya sabe de ellos y logró burlarles; no confíes
demasiado en lo que dicen —advirtió Korr. Si caían en una emboscada debido a
información falsa, sería un desastre.
—Entiendo, estaré observando la batalla —dijo Thor.
—Mis naves estarán mejoradas; cuidado con el fuego cruzado
—advirtió Korr.
—Mi nueva nave insignia, la O’Neill, posee capacidades
superiores a cualquier nave de combate Asgard, y recientemente, hemos añadido
algunas mejoras.
»Casi es una lástima que no podamos probarla en contra de los
replicadores —alardeó Thor.
Korr puso los ojos en blanco; estos tipos no podían quedarse
quietos y siempre estaban mejorando su tecnología, por eso los replicadores se
habían pegado a ellos como si fueran dulces, y aún así no aprendían.
—Bien, supongo que recordarles a los señores del sistema su
existencia evitará que quieran quedarse sin naves con las que defenderse al
arriesgarlo todo en una guerra —dijo Korr. Thor asintió.
…
Daniel se encontraba en una reunión donde se discutía su
siguiente misión cuando fueron interrumpidos por Thor, cuyo holograma se
presentó en el lugar. Allí también estaba Jacop y Anise de los Tok’ra, junto a
03, porque la misión que discutían tenía que ver con la inminente batalla entre
Apophis y Korr.
—Saludos, general Hammond, SG1, Jacop —dijo Thor y les dedicó
un asentimiento al resto de los presentes.
—Thor, al fin…
—Me temo, O’Neill, que no podemos interferir en un conflicto
interno entre los Goa’uld —interrumpió Thor, sabiendo lo que iba a decir Jack.
Jack hizo una mueca.
—Creo que estamos llevando demasiado lejos eso de no
interferir —dijo Jack—. Ya parecemos Tollan —se quejó.
—Este conflicto no debería preocuparles demasiado —dijo Thor
mirando a 03. Daniel no entendió la indirecta, pero lo que dijo de forma
directa también era importante.
—¿Si no debemos preocuparnos por este conflicto, no deberían
ser eso buenas noticias para nosotros? —preguntó Daniel. Sam asintió en apoyo.
—Me temo que esta guerra ha sido planeada desde las sombras
por otro Goa’uld, uno más peligroso que Apophis. Creemos que ha actuado en las
sombras por algún tiempo, pero con la creciente rebelión de los Jaffa, ha
decidido actuar antes de permitir que la rebelión siga adelante —explicó Thor.
Daniel entendió; este Goa’uld pretendía volver a unificar a
los Goa’uld nombrándose señor supremo y luego encargarse de la rebelión Jaffa.
—Si los Asgard no interferirán, ¿por qué está usted aquí?
—preguntó Sam.
—Supongo que están pensando acudir al campo de batalla usando
una de sus naves —dijo Thor, y el general Hammond asintió.
—El presidente piensa que esta es una buena oportunidad para
medir el alcance de la amenaza goa’uld, la capacidad de sus naves y sus
estrategias y tácticas de batalla —explicó el general Hammond.
—Eso hemos pensado, pero como les he dicho antes, hay alguien
en las sombras que tiene un plan parecido al suyo, por lo que no puedo permitir
que usen sus naves para tratar de infiltrarse; eso podría poner a la Tierra en
riesgo, y no sabemos el alcance de las fuerzas de este nuevo enemigo, por lo
que provocar un enfrentamiento por la Tierra es desaconsejable —explicó Thor.
Los asgard temían que sus naves fueran descubiertas y la
Tierra quedara expuesta, con lo que los goa’uld atacarían, y ellos tendrían que
intervenir. Daniel sabía que los asgard se estaban recuperando de la guerra
contra los replicadores y no debían contar con una flota en condiciones para
enfrentar una guerra total.
—Thor, necesitamos esa información —dijo Jack, y Thor
asintió.
—El consejo asgard supuso que no aceptarían quedarse atrás,
por lo que les ofrezco llevarles en la O’Neill y darles una copia de lo que
recolecten sus sensores —propuso Thor.
—Eso sería una gran ayuda —apoyó Sam.
—La Tok’ra también agradecería tal colaboración —dijo Jacop,
y Thor asintió.
—¿No sería un problema para los asgard si su nave fuera
localizada en un campo de batalla goa’uld? —preguntó Daniel. Si ellos corrían
el riesgo de ser descubiertos, los asgard también.
—No estaremos allí de incógnito; ya hemos hablado con los
señores Goa’uld involucrados en la batalla y advertido de nuestra presencia, la
cual han aceptado. Los demás señores del sistema también enviarán una nave para
representarles y presenciar la batalla —explicó Thor.
«Siempre se puede contar con los goa’uld para ser
arrogantes», pensó Daniel.
—Bien, ¿cuándo partimos? —preguntó Jack.
…
—Parece que nos preocupamos demasiado; este señor Korr en
verdad tiene una buena flota —dijo el coronel O’Neill, mirando la flota de su Dios,
cuando la nave Asgard salió del hiperespacio.
03 también observó todo desde el puente de la O’Neill,
captando todo el campo de batalla mientras la nave Asgard escaneaba todo. A él
le tomó un segundo crear una proyección de la flota en su mente, aunque solo
usaba sus ojos.
Su dios había traído más del noventa por ciento de la flota
imperial, liderados por 02, que ocupaba el centro de la vanguardia con su nave
insignia. La flota ya estaba desplegada a unos pocos miles de kilómetros de uno
de sus planetas fronterizos. Habían seiscientos ha’tak y ochocientos Al’kesh.
Los cazas aún no habían sido desplegados.
La flota estaba dividida en tres líneas de ha’tak, dos al
frente y una línea de retaguardia. Detrás de la primera línea de Ha’taks,
liderados por la nave insignia de 02, estaba la mitad de los Al’kesh, y detrás
de la segunda, la otra mitad. No había Al’kesh en reserva; su dios iría con
todo. Él planeaba una batalla rápida, se veía que estaba enojado porque esta
batalla no debía suceder y Herur-ur había muerto.
Su dios planeaba que todos los señores del sistema le
sirvieran en el futuro, y también pensaba tomar el poder, obligando a los
goa’uld a arrastrarse a sus pies para que lo vieran como el salvador de la
especie.
Ahora, Anubis había aparecido y trastocado todos sus planes,
planteando una guerra que su dios no quería. Pero él no podía evitarlo porque
detrás del milagroso ascenso de Anubis, estaban los ascendidos, que al parecer
preferían entregar la galaxia a Anubis a que los planes de Dios se llevaran a
cabo. A sus ojos, Anubis era el mal menor, y no confiaban en lo absoluto en su Dios.
03 apretó los puños con ira, porque esto quería decir que,
para los ascendidos, la vida de los habitantes de esta galaxia era solo
números. Los Alteran eran una especie que no sería de su agrado, y la mayoría
de los ascendidos de esta galaxia eran de esta especie, conservando la mayoría
de sus ideas y costumbres. La existencia de su dios en este mundo era una
amenaza para ellos, y para 03 estaba claro que su preocupación por los planes
de su dios era solo un teatro.
—¿Su imperio tiene alguna enemistad con los goa’uld? —le
preguntó la mayor Carter, y 03 se dio cuenta de que su ira era evidente, pero
parpadeó ante la pregunta.
03 miró al grupo de observadores, compuesto por Thor, sentado
en su trono Asgard, el SG1, el coronel Maybourne, y dos Tok’ra, Anise y Jacob.
En medio de ellos, se estaba formando un holograma con la situación de las
naves, pues su vista no podría captar todo el campo de batalla como la de 03.
—No, no tengo ninguna enemistad contra los goa’uld —dijo 03
mirando a los dos Tok’ra.
Anise se apresuró a poner la mano sobre el hombro de Jacob,
cuyo simbionte se negaba a aceptar el nombre de su especie. Un comportamiento
interesante en opinión de 03, pero no era el momento de hacer estudios del
tema, ni le interesaba, debido a la situación actual.
03 miró el holograma que se estaba formando.
—Esta es una batalla que no debió suceder, y tampoco esta
guerra. Todo es producto de una intervención externa —explicó 03.
—03, pensamos igual. Creo que estaremos de acuerdo en
capturar a esta serpiente llamada Anubis y darle una pequeña lección —dijo el
coronel O’Neill. 03 suspiró.
—Me temo, coronel O’Neill, que los responsables de esta
guerra están más allá de nuestro alcance, y Anubis es solo el resultado de su
intervención —explicó 03 con impotencia.
Thor le dirigió una mirada significativa, pero 03 no se
sentía con ánimos de ocultar lo sucedido, y tampoco le veía ninguna relevancia.
—Oigan, ¡pensé que éramos amigos! —se quejó el coronel
O’Neill, que al igual que el resto del grupo, se dio cuenta de la insinuación
de Thor para que no hablara del asunto.
—¿Hay alguien más detrás de Anubis? —preguntó Jacob con
seriedad.
—No —dijo Thor.
—No —dijo 03.
—Bueno, ahora no entiendo nada —dijo el coronel O’Neill.
—Él dijo que Anubis es el resultado de la intervención de
alguien más; eso no tiene que significar que haya alguien detrás de él, solo
que alguien ha intervenido para que él nos esté causando problemas ahora, y ese
alguien ni siquiera tiene por qué ser nuestro enemigo.
»Aun así, sería el responsable de todo. En resumen, hemos
sido descartados como una baja aceptable —intervino el coronel Maybourne, y 03
asintió en acuerdo.
—Eso realmente puede enojar a la gente. ¿Quiénes son estas
personas? —preguntó el coronel O’Neill a Thor, que reflexionó por un par de
segundos antes de responder.
—Es posible. La situación actual es peligrosa, y su análisis
de la situación puede estar en desacuerdo con nuestros puntos de vista, por lo
que pudieron decidir no arriesgarse —dijo Thor mirándole a él al final.
—Mi dios desea la paz. Si sus métodos no les parecen
apropiados, está dispuesto a escuchar razones. Pero esto —dijo 03 mirando el
holograma—. Es un acto de guerra, y sus resultados podrían ser devastadores
para cientos de miles de millones de seres inteligentes —dijo 03.
Él en verdad, estaba enojado con este asunto y no entendía la
posición del asgard, pues al igual que él, debería poder ver lo que hay detrás
de todo esto, no más que indiferencia.
—Comprendemos eso. Pero antes, nuestras opiniones también han
diferido. Y el camino que hemos tomado como especie, también lo ha hecho. Ellos
decidieron ascender, nosotros conservar nuestra existencia.
»Para ellos, el libre albedrío era lo más importante; para
nosotros, la vida es lo más importante, y aunque los asgard no compartimos esta
decisión, creemos que su intervención puede no ser lo que pensamos, y también
es posible que no actuaran en su conjunto, pues no se ha producido una
intervención directa —replicó Thor.
—¿No sería eso indiferencia? —preguntó 03.
—Eso es posible —admitió Thor.
03 suspiró, porque si los asgard tomaran partido con
facilidad, ellos tendrían otra guerra en marcha en este momento.
—Hmmm… —carraspeó el coronel O’Neill—. No somos psíquicos
aquí —se quejó.
—A la Tok’ra también le gustaría saber la identidad de estas
personas —dijo Jacob, y por su tono de voz, quien hablaba era Selmak, el tok’ra
que compartía su cuerpo.
—Ustedes les conocen como los Antiguos, pero ellos ya no son
parte del plano material y han alcanzado lo que algunos conocen como ascensión…
—03 explicó de forma somera lo que eran los ascendidos.
Los presentes le miraron con algo de incredulidad, y al final
miraron a Thor, que asintió para indicar que estaba de acuerdo con él.
—Esto es increíble —dijo Daniel con asombro.
—Entre las leyendas jaffas, se habla de la ascensión
—intervino Teal’c.
—No eran los antiguos pacifistas, ¿cómo es que ahora nos
echan a un goa’uld encima? —preguntó el coronel O’Neill mirando a Daniel.
—Apenas tenemos indicios de su civilización —dijo Daniel y
miró a Thor.
—Los Antiguos eran pacíficos, pero a diferencia de los Nox,
estaban dispuestos a intervenir en ciertas situaciones. Ahora que han
ascendido, no interfieren de ninguna forma, no hemos hablado con ellos desde
entonces —explicó Thor.
—¿Disculpen? —preguntó Jack para señalar que justo ahora
habían intervenido.
03 les explicó que Anubis también era un ascendido, y él
sospechaba que los ascendidos le habían dejado conservar parte de sus
recuerdos.
—En serio gente, necesitamos algo más de diplomacia en esta
galaxia, siento que todos aquí están demasiado dispuestos a apretar el botón
rojo —se quejó el coronel O’Neill con amargura.
—El plan del Emperador no es algo simple, O’Neill —dijo
Thor—. Los asgard también hemos visto el gran peligro que representa, y más
cuando este está sobre los hombros de una sola persona —agregó.
Parecía que nadie podría cambiar la opinión del asgard sobre
los Alteran, por lo que 03 decidió que era una conversación sin sentido y
volvió a observar la flota; esta vez, él observó el holograma creado por la
nave asgard, pues sus sensores eran mejores que su propia vista.
Los demás siguieron preguntando por los Alteran por algunos
minutos más.
…
—Parece que este señor tiene diferentes flotas —comentó
Maybourne un rato después, señalando varias naves ha’tak que tenían grabados en
relieve en sus pirámides, con el símbolo de varios señores menores, y según su
posición, parecían liderar grupos de ellas.
—El señor del sistema Korr no deja que sus señores menores o
medios construyan armas o naves; incluso los jaffas pertenecen a un ejército
central. Los comandantes de las flotas son asignados de entre los señores que
gobiernan la frontera. En cuanto al comandante de la flota de Korr, es un jaffa
—explicó Thor. Maybourne frunció el ceño.
—Un ejército y una flota modernos, este señor goa’uld es una
verdadera amenaza —sentenció el coronel Maybourne.
—¿Cómo es que aún no conocíamos a este tipo? —preguntó el
coronel O’Neill a su equipo.
—O’Neill, me temo que no había escuchado de él —dijo Teal’c.
—Señor, sus territorios parecen estar muy alejados de nuestra
zona de la galaxia, pero eso no explica por qué ninguno de nuestros equipos ha
llegado a su territorio. Haré una revisión en cuanto volvamos de esta misión
—propuso la mayor Carter, y el coronel O’Neill asintió, mientras una nave
solitaria salía del hiperespacio a unos cientos de kilómetros de ellos, y el
grupo centró su atención en ella, pues también tenía la marca de un señor del
sistema.
—Pertenece al señor Yu, uno de los más antiguos y poderosos
señores del sistema —explicó Teal’c.
—¿Y qué hace aquí? —preguntó el coronel O’Neill.
—Ellos nos están llamando —dijo Thor, y con un movimiento de
su mano, una pantalla apareció en frente de ellos.
En la pantalla se mostró un jaffa de rasgos asiáticos, que tenía
la marca de Yu en la frente.
—El señor Yu envía sus saludos al comandante de la flota
asgard —dijo el jaffa, que por su marca era el primer principal de Yu, y como
el trono detrás de él estaba vacío, eso significaba que el señor Yu no estaba
allí.
Thor respondió con un asentimiento y cerró la comunicación.
El coronel O’Neill levantó una ceja, pero otra ventana hiperespacial apareció,
y esta vez era un ha’tak con la marca del señor del sistema Cronos.
Thor abrió otra comunicación, y un jaffa que era el primado
de Cronos presentó sus saludos en nombre de este. Thor volvió a asentir y cerró
la comunicación, mientras más ha’tak de los señores del sistema llegaban, uno
por cada uno de ellos, y todos abrieron comunicación para saludar.
La última ha’tak en llegar fue la del señor del sistema
Ba’al, pero al abrir comunicaciones, no era su primer principal quien saludaba,
sino el mismo Ba’al, aunque esto era una retransmisión, él no estaba en esa
nave.
—Saludos, comandante Thor —dijo Ba’al, y sin esperar a que
Thor asintiera, sonrió al ver al SG-1 y a los tok’ra.
—El SG-1 —dijo Ba’al con una sonrisa—. Les he extrañado en
mis territorios, robando mis armas y saqueando mis recursos. ¿Acaso la tok’ra
les ha regalado otra nave recientemente? —preguntó Ba’al con un tono
insinuante.
—Ba’al, ¿cierto? —preguntó el coronel O’Neill.
Ba’al no se molestó porque él ignorara su título; para él,
los humanos eran monos vistosos, no les tenía ningún respeto y no se molestaría
por que fueran irrespetuosos, solo le sorprendería si lo llamaran señor.
—Bueno, Ba’al, al parecer desde la última vez que intentaste
inculpar a la Tierra y los asgard amenazaron patear sus traseros, ya no se
produjeron más asaltos —dijo el coronel O’Neill con tono acusador.
—Sí, es extraño; desde ese entonces, los ataques parecen
provenir de otros señores del sistema, pero siguen siendo extraños porque aún
no logré capturar ninguno de estos supuestos jaffas —replicó Ba’al, usando el
mismo tono acusador y dejando claro que estaba convencido de que los humanos
seguían asaltando territorios goa’uld, solo que habían cambiado sus métodos.
—Ba’al, su incompetencia para manejar a los asaltantes en su
territorio no es asunto nuestro; somos exploradores pacíficos y solo exploramos
en busca de amigos —dijo el coronel O’Neill.
—Eso es interesante, por qué no vienen a mi planeta y me
visitan, les aseguro que su estancia será algo inolvidable. Me gusta mucho
tener invitados —ofreció Ba’al, y Thor cortó la comunicación.
—Podía manejarlo —dijo el coronel O’Neill.
—O’Neill, es preferible no hablar con el señor del sistema
Ba’al, pues tus palabras pueden revelar más de lo que quisieras —aconsejó Thor.
—¿Los demás señores del sistema también eran conscientes de
nuestra presencia en este lugar? —preguntó Daniel Jackson, y todos lo miraron.
—Esas serpientes en verdad me caen mal —dijo el coronel
O’Neill al darse cuenta de que todos los demás señores del sistema los habían
ignorado.
…
—La flota del señor del sistema Apophis está llegando —dijo
Thor y una gran ventana hiperespacial se abrió.
De la ventana hiperespacial, salieron cientos de naves ha’tak
a unos pocos miles de kilómetros de ellos y de la flota que custodiaba el
planeta, entrando en formación.
Con la flota enemiga, llegaron una gran cantidad de al’kesh,
y sus ha’tak desplegaban planeadores de la muerte. En la retaguardia de la
flota, emergió una gran nave de al menos tres kilómetros, que había sido la
perdición de Herur-ur, y era la nueva nave insignia del señor del sistema
Apophis.
El SG-1 y los tok’ra lucieron alarmados al ver el número de
Ha’tak. Thor, que ya debió ver sus números mucho antes de su llegada, asintió.
—Hay más de mil ha’tak y tres mil al’kesh —confirmó Thor.
—¿Deberíamos alarmarnos? Les recuerdo que Apophis nos tiene
un odio especial —dijo el coronel O’Neill, al tiempo que una ventana de
comunicación se mostraba, y Apophis estaba en ella.
Apophis no ignoró al SG-1, y al momento su expresión de
superioridad se tornó iracunda.
—¡Humanos, Tok’ra, los asgard no podrán protegerlos esta vez!
—reprendió Apophis, y él mismo cerró la comunicación.
—Creo que podríamos estar en algunos problemas —dijo Daniel
Jackson.
…
Korr observó la llegada de la flota de Apophis desde su trono
en el puente de la Leviatán. Como él supuso, Anubis había enviado a Apophis con
todas sus fuerzas, incluyendo las fuerzas de los señores medios y señores
menores en su territorio.
Esto parecía algo contraproducente para el propio Anubis
porque serían naves que luego no podría robar, pero a Korr le parecía lógico,
pues ya imaginaba que Anubis tenía con él a los replicadores y de seguro ya
había visto la amenaza que eran los señores menores construyendo naves sin
ningún control, y ahora planeaba deshacerse de ellos. Así podría ocupar sus
territorios luego y evitar que estas naves fueran usadas en su contra, aunque
su principal objetivo seguía siendo comprobar las capacidades de su flota.
—Padre, la flota enemiga se acerca a distancia de tiro
—informó un holograma de 02 a su lado.
En frente de Korr, estaba un holograma que mostraba ambas
flotas en la batalla y más allá, los señores que le servían como comandantes.
—Comiencen la batalla, no quiero que ninguna de esas naves
escape —ordenó Korr.
—¡Activen los inhibidores! —ordenó 02, y una potente señal
interrumpió las comunicaciones por un segundo.
Luego, su flota disparó, y las naves comenzaron a avanzar y a
disparar con los cañones de sobrecarga de escudos. La nave de 02 tomó el
frente, y solo uno de sus disparos hizo colapsar los escudos enemigos, mientras
que a las demás naves les tomaba dos a tres disparos.
Solo en la primera carga, más de cien ha’tak enemigas
quedaron sin protección y algunas fueron destruidas por el fuego de sus propios
aliados.
Debido a su ataque inicial, que ya había inutilizado cien
ha’taks, Apophis comprendió que sus naves ya no estaban en el mismo nivel, y
solo segundos después de haber llegado, él ya activaba sus motores
hiperespaciales para salir huyendo; ni siquiera había tenido tiempo para
amenazarlos.
La nave de 02 abrió una ventana hiperespacial, dejando la
batalla y apareciendo en la retaguardia de Apophis.
La nave de Apophis ya había detectado la ventana
hiperespacial, y sus armas dispararon sobre la nave de 02, impactando su casco
sin que ningún escudo detuviera los impactos. No se produjo ninguna explosión,
aunque las armas de la nave de Apophis dejaron marcas de zonas quemadas y un
par de agujeros, que, si se miraba de cerca, revelaban tejido orgánico debajo
del casco.
La nave de 02 disparó después de recibir los impactos, y un
haz de partículas destruyó la parte central de la nave de Apophis, dividiéndola
en dos, al atravesar sus escudos como si no estuviesen allí.
El haz de partículas no se detuvo allí y destruyó todo en su
camino por algunos cientos de kilómetros, llevándose decenas de otras naves con
el mismo ataque, antes de que la nave de Apophis, que estaba dividida en dos,
empezara a separarse y a explotar por todos lados.
La flota de Apophis vio cómo su señor se había convertido en
átomos, y de una vez intentaron huir, pero en medio de ellos aparecieron más de
ochocientos al’kesh, que habían estado camuflados y bombardearon los motores de
las Ha’tak, que ya habían estado acechando desde que llegaron allí,
infiltrándose entre la flota enemiga.
Los escudos de los Ha’tak no resistieron y sus motores
cayeron en segundos, mientras la flota de Ha’tak de Korr no dejaba de avanzar,
destruyendo escudos y transportando jaffas, pero solo era una formalidad porque
con la caída de Apophis, esta batalla ya había terminado.
Korr abrió comunicación con todas las naves y su imagen se
proyectó en todas ellas, en cada cubierta donde hubiera un jaffa.
…
Daniel aún parpadeaba de incredulidad por lo que había
sucedido. En una batalla de cientos de naves, con flotas de más de mil naves
que él esperaba durara por lo menos medio día, había terminado en segundos.
Ahora Thor les informaba que la nave insignia del señor del
sistema sobreviviente estaba transmitiendo a toda la flota. Thor hizo un
pequeño movimiento con su mano, y el mapa de la flota se convirtió en un
goa’uld, sentado sobre un trono dorado.
El goa’uld, al que le brillaban sus ojos blancos, tenía una
expresión de ira contenida. Su anfitrión era un hombre alto, de unos dos
metros, cabello grisáceo, más blanco que gris, con una apariencia de estar en
sus treinta. Él llevaba una corona que era un escorpión dorado, cuyas patas se
ajustaban a su rostro, y la cola colgaba como una trenza sobre su pecho
cubierto por un peto semicircular, adornado de joyas color sangre.
El resto de su vestimenta eran brazaletes con forma de
escorpión dorado, una falda egipcia con un cinturón adornado, sandalias y
canilleras también con forma de escorpión dorado. A su lado, había una mujer de
piel clara y largos cabellos negros que llevaba una indumentaria similar, pero
de color plata. Ella estaba de pie.
El goa’uld levantó la mano, y un segundo holograma se
proyectó, esta vez de un puente donde estaba otro goa’uld sentado en un trono.
Este goa’uld era Apophis y, a diferencia del primer goa’uld,
lucía aterrado, mientras una luz blanca borraba su puente y a los jaffas que le
custodiaban en cámara lenta. Daniel, al igual que todos los demás, pudo
observar con detalle cómo Apophis era borrado de la existencia, dejando solo
partículas detrás.
—Jaffas, soy el Emperador Korr, su dios era débil, y ha caído
por el poder de mis ejércitos. Ríndanse, y les aceptaré como mis guerreros
—declaró el goa’uld, y la comunicación cesó para cambiar al campo de batalla.
…
El Desconocido miró los restos de la nave de Apophis a su
alrededor. Apophis sospechaba un poco de él y le había obligado a ir en su
nave. El Desconocido no tenía nada que temer en esta batalla, por lo que
decidió abordar y no interferir con la mente de Apophis, pues no quería que
Korr se diera cuenta de su interferencia, porque aún existía la posibilidad de
que este no supiera de su presencia en la galaxia. Pero ahora…
El Desconocido reflexionó, pensando en cómo Apophis había
sido convertido en meras partículas elementales frente a él, aunque a él el
arma que destruyó la nave no le hizo ningún daño, porque su cuerpo no era
físico. Lo único que él tuvo que hacer fue desactivar los escudos psíquicos a
su alrededor, y solo miró cómo la nave de Apophis fue destruida, y el haz de
partículas le atravesaba como si no estuviese allí.
«Él sabe de mi existencia», pensó el Desconocido. Lo que
Apophis sufrió fue un ataque de ira. La ira de alguien cuyos planes
cuidadosamente trazados habían sido desbaratados, y ahora le decía que le
perseguiría hasta la muerte por ello. Esto era malo y significaba que todos sus
planes debían cambiar. Si seguía ocultándose de la forma en que lo hacía ahora,
Korr le cazaría hasta matarle.
Mientras el Desconocido pensaba en nuevos planes, envió una
señal psíquica a sus jaffas, que esperaban ocultos en un al’kesh que él mismo
había modificado.
El Desconocido vio cómo la flota de Apophis, sin su
liderazgo, caía en manos de Korr, y los jaffas, asustados por su despliegue de
poder, se apresuraban a doblar la rodilla y alabarlo como su nuevo dios. Los
señores menores y señores medios de Apophis que no quisieron rendirse estaban
siendo apresados por sus propios jaffas, y la batalla se había convertido en
una conquista fácil, donde Korr obtuvo casi mil ha’tak para su flota, que no
podían escapar. Pero no lo obtuvo todo, porque la mayoría de los al’kesh
activaron su camuflaje y estaban escapando de la zona de batalla para luego
entrar en el hiperespacio.
El al’kesh al que el Desconocido había llamado llegó a su
posición, y el Desconocido se vio en su interior, apareciendo en el trono que
era su puente. Sus jaffas se pusieron de rodilla al verle, y sin decir o
preguntar nada, esperaron sus órdenes. Aun así, el Desconocido ya no confiaba
en la lealtad de los jaffas; él debía crear nuevos soldados para la guerra que
pronto tendría que librar.
El Desconocido ya había visto la tecnología empleada por Korr
en la batalla, y esta estaba muy por encima de lo que usaban los goa’uld en la
actualidad. De hecho, su flota ya era suficiente para amenazar a los asgard. El
Desconocido no entendía cómo era que estos habían permitido que su flota se
volviera tan poderosa sin hacer nada…
«A menos que ellos ya no estén en guerra contra los
replicadores», pensó el Desconocido, observando el nuevo modelo de nave de
batalla asgard que examinaba el campo de batalla como representante de los
asgard.
El Desconocido sintió algo de frustración al ver el alcance
de los planes de su rival. ¿Había puesto a los asgard de su lado? El
Desconocido nunca pensó en eso, ni se le ocurriría tal cosa; era demasiado
peligroso darle una ventaja a una especie tan avanzada. El camino que estaba
tomando Korr era un peligro para todos los goa’uld…
—Anubis —dijo Korr apareciendo frente a él en una
comunicación psíquica—. Te he encontrado —agregó, y Anubis dudó por un segundo
antes de darse cuenta de que esto era un truco.
—¿Me has encontrado? —respondió Anubis con despreocupación,
mientras empleaba su mismo truco para esparcir una señal psíquica débil que
abarcaba todo el campo de batalla, exponiendo los trucos de Korr que estaba
haciendo lo mismo para tratar de que él revelara su posición.
—Es un juego peligroso, lo que has hecho al terminar la
guerra de los asgard con los replicadores —dijo Anubis. Korr mostró una sonrisa
burlona sin decir nada.
Korr no admitía nada, pero su sonrisa lo decía todo. Su trato
con los asgard le perjudicaba más a Anubis que a Korr. Él ya había visto a los
humanos y a la tok’ra en la nave del asgard, y estos eran sacrificios que él
pensaba usar para ganarse a los demás señores del sistema, y ahora estaban
fuera de su alcance porque no podía librar una guerra contra los asgard y Korr
al mismo tiempo. Para eso, debía usar a los replicadores, y eso era algo muy
peligroso; si perdía el control de ellos, la galaxia se perdería y él no
ganaría nada.
—Anubis, llegas tarde. Ya he establecido mis bases. Incluso
sabía de tu llegada, aunque los ascendidos han hecho más de lo que esperaba,
eso no significa que tengas alguna oportunidad.
»Anubis, si luchas esta guerra, cuando te derrote, tu destino
en mis manos será una eternidad de sufrimiento, soy una persona muy rencorosa.
Pero no todo está perdido para ti, porque Apophis ya ha apaciguado mi ira con
su muerte, y ahora te ofrezco una oportunidad. Sírveme, y compartirás mi
gloria, junto a toda nuestra especie —ofreció Korr.
Anubis no habló de inmediato. Él no subestimaba a Korr ni sus
planes, porque ahora se había vuelto evidente que él ya sabía de su existencia
e incluso había estado haciendo planes en su contra. Si los ascendidos no se
hubiesen contenido en sus acciones en su contra, en este momento, él no sería
consciente de nada, y sería una marioneta más en los planes de este señor
goa’uld. Anubis era consciente de que sus posibilidades eran pocas porque
jugaba en un escenario donde su rival ya había estado planeando desde hacía
tiempo. Anubis sonrió.
—Korr, el campo de batalla está a tu favor, pero no puedes
hacerme nada, y lo sabes. Estoy más allá de la vida y de tu propia comprensión.
Nuestra guerra nunca terminará. Incluso si llegas a ascender, solo harás que
pueda usar más poder.
»Korr, teniendo esto en cuenta, te hago la misma propuesta.
Sírveme, y compartirás la gloria junto a mí, y unos pocos elegidos.
»Juntos, llevaremos a nuestra especie a ocupar el puesto que
nos corresponde, como los dioses de esta galaxia, deshaciéndonos de los
decadentes señores actuales, y yendo más allá de lo que cualquier goa’uld ha
logrado antes —ofreció Anubis con sinceridad, porque lo que este goa’uld había
logrado hasta ahora, era algo que nadie antes que él había logrado. Juntos,
nadie podría oponérseles, ni siquiera los ascendidos.
—¡Ya has hecho tu elección! —dijo Korr con frialdad, y la
comunicación se cortó.
Como Anubis había predicho, él y Korr no estaban dispuestos a
servir. Entonces, el único camino era la guerra, pero esta era una posibilidad
que él ya había previsto, y gracias a Apophis, ahora tenía varias bases
secretas donde los replicadores producían sus naves, que serían actualizadas
con la misma tecnología que usaba Korr.
Anubis no iría más allá, y estaba seguro de que Korr tampoco
lo haría. Él no querría arriesgarse a exponer toda su tecnología, y Anubis
tampoco, porque era consciente de la existencia de los replicadores y no le
daría armas a sus enemigos.
Ahora, Anubis necesitaba a sus propios señores y a alguien
que pudiera acercarlo a los señores del sistema, porque ser uno de ellos
facilitaría su conquista sobre estos y evitaría que sus fuerzas conjuntas se
unieran en su contra, apoyando a Korr. Si esto pasaba y Korr les daba su
tecnología, él perdería la guerra.
«Nirrti», pensó Anubis. Ella era perfecta porque era
perseguida a causa de los asgard; eso sería una carta a su favor y demostraría
parte de su argumento en contra de los actuales señores del sistema. Los
señores medios que habían escapado de esta batalla también serían apropiados
como sus comandantes.
NA 1: Korr ha decidido revelar parte de su poder, y Anubis ha
quedado expuesto, pero ninguno de los dos piensa servir al otro, por lo que
habrá guerra.
NA 2: En el siguiente capítulo, veremos la situación política
actual del imperio goa’uld, de los jaffas rebeldes y algunas de las
contramedidas de Anubis para enfrentar al ejército jaffa de Korr. Recuerden que
las capacidades, armaduras y armas que usan estos son muy superiores a las de
los jaffas de los señores del sistema; incluso usan escudos alteran.
NA 3: Respecto a los escudos personales alteran, son mejores
que los goa’uld en cuanto a que los usuarios se pueden mover con ellos, y los
de los goa’uld tienen que permanecer en el lugar. Sin embargo, los escudos de
los jaffas no son alimentados por una fuente de energía subespacial y son más
débiles que los escudos personales goa’uld; aunque en cuestión de táctica y
estrategia, son mil veces más útiles.
NA 4: Les recuerdo todo esto porque será importante en los
capítulos futuros, y como es información que ya está en los primeros capítulos
del fic, no voy a volver a escribir mucho sobre ello; solo será mencionado.