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Chapter 118 - Capítulo 9: El Veneno y la Sombra

Siguiendo la vaga descripción del vendedor de antigüedades y la peculiar energía que emanaba de la figura de jade, Arkadi guio a Aiko y Volkhov a través de los laberínticos callejones del mercado nocturno, adentrándose en una zona menos concurrida y más oscura. El aire aquí olía a especias exóticas y a humedad rancia, y los farolillos proyectaban sombras danzantes que jugaban con los nervios.

—Ella estuvo aquí —murmuró Arkadi, deteniéndose frente a un puesto cerrado con una persiana de bambú desvencijada—. Puedo sentir su energía residual… mezclada con algo más… un toque de veneno.

Aiko frunció el ceño. —Tenía sentido. El vendedor dijo que se llamaba Amber Lee. ¿La Reina del Veneno?

Volkhov asintió, su mano instintivamente cerca de su arma. —Si es tan peligrosa como dicen, no nos esperará con los brazos abiertos.

Arkadi señaló un pequeño símbolo grabado en el marco de madera del puesto: una serpiente enroscada alrededor de una flor de loto, idéntico al de la figura de jade que ahora sostenía en su mano.

—Este es su símbolo. Lo dejó aquí a propósito. Una miga de pan para quien sepa leerla.

Siguiendo una serie de símbolos similares, discretamente marcados en paredes y postes, el trío se adentró aún más en el corazón del mercado oculto. Finalmente, las marcas los llevaron a una puerta de madera sin adornos, al final de un callejón estrecho y sin salida.

—Aquí termina el rastro físico —dijo Volkhov, examinando la puerta con cautela—. ¿Qué hacemos ahora?

Arkadi cerró los ojos y respiró profundamente, concentrándose en la energía que aún podía sentir en el aire. —Ella está detrás de esta puerta. Lo sé. Pero no está sola. Siento otras presencias… hostiles.

Aiko desenvainó su katana con un movimiento fluido. —Entonces entremos. No hemos llegado hasta aquí para dar la vuelta.

Volkhov asintió, preparando su cuchillo. Arkadi, aunque no era un combatiente directo, se colocó detrás de ellos, listo para ofrecer apoyo mágico si fuera necesario.

Aiko empujó la puerta, que se abrió con un chirrido revelando un pequeño almacén tenuemente iluminado por unas pocas lámparas de aceite. Cajas apiladas llegaban hasta el techo, y el aire estaba cargado con el olor acre de hierbas secas y sustancias químicas.

En el centro del almacén, de espaldas a ellos, se encontraba una figura vestida con un mono de cuero negro que se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel. Su cabello oscuro estaba recogido en una coleta alta, y sus tacones parecían peligrosamente afilados incluso a la distancia.

—Amber Lee, ¿supongo? —dijo Aiko con voz firme.

La figura se giró lentamente, revelando un rostro de belleza fría e intensa, con ojos de un color ámbar penetrante. En su mano derecha sostenía una pequeña ballesta cargada con un virote que apuntaba directamente al corazón de Aiko.

—¿Quién pregunta? —respondió con una voz suave pero cargada de amenaza. Su mirada recorrió a los tres intrusos, deteniéndose brevemente en la figura de jade que Arkadi sostenía.

—Estamos buscando a Amber Lee —continuó Aiko—. Ryuusei nos envió.

—¿Ryuusei? —dijo finalmente Amber Lee, su voz suave pero con un matiz de sorpresa e interrogación—. ¿Quiénes son ustedes y por qué mencionan ese nombre?

Aiko dio un paso adelante, manteniendo la mano cerca de la empuñadura de su katana. —Somos enviados por Ryuusei. Las circunstancias han cambiado y él está… ocupado. Esta misión requiere discreción y conocimiento especializado. Creemos que tú posees ambos.

Amber Lee arqueó una ceja con escepticismo. —¿Discreción? ¿Con un guerrero samurái y un oso ruso irrumpiendo en mi escondite? Su definición de discreción parece peculiar.

Volkhov gruñó levemente. —No somos tus enemigos. Solo queremos hablar sobre ese artefacto que estás buscando.

—¿Y por qué estaría Ryuusei interesado en un viejo trinket que mi abuela me legó? —preguntó Amber Lee, su tono ahora más inquisitivo y cauteloso.

Arkadi dio un paso adelante, sosteniendo la figura de jade con delicadeza. —No es un simple "trinket", señorita Lee. Es una llave. Una pieza de un rompecabezas mucho más grande.

Los ojos de Amber Lee se posaron en la figura de jade, su expresión revelando un interés genuino, aunque cuidadosamente oculto. —Así que ustedes también lo saben… ¿Quién les dijo que yo estaba involucrada en la búsqueda de esto?

—Un vendedor en el mercado —respondió Aiko—. Mencionó que estabas siguiendo un mapa codificado.

Amber Lee suspiró, una pizca de frustración en su rostro. —Parece que mi rastro no es tan invisible como creía. Estos… —hizo un gesto despectivo hacia los hombres armados— también están interesados en el legado de mi abuela. Y sus métodos son mucho menos… diplomáticos.

Uno de los hombres tosió con impaciencia. Amber Lee lo fulminó con la mirada, silenciándolo al instante.

—¿Qué saben ustedes del artefacto? —preguntó, volviendo su atención al trío.

Volkhov fue directo al grano. —Creemos que está conectado con una antigua profecía. Ryuusei necesita ese artefacto para… evitar que caiga en las manos equivocadas.

—¿Las manos equivocadas? —repitió Amber Lee con sarcasmo—. ¿Como las de un tal Ryuusei, del que nunca he oído hablar hasta ahora? ¿Qué clase de hombre es?

—Ryuusei tiene sus razones —replicó Aiko, manteniendo la compostura—. Y creemos que tus razones para buscar este artefacto podrían alinearse con las suyas, aunque no lo conozcas.

Amber Lee la observó con atención, como si intentara leer su alma. —Mis razones son personales. Este artefacto es parte de mi herencia. ¿Qué me ofrecen ustedes a cambio de trabajar con alguien desconocido, simplemente porque lo envía un tal Ryuusei?

Arkadi sonrió con su habitual aire enigmático. —Le ofrecemos protección contra estos… admiradores. Le ofrecemos los recursos de Ryuusei, que, créame, son vastos. Y quizás, lo más importante, le ofrecemos la oportunidad de ser parte de algo mucho más grande que una simple búsqueda de reliquias familiares… algo que podría tener implicaciones mucho más amplias de lo que imagina.

Amber Lee permaneció en silencio durante un largo momento, sopesando sus opciones. La situación era precaria. Estaba acorralada por matones y ahora se encontraba frente a tres individuos enviados por un hombre misterioso llamado Ryuusei, del que no tenía ninguna referencia.

Finalmente, habló. —Muéstrenme qué saben de ese Ryuusei y de esa profecía. Y luego… decidiremos si nuestros caminos deben cruzarse.

Aiko y Volkhov intercambiaron una mirada. Este no era el recibimiento cálido que esperaban, pero al menos habían logrado establecer un diálogo. Arkadi comenzó a explicar la información que tenían sobre la profecía y la posible importancia del artefacto, mencionando brevemente la reputación de Ryuusei en ciertos círculos, observando atentamente las reacciones de Amber Lee.

Mientras Arkadi hablaba, uno de los hombres armados intentó acercarse sigilosamente a Volkhov por detrás. Amber Lee, sin siquiera girar la cabeza, lanzó un pequeño dardo negro que se clavó en el cuello del hombre con un silbido apenas audible. El hombre se desplomó al suelo sin emitir un sonido.

—Como dije —comentó Amber Lee con frialdad, sin perder el hilo de la conversación—, mis admiradores son impacientes.

Esa demostración silenciosa de su letalidad dejó en claro que Amber Lee no era alguien con quien se pudiera jugar. Aiko y Volkhov lo entendieron perfectamente.

Tras la explicación de Arkadi, Amber Lee reveló que el mapa codificado de su abuela la había llevado a creer que el artefacto estaba escondido en las profundidades de los antiguos túneles subterráneos que serpenteaban bajo Hong Kong, un laberinto olvidado por la mayoría pero conocido por ciertos círculos clandestinos.

—He estado investigando durante semanas —dijo Amber Lee—. He encontrado algunas entradas ocultas, pero los túneles son peligrosos y están llenos de trampas. Y ahora, con estos… —volvió a señalar a los hombres armados, que se habían mantenido a distancia pero seguían vigilándolos— pisándome los talones, mi progreso se ha ralentizado.

—Podemos ayudarte a explorar los túneles —ofreció Aiko—. Tenemos experiencia en situaciones peligrosas.

Amber Lee la miró con una sonrisa irónica. —¿Y qué obtienen ustedes a cambio? ¿La gloria de trabajar para un tal Ryuusei, del que acabo de oír hablar?

—Queremos el artefacto —respondió Volkhov con franqueza—. Y si tu conocimiento del mapa y los túneles puede ayudarnos a encontrarlo más rápido, entonces tenemos un interés mutuo, aunque no sepamos mucho de tu misterioso jefe.

Amber Lee asintió lentamente. —Un interés mutuo… incluso con desconocidos. Me gusta cómo suena eso. Pero no esperen que confíe en ustedes completamente. Trabajaremos juntos… por ahora. Pero no dudaré en cortar cualquier lazo si percibo la más mínima traición.

Miró a Arkadi y a la figura de jade en su mano. —Esa figura… mi abuela tenía una idéntica. Decía que era un protector. Quizás… quizás ustedes no sean una amenaza después de todo. O quizás sean una amenaza diferente. El tiempo lo dirá.

Con un pacto tácito sellado entre las sombras y el aroma a veneno, Aiko, Volkhov y Arkadi se encontraron aliados con la escurridiza Reina del Veneno, a pesar de su desconocimiento sobre Ryuusei. El laberinto subterráneo de Hong Kong los esperaba, lleno de misterios, peligros y la promesa de un antiguo poder que podría cambiar el destino de todo. La alianza era frágil, basada en la necesidad y una desconfianza persistente, pero por el momento, era todo lo que tenían. El camino hacia el artefacto, y hacia la verdad detrás de la misión de Ryuusei, acababa de volverse mucho más complicado… y mucho más interesante.

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