Cherreads

Chapter 207 - Capítulo 51: El Reloj de Arena de la Fuga

La citación llegó con la misma formalidad discreta que todo en el complejo Valmorth; una sirvienta espectral entregó un mensaje lacónico. La Matriarca deseaba ver a Hitomi. De nuevo. El nudo de miedo en su estómago regresó, una presencia fría y familiar. Las marcas físicas de la última vez se habían desvanecido, pero la memoria del dolor, el horror de la revelación de su propósito y el intento de abuso de John, seguían grabados a fuego en su psique. Aun así, se preparó. No había opción.

El viaje a la estancia para ver a su mamá fue un descenso silencioso, un viaje por los pasillos de mármol oscuro y el aire pesado que ya conocía demasiado bien. Cada paso era un recordatorio de la jaula, de la autoridad ineludible que la esperaba al final del pasillo. La puerta discreta, el aire cargado de poder, la sensación de que el universo mismo se inclinaba ante la presencia de la mujer al otro lado. Entró, su postura externa compuesta, su interior una maraña de aprensión.

Su Madre estaba sentada en su sillón de obsidiana, inmutable, una figura de poder envuelta en seda oscura. Hitomi notó la ausencia de Hitomi; esta no era una escena de intimidad forzada, sino un consejo, un decreto. Su madre no sonrió. Sus ojos carmesí, antiguos y penetrantes, se fijaron en Hitomi con una intensidad que no dejaba lugar a pensamientos ocultos, aunque Hitomi intentó desesperadamente ocultarlos.

—Hitomi. —La voz de su Madre era suave, sin rastro de la furia de la última vez, pero cargada con la misma autoridad absoluta. Era un tono que esperaba obediencia, no discusión. —Hemos hablado de tu futuro. De tu propósito en el linaje.

Hizo una pausa, el silencio se llenó con la presión de su presencia. Hitomi se mantuvo en silencio, esperando la sentencia.

—Sé que eres joven. Dieciocho años. Pero el linaje es paciente hasta cierto punto. —No sonó indulgente, sonó a un hecho, una tolerancia limitada. —Tu destino es claro. Asegurar la continuación y la pureza de nuestra sangre. Eso significa… el matrimonio. Y los hijos.

Hitomi sintió un escalofrío helado recorrer su espalda. La conversación con Hiroshi, su extraña oferta, el horror del intento de John… todo convergía en este momento.

Ella continuó, su voz tranquila, como si estuviera discutiendo un contrato de negocios, no el destino de su hija. —Te daré tiempo. Dos meses. —La cifra cayó en el aire como un martillo. No tres, como quizás había rumoreado alguien; dos. Un plazo definido. —Dos meses para que consideres a tus hermanos. Para que elijas con quién de ellos deseas unirte.

¿Elegir? La palabra resonó con una ironía cruel en la mente de Hitomi. ¿Elegir entre el hermano que intentó abusar de ella borracho, el que la mira con desprecio y el que le ofrece protección con la condición de que lo 'elija'? No era una elección, era una imposición con opciones predefinidas, todas repugnantes.

—Necesitas cumplir con tu deber, Hitomi. Y debes hacerlo de una manera que sirva mejor al linaje. Elegir a alguien con quien… haya una conexión. Un entendimiento. — Ella la observó, sus ojos insondables. —No quiero que esto sea… más difícil de lo necesario. Para nadie.

La frialdad de esa frase —"más difícil de lo necesario"—, dicha en ese tono suave, fue un recordatorio escalofriante de lo que su Mamá consideraba "necesario" si las cosas no salían como quería. La violencia, la erradicación de la "sangre sucia"... todo era parte de lo que consideraba "necesario" para evitar dificultades al linaje.

—Dos meses, Hitomi. —La Matriarca reafirmó el plazo, sellando la sentencia—. Al final de ese tiempo, espero tu decisión. Una decisión… apropiada.

—Sí, Madre. —La respuesta de Hitomi fue casi inaudible, su voz apenas temblando. Exteriormente, sumisa. Interiormente, su resolución se solidificó, dura como el diamante.

Salió de la estancia de la Matriarca, la pesada puerta cerrándose a su espalda con un sonido final. Dos meses. El reloj de arena se había puesto en marcha. No tenía intención alguna de "elegir" una jaula de oro. Tenía la intención de romper las barras.

Los dos meses siguientes se convirtieron en una carrera contra el tiempo. Hitomi mantuvo la fachada. Asistía a clases en la universidad, aunque su mente rara vez estaba en las lecciones; estaba en la planificación. Participaba en las cenas familiares o encuentros forzados con sus hermanos con una serenidad que desmentía el pánico y el asco que sentía por dentro; los observaba, no como posibles 'esposos', sino como obstáculos o amenazas. Mantenía sus rutinas de entrenamiento, empujando sus poderes sutiles, refinando su control, no solo por el linaje, sino por la pura necesidad de una herramienta para la fuga.

Pero la mayor parte de su energía se dedicó a planear. Meticulosamente. En secreto absoluto. Su inteligencia analítica, que la hacía brillar en sus estudios, se volcó ahora en un proyecto de vida o muerte: su propia evasión.

Necesitaba recursos. Dinero. Millones. El linaje Valmorth nadaba en riqueza, pero sus finanzas personales estaban controladas. Sin embargo, sabía cómo funcionaban los sistemas. Durante semanas, en las noches silenciosas de su suite, o aprovechando momentos en la universidad, trabajó. Accedió a cuentas, manipuló transferencias, moviendo "unos cuantos millones" –una suma astronómica para el mundo exterior, una minucia en la vasta fortuna Valmorth– a cuentas seguras fuera del alcance inmediato de la familia. Fue un proceso tenso, calculando cada paso para no dejar rastro, utilizando su discreto control sobre sistemas de información.

Necesitaba una ruta. Salir de un complejo Valmorth no era tan simple como abrir una puerta. Seguridad perimetral, sistemas internos, vigilancia constante. Estudió diagramas, analizó patrones de patrulla, consideró puntos ciegos. Sus poderes sutiles podrían ser clave para pasar desapercibida, quizás alterando sensores o desviando la atención.

Y necesitaba un destino. Un lugar donde ir, alguien con quien contactar. El mundo exterior era vasto y peligroso, especialmente para alguien que sería buscada por uno de los linajes más poderosos del planeta. Las voces de los jóvenes, la información que había investigado, todo la dirigía a un nombre: Kisaragi Ryuusei. El anomalía. El héroe de diecisiete años. El objetivo de su familia.

La idea era arriesgada, quizás insana. Acudir al hombre que su familia quería muerto, al hombre por cuya causa John intentó agredirla y su madre la castigó. Pero él representaba una fuerza fuera del control Valmorth. Representaba el caos que su familia odiaba. Representaba una oportunidad. Quizás él, un marginado a su manera, entendería. O quizás simplemente sería un medio para un fin. No lo sabía. Pero era su mejor opción.

Mientras los dos meses se agotaban, la tensión interna de Hitomi se volvió casi insoportable. Tenía el dinero asegurado, una ruta de escape esbozada, y un objetivo: encontrar a Kisaragi Ryuusei. La tristeza por el futuro robado, el horror del pasado reciente, seguían allí, una carga pesada. Pero ahora, se mezclaban con la adrenalina fría de la planificación y la tenue, desesperada esperanza de la libertad. La jaula de oro aún la rodeaba, pero la cerradura estaba siendo manipulada desde dentro. El plazo se cumplía. La fuga era inminente.

More Chapters