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Chapter 9 - El Peso de Ser Héroes

Con el paso de los días, la lucha contra los invasores no cesaba. Las ciudades se reconstruían, pero el temor persistía. Cada batalla dejaba cicatrices, tanto en los edificios como en las personas. El grupo de héroes, aunque aclamado como los salvadores, enfrentaba una presión cada vez mayor. No solo era el destino de la humanidad lo que dependía de ellos, sino también el futuro de sus propias vidas.

La Vida de Kevin

Kevin se encontraba en su taller de ingeniería, donde pasaba horas trabajando en proyectos mientras escuchaba las noticias. La humanidad intentaba adaptarse a la invasión. Los países estaban formando alianzas, pero siempre había incertidumbre. A veces, la responsabilidad se le volvía insoportable. El peso del liderazgo lo agobiaba. Había días en los que deseaba poder desconectar, ser solo un joven más, libre de ese yugo.

Pero entonces su morpher vibraba, recordándole su deber. Era su carga. Tenía que estar listo para enfrentarse a lo que viniera, sin importar lo que eso significara para su vida personal.

Una tarde, mientras pensaba en cómo mejorar la defensa de la ciudad, Iris se le acercó con una taza de café y una sonrisa ligera.

—Kevin, llevas horas aquí, ¿no necesitas un descanso?

—No puedo, Iris. Necesito asegurarme de que todo esté en orden. La próxima batalla podría ser peor.

Iris dejó la taza sobre la mesa y se sentó junto a él, mirando el plano de la ciudad.

—Sé que es difícil, pero no puedes cargar todo tú solo. Somos un equipo. Tienes a todos nosotros. Y a veces, descansar es lo que nos hace más fuertes.

Kevin suspiró, mirando a la ventana, pero la determinación en sus ojos nunca vaciló.

—Tienes razón. Pero no puedo fallar. No podemos fallar.

La Vida de Ren

Ren, en su día a día, era el cerebro de la operación. En las horas que no pasaba en la base, se dedicaba a estudiar tecnología avanzada, buscando maneras de mejorar las armas y defensas del equipo. A menudo se sumergía tanto en sus investigaciones que perdía la noción del tiempo, olvidando comer o dormir.

Un día, al salir de su trabajo, un joven le pidió ayuda con su computadora. Ren, desconcertado al principio, ayudó al chico, quien se mostró genuinamente agradecido. Fue un recordatorio para Ren de que no todo en el mundo era solo sobre la guerra. Había vida más allá de la lucha, y no podía perderla de vista.

De vuelta en su habitación, mientras reparaba su morpher, se encontró pensando en lo que la gente veía en él. Para muchos, era el "genio". Para otros, el "estratega". Pero en el fondo, Ren sentía que sus habilidades nunca serían suficientes. Que podía perderlo todo en cualquier momento.

La Vida de Aya

Aya, la atleta, solía pasarse horas entrenando después de la escuela. El parkour, las acrobacias, y la gimnasia no solo la mantenían en forma, sino que le ofrecían una forma de desconectar de la guerra. En su mundo de saltos y movimientos fluidos, no había monstruos, solo desafíos físicos.

Un día, mientras entrenaba en el parque, un niño se le acercó, observándola con admiración.

—¡Wow! ¡Eres increíble! ¿Cómo haces eso?

Aya se detuvo y sonrió, animando al niño a probar algunos movimientos. Aunque siempre era modesta, no podía evitar sentirse orgullosa de sus habilidades.

—No es fácil, pero si lo sigues practicando, podrías ser tan bueno como yo.

El niño lo intentó, y aunque no tuvo éxito, su sonrisa de agradecimiento hizo que Aya se sintiera más conectada con el mundo. A veces, esas pequeñas interacciones le recordaban por qué luchaba. No solo por la humanidad, sino por todos aquellos que aún tenían sueños que cumplir.

La Vida de Iris

Iris, con su amor por la poesía, se tomaba tiempo para escribir en su cuaderno de notas cuando no estaba luchando. Escribir era su manera de procesar todo lo que vivía, especialmente la violencia y el caos que los rodeaba. A menudo, sus versos hablaban de la esperanza en medio de la oscuridad.

Esa tarde, en el parque donde solía ir a reflexionar, encontró una chica sentada sola en un banco, mirando el cielo gris. Iris se acercó con cautela, y tras unos minutos de charla, descubrió que la chica había perdido a su familia en un ataque reciente. Iris le dio una sonrisa cálida y, en un gesto inesperado, le pasó su cuaderno.

—Cuando te sientas perdida, escribe. A veces las palabras nos ayudan a encontrar nuestro camino.

La chica, con los ojos brillantes de gratitud, aceptó el cuaderno, y Iris sintió que, aunque no pudiera salvar a todos, su humanidad seguía siendo un faro en tiempos de oscuridad.

La Vida de Dante

Dante, el más relajado y alegre del grupo, pasaba sus días en una cafetería local. Su trabajo le permitía interactuar con la gente común, escuchar historias y, sobre todo, ofrecerles una pequeña dosis de alegría. Era su forma de darle a los demás lo que necesitaban: un momento de normalidad en medio del caos.

Una tarde, mientras servía café a una pareja de ancianos, escuchó cómo hablaban de los viejos tiempos, cuando todo era más simple. Dante sonrió, y cuando la pareja se despidió, la mujer le dejó una propina generosa, pero más que eso, un mensaje escrito en una servilleta:

"Nunca olvides lo que significa ser humano."

Esa frase quedó grabada en su mente durante todo el día. Cuando la noche llegó, y estaba listo para transformar y luchar de nuevo, Dante pensó en sus compañeros de equipo. En todos ellos, en sus historias, en sus sueños. La humanidad, aunque frágil, era hermosa. Y por ella, seguiría luchando.

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