Un resplandor distorsionó el aire, y de la nada, un portal se abrió en el cielo. Dos figuras emergieron de él, flotando sobre Orario como si fuera lo más normal del mundo.
El Autor estiró los brazos y respiró hondo, como si acabara de llegar a unas vacaciones exóticas.
"Ahhh… nada como el aire fresco de un Orario paralelo. Se siente igual, huele igual… pero es completamente diferente."
Haruhime, por otro lado, estaba demasiado ocupada aferrándose a su propia existencia.
"¿¡P-Pero cómo estamos flotando!? ¿¡Por qué salimos tan alto!?"
El Autor le dio unas palmaditas en la cabeza con confianza.
"Detalles, detalles. Lo importante es que estamos aquí."
Haruhime miró hacia abajo, sintiendo un escalofrío. Desde esa altura, podía ver toda la ciudad. La Torre de Babel dominaba el paisaje, igual que en su Orario original. Las calles estaban llenas de aventureros, mercaderes y gente común y corriente, sin tener la menor idea de que dos figuras estaban flotando sobre sus cabezas como dioses observando su creación.
La renard tragó saliva.
"E-Entonces… esto realmente es otro Orario…"
El Autor asintió.
"Yep. Un mundo completamente separado del nuestro. Lo que hagamos aquí no afectará en nada al otro."
Haruhime suspiró, sintiéndose un poco más tranquila.
"B-Bueno… eso es un alivio…"
El Autor chasqueó los dedos.
"Ahora, lo primero es lo primero. Necesitamos una base de operaciones. Un cuartel general malvado. Un nido de villanía."
Haruhime parpadeó.
"¿No deberíamos, no sé… analizar primero este mundo?"
El Autor se encogió de hombros.
"Bah, detalles. Vamos a improvisar."
Haruhime suspiró, ya sintiendo que esto iba a ser un caos absoluto.
Sin previo aviso, el Autor chasqueó los dedos y, de la nada, dos capas negras con nubes rojas aparecieron en sus manos.
Haruhime miró las prendas con confusión.
"¿Q-Qué es esto?"
El Autor le lanzó una de las capas con total confianza.
"Nuestros uniformes oficiales. La marca de nuestra nueva era de villanía."
Haruhime sostuvo la prenda con un aire de incertidumbre, inspeccionándola.
"Pero… esto parece—"
"Sí, sí, lo sé." El Autor se cruzó de brazos, mirando hacia el horizonte con una expresión de resignación. "Los uniformes de Akatsuki de Naruto. Probablemente una de las prendas más sobreexplotadas en la historia de los fanfics. Es decir, ¿cuántos fics han usado estos uniformes para hacer que los personajes luzcan 'badass' y misteriosos?"
Haruhime parpadeó.
"¿Badass?"
"Exacto. No importa el contexto, la historia, o el universo. Si hay un grupo de antagonistas o anti-héroes en un fanfic, hay un 80% de posibilidades de que lleven estas capas."
Haruhime inclinó la cabeza.
"¿Y por qué usarlas si son tan… comunes?"
El Autor sonrió con malicia.
"Porque soy plenamente consciente de lo cliché que es… y me da igual."
Haruhime suspiró, dándose cuenta de que cualquier intento de lógica estaba condenado al fracaso.
"P-Pero, Autor-sama… ¿realmente necesitamos un uniforme?"
El Autor la miró con incredulidad.
"¿Necesitamos un uniforme? ¡Haruhime, por favor! Somos villanos ahora. Si vamos a desatar el caos, tenemos que hacerlo con estilo."
Haruhime bajó la mirada a la capa en sus manos.
"Pero… ¿nubes rojas?"
"¡Las nubes rojas son icónicas! Representan… eh… bueno, algo deben representar. El punto es que nos hacen ver geniales."
Haruhime se quedó en silencio por un momento. Luego, con un suspiro de resignación, se puso la capa sobre los hombros.
"…Me queda bien."
El Autor asintió con aprobación.
"Lo ves. Ahora pareces una villana a regañadientes. Es un look perfecto."
Haruhime miró su reflejo en un charco cercano y sintió una mezcla extraña de vergüenza y… un poco de emoción.
"¿Y ahora qué sigue?"
Sin perder el ritmo, el Autor chasqueó los dedos otra vez y una nueva máscara apareció en su mano.
Era completamente naranja, con un patrón de remolinos en espiral y un solo agujero para el ojo derecho.
Haruhime la miró con una mezcla de confusión y resignación.
"…Esa máscara…"
El Autor la sostuvo con reverencia, como si fuera un artefacto sagrado.
"Sí… la icónica máscara de remolinos."
Haruhime suspiró, ya anticipando lo que venía.
"Déjame adivinar… ¿también es un cliché?"
El Autor asintió con una sonrisa satisfecha.
"Uno de los más grandes. Si no es la capa de Akatsuki, es esta máscara. No hay término medio." Se la colocó sobre el rostro y extendió los brazos. "Dime, Haruhime, ¿qué es lo primero que piensas cuando ves esto?"
Haruhime inclinó la cabeza, dudosa.
"Que… está asociada con un villano que habla de la futilidad de la realidad y tiene planes absurdamente complicados?"
El Autor asintió.
"Exacto. Es decir, esto es prácticamente sinónimo de monólogos sobre la desesperanza, discursos de supremacía y giros argumentales innecesarios."
Haruhime parpadeó.
"¿Va a hacer alguna de esas cosas?"
El Autor se encogió de hombros.
"Probablemente. Pero lo haré con estilo."
Antes de que Haruhime pudiera responder, el Autor sacó otra máscara y se la tendió.
Era una máscara de zorro, simple pero elegante, con detalles dorados y blancos.
Haruhime la tomó con cuidado.
"¿Y esto?"
El Autor se cruzó de brazos.
"Bueno, no podía darte una máscara de remolinos porque sería redundante. Así que te di una de zorro. Porque, ya sabes, eres una renard."
Haruhime observó la máscara con una expresión de rendición absoluta.
"Autor-sama… esto es solo un intento de hacerme ver más misteriosa, ¿verdad?"
El Autor asintió con seriedad.
"Correcto. Es parte de la estética."
Haruhime suspiró y se puso la máscara.
"¿Y ahora qué?"
El Autor giró sobre sus talones, la capa ondeando dramáticamente.
"Ahora… buscamos nuestra guarida malvada. Y luego…"
Hizo una pausa dramática, levantando una mano como si estuviera a punto de revelar un plan maestro.
"…Improvisamos."
Haruhime sintió que esto solo podía terminar en desastre.
Sin previo aviso, el Autor chasqueó los dedos y, en un parpadeo, él y Haruhime desaparecieron del cielo.
Un instante después, reaparecieron en el interior de una casa abandonada.
El lugar estaba cubierto de polvo, con muebles viejos esparcidos al azar. Las ventanas estaban rotas, dejando que la luz de la luna se filtrara a través de los cristales agrietados. Una telaraña colgaba convenientemente en una esquina, como si el universo estuviera empeñado en cumplir con todos los clichés posibles.
Haruhime miró a su alrededor con desconfianza.
"…¿Dónde estamos?"
El Autor extendió los brazos con orgullo.
"Nuestra nueva guarida malvada."
Haruhime frunció el ceño.
"Pero esto es solo una casa abandonada."
El Autor asintió.
"Exacto. Y nada dice 'base de operaciones de un villano misterioso' como una casa abandonada."
Haruhime suspiró.
"¿Y de quién era esta casa?"
El Autor se encogió de hombros.
"Quién sabe. Lo importante es que ahora es nuestra casa."
Haruhime miró a su alrededor una vez más.
"…Al menos dígame que no hay ratas."
Justo en ese momento, un pequeño roedor salió corriendo de una esquina.
Haruhime pegó un grito ahogado.
"…¿No podríamos haber conseguido algo menos… ruinoso?"
Antes de que Haruhime pudiera seguir quejándose, la casa entera comenzó a temblar.
Las tablas podridas del suelo se alisaron como si alguien las estuviera puliendo con magia. Las paredes, antes llenas de grietas y moho, se restauraron a su estado original, con una pintura impecable. Los muebles destartalados se rearmaron solos, tomando una apariencia más elegante y sin polvo. Las ventanas rotas se regeneraron, el vidrio volviendo a su lugar como si nunca se hubiera quebrado. Incluso la iluminación cambió: la tenue luz de luna dio paso a una iluminación acogedora, con lámparas que se encendieron por sí solas.
El Autor se dejó caer en un sillón con aire triunfal, cruzando una pierna sobre la otra.
"Perfecto. Ahora sí, base malvada oficial desbloqueada."
Haruhime se quedó de pie, mirando el lugar con cautela. La razón por la que había seguido al Autor no era porque estuviera de acuerdo con su plan absurdo, sino porque alguien tenía que asegurarse de que no convirtiera este mundo en un desastre absoluto.
"¿Y ahora qué…?" preguntó en voz baja, sin atreverse a sentarse aún.
El Autor hizo un gesto dramático con la mano.
"Ahora viene la parte más importante: el gran plan de villano."
Haruhime bajó la mirada, sintiéndose cada vez más preocupada.
"…Solo no haga nada que termine destruyendo esta ciudad…" murmuró.
El Autor le dedicó una sonrisa confiada.
"Haruhime, por favor. ¿Cuándo he destruido algo sin querer?"
Haruhime no respondió. Solo lo miró en silencio.
El Autor tosió y miró hacia otro lado.
"Bueno, detalles. El punto es que esto va a ser divertido."
Haruhime sentía que todo esto terminaría mal… y que ella sería la única en intentar evitarlo.
…
Sin previo aviso, el Autor y Haruhime aparecieron en la plaza frente a la Torre de Babel. No hubo destellos de luz ni portales llamativos. Simplemente estaban ahí.
Haruhime parpadeó. Un segundo atrás estaban en la base, y ahora estaban en medio de la ciudad.
Se giró hacia el Autor con una expresión tensa.
"¿Podría al menos advertirme antes de hacer eso…?"
El Autor, ignorando completamente su queja, seguía observando la Torre de Babel, evaluando la mejor manera de llamar la atención.
Haruhime, de pie a su lado, lo miraba con una mezcla de respeto y cautela. Aunque sabía que intentar detenerlo era inútil, al menos podía asegurarse de que no hiciera algo demasiado catastrófico.
"…Si ya tomó una decisión, la seguiré," dijo en voz baja, con la mirada baja. "Pero… si puedo pedirle algo, por favor no destruya la ciudad."
El Autor sonrió, girándose hacia ella.
"¿Por qué todos asumen que mi primer instinto es destruir cosas? ¿Acaso no tengo cara de persona civilizada?"
Haruhime le dirigió una mirada breve, pero significativa.
El Autor suspiró dramáticamente.
"Bah, está bien, está bien. No habrá explosiones… al menos no aún."
Haruhime asintió, aunque la palabra aún no le daba mucha tranquilidad.
"Entonces… ¿cómo haremos esta entrada?"
El Autor chasqueó la lengua, como si estuviera decepcionado de que ella siquiera tuviera que preguntar.
"Haruhime, por favor. Somos villanos ahora. Solo hay una manera correcta de hacerlo."
Haruhime sintió que su preocupación aumentaba.
"…¿Cuál?"
El Autor extendió los brazos, con una sonrisa confiada.
"Con teatralidad."
El Autor se aclaró la garganta, colocando una mano en la cadera con confianza.
Haruhime, en cambio, parecía visiblemente incómoda. Su cola se agitaba levemente, señal de su nerviosismo.
"¿D-De verdad tenemos que hacer esto…?" murmuró, bajando un poco la cabeza.
El Autor le dio un par de palmadas en el hombro con una sonrisa cómplice.
"Haruhime, si vamos a ser villanos, tenemos que hacerlo bien."
Ella suspiró, sabiendo que discutir era inútil. Así que, tomando aire y mentalizándose, adoptó una pose más firme.
Entonces, con una sincronización impecable, ambos comenzaron su presentación.
"¡Prepárense para los problemas!" declaró Haruhime, aunque su tono era más avergonzado que desafiante.
"¡Y más vale que teman!" continuó el Autor con entusiasmo, alzando un dedo al cielo.
"¡Para proteger al mundo de la devastación!"
"¡Para unir a los pueblos dentro de nuestra nación!"
"¡Para denunciar los males de la verdad y el amor!"
"¡Para extender nuestro reino hasta las estrellas!"
Haruhime apretó los dientes antes de decir su nombre con un leve temblor en la voz.
"¡H-Haru!"
El Autor, en cambio, alzó los brazos con dramatismo.
"¡El Autor!"
"¡Los agentes del caos viajando a la velocidad de la luz!"
Para ese punto, toda la plaza de Orario estaba en un completo silencio. Aventureros, comerciantes y transeúntes los miraban con expresiones que iban desde la confusión hasta la pura incredulidad.
Haruhime sintió el calor subir a su rostro.
"…Nos están mirando…" susurró con vergüenza.
El Autor sonrió ampliamente.
"¡Por supuesto que sí! Esa es la idea."
Haruhime deseó desaparecer en ese mismo instante.
Los murmullos no tardaron en comenzar entre la multitud.
"¿Quiénes…?"
"¿Qué demonios fue eso?"
"¿Es algún tipo de nuevo grupo criminal?"
"¿Por qué hicieron una entrada tan ridícula?"
El Autor se cruzó de brazos, asintiendo con satisfacción al ver las reacciones.
"Bien, bien, buena respuesta inicial… pero creo que necesitamos más dramatismo."
Antes de que Haruhime pudiera reaccionar, el cielo sobre Orario se oscureció momentáneamente con nubes arremolinadas de un negro imposible. Rayos morados surcaron la atmósfera mientras un viento helado recorría la plaza.
La gente retrocedió con miedo, algunos aventureros incluso desenvainaron sus armas.
El Autor extendió una mano al frente.
"¡Desde hoy, este mundo conocerá la voluntad de los Agentes del Caos! ¡Temed, habitantes de Orario, pues vuestra tranquilidad está condenada a la extinción!"
Haruhime parpadeó.
"…Eso suena demasiado amenazante."
"Lo sé, por eso es perfecto."
El dramatismo duró exactamente cinco segundos antes de que las nubes se disiparan y el sol volviera a brillar como si nada hubiera pasado.
Hubo un momento de silencio incómodo.
"…No pasó nada," murmuró un aventurero.
"Eso fue solo un truco barato."
"¿En serio nos asustamos por eso?"
El Autor chasqueó la lengua.
"Tch. Ingratos. Antes esto habría causado histeria colectiva."
Haruhime suspiró.
"…¿Y ahora qué?"
El Autor sonrió.
"Ahora… comenzamos con el verdadero espectáculo."
El aventurero, un hombre de complexión robusta y armadura ligera, avanzó con paso firme.
"Muy bien, payaso, ya fue suficiente. Ven con—"
El Autor levantó una mano con tranquilidad.
"Ah, yo no haría eso si fuera tú."
El aventurero frunció el ceño, ignorándolo.
"Déjate de juegos." Extendió su mano hacia el hombro del Autor.
Haruhime parpadeó.
"Señor aventurero, creo que en serio debería escu—"
Su mano tocó el hombro del Autor.
Y cayó.
Sin resistencia. Sin un grito. Solo… colapsó.
La multitud quedó en completo silencio.
Uno de los aventureros cercanos frunció el ceño, acercándose al cuerpo.
"¿Qué demonios…?"
Se agachó, tocando el cuello del caído en busca de un pulso.
Su expresión pasó de confusión a pánico en segundos.
"E-Está muerto."
Las miradas se giraron automáticamente hacia el Autor.
Este suspiró y se encogió de hombros.
"Se lo advertí."
Los aventureros se tensaron.
"¿Qué… qué le hiciste?"
El Autor alzó un dedo.
"Muerte."
El grupo intercambió miradas.
"¿Qué?"
El Autor sonrió con diversión.
"Muerte. Instantánea."
Se hizo un silencio pesado por la Rick referencia.
Los aventureros miraron el cadáver, luego al Autor.
"Eso… eso es imposible."
"No existe ninguna habilidad así."
"¡Ni los dioses pueden conceder algo como la muerte instantánea!"
El Autor bufó.
"¿Ah, no? Pues díganle eso a este pobre diablo." Señaló con el pulgar el cadáver fresco a sus pies. "Lo toqué— ¡pum! Fin del juego."
Un aventurero tragó saliva y dio un paso atrás.
"Eso… eso es una maldición… una habilidad rota… un…"
"Un espectáculo," interrumpió el Autor con tono teatral. "¡Contemplad, habitantes de Orario! ¡Un poder tan absurdamente desbalanceado que hasta los dioses deberían estar reconsiderando sus carreras!"
Haruhime miró el cuerpo en el suelo, su expresión reflejando una mezcla de sorpresa y consternación. Sus orejas se inclinaron hacia atrás y su cola se agitó nerviosamente.
"…Está muerto."
El Autor suspiró con fingida decepción.
"Sí, eso pasa cuando ignoran mis advertencias."
Haruhime desvió la mirada, su incomodidad evidente.
"P-Pero… ¿así de fácil?"
El Autor se encogió de hombros.
"Bueno, sí. Técnicamente fue su culpa. Yo le dije que no me tocara."
Haruhime frunció levemente el ceño, su sentido de la compasión luchando contra la absurda lógica del Autor.
"Eso no significa que merecía morir…" murmuró en voz baja.
El Autor la observó por un momento antes de sonreír con algo de burla, pero sin malicia.
"Haruhime, si te pones así cada vez que alguien muere en esta historia, lo vas a pasar muy mal."
Ella lo miró con preocupación.
"No estoy acostumbrada a esto…"
El Autor chasqueó la lengua.
"Tranquila, tranquila. Lo compensaremos más tarde con algo bonito, tipo… no sé, adoptar un perrito o hacerle una fiesta sorpresa a un anciano."
Haruhime suspiró, claramente insatisfecha con la respuesta, pero consciente de que no tenía poder para cambiar lo que ya había sucedido.
Mientras tanto, los aventureros seguían en estado de shock.
Uno finalmente reaccionó.
"¡¿U-Ustedes acaban de matar a alguien sin razón?!"
El Autor bufó.
"Por favor, como si fuera la primera vez que alguien muere en Orario."
El aventurero apretó los puños.
"¡Pero no de esta manera!"
El Autor sonrió con diversión y levantó los brazos en una pose dramática.
"Pues vayan corriendo al Gremio. Digan que 'Los Agentes del Caos' han llegado…"
Sus ojos brillaron con diversión mientras su voz se volvía más teatral.
"Y que este mundo no volverá a ser el mismo."
…
La atmósfera en la sala de reuniones de la Familia Loki era tensa. La noticia del altercado en la plaza había llegado rápidamente a los oídos de la deidad pelirroja, y ahora todos los capitanes y altos mandos estaban reunidos para discutir la situación.
Loki, sentada con las piernas sobre la mesa y una copa de vino en la mano, arqueó una ceja mientras observaba los informes.
"Así que… dos enmascarados aparecieron de la nada, hicieron una presentación ridícula, mataron a un aventurero con solo tocarlo y luego se fueron como si nada."
Finn, con una expresión seria, asintió.
"Exacto. Se hacen llamar 'Los Agentes del Caos'. No tenemos información sobre su nivel, habilidades o afiliación, pero el hecho de que uno de ellos matara a un aventurero con solo un toque es alarmante."
Gareth cruzó los brazos con una expresión grave.
"Esa clase de habilidad no es normal. Ni siquiera entre los monstruos hemos visto algo así."
Riveria ajustó sus lentes con una expresión pensativa.
"El problema es que no sabemos si fue magia, una maldición o algo más. Pero si de verdad tienen una habilidad de muerte instantánea… podrían ser una amenaza para toda la ciudad."
Bete golpeó la mesa con una mueca de fastidio.
"¿Y qué demonios vamos a hacer? ¡No podemos quedarnos sentados mientras dos lunáticos en capas negras hacen lo que quieren en nuestra ciudad!"
Loki giró la copa en su mano, sus ojos entrecerrándose con diversión y curiosidad.
"Ufufu~ ¿Y si no son simples lunáticos? ¿Y si en verdad son un problema mayor de lo que pensamos?"
Finn la miró con seriedad.
"Si ese es el caso, tendremos que prepararnos para enfrentarlos. Pero primero, necesitamos más información."
Loki sonrió, apoyando su rostro en una mano.
"Pues bien, chicos~ ¿Quién se ofrece para averiguar más sobre 'El Autor' y 'Haru'?"
El silencio se extendió por la sala por unos segundos, hasta que Ais, quien había estado escuchando en silencio, levantó la mirada.
"Yo puedo ir."
Bete soltó un bufido.
"¿Por qué no me sorprende?"
Finn asintió.
"Es una buena opción, pero no irás sola. Si estos dos realmente son tan peligrosos, necesitarás apoyo."
Riveria miró a Loki con preocupación.
"Si esta 'muerte instantánea' es real, enviar personas sin un plan sería una imprudencia."
Loki agitó la mano con indiferencia.
"Por eso les dejo el trabajo sucio a ustedes~ ¡Pero la idea de dos enmascarados locos causando caos me tiene intrigada! No podemos dejar pasar esto."
Gareth asintió con una expresión seria.
"Entonces, deberíamos dividirnos en equipos. Un grupo investigará si alguien más tiene información sobre ellos, y otro rastreará su ubicación."
Finn se puso de pie, con su típica sonrisa calculadora.
"Bien, entonces decidiremos los equipos. Ais, Bete, Tiona y Tione, ustedes buscarán en la ciudad. Riveria y yo nos encargaremos de recopilar información de otras Familias."
Bete gruñó.
"¿En serio tengo que trabajar con estas locas? Excepto tu Ais… tu si me caes bien."
Tiona le dio un codazo con una sonrisa.
"Vamos, va a ser divertido~"
Tione chasqueó la lengua.
"Si nos encontramos con ese 'Autor', lo haré pagar por lo que hizo."
Loki se estiró perezosamente en su asiento.
"Ufufu~ Entonces es un trato. ¡Vayan y descubran qué están planeando esos dos!"
Con eso, la reunión terminó, y los aventureros más fuertes de la Familia Loki se pusieron en marcha para cazar a los misteriosos enmascarados.
Mientras los aventureros de la Familia Loki se dispersaban por la ciudad, la tensión en Orario crecía. Los rumores sobre los dos enmascarados, conocidos solo como "El Autor" y "Haru", se esparcían como pólvora.
Algunos decían que eran miembros de Evilus. Otros, decían que eran aventureros de otro continente con habilidades prohibidas. Y, por supuesto, también estaba la versión de que eran dioses disfrazados, sembrando el caos por diversión.
Pero en una casa recién renovada (y completamente materializada de la nada), los mencionados enmascarados estaban en plena junta estratégica.
Bueno, el Autor estaba sentado cómodamente en un sofá, con los pies sobre la mesa, mientras Haruhime se mantenía rígida, claramente incómoda con la dirección que estaba tomando todo esto.
"¿De verdad era necesario matar a ese aventurero…?" preguntó Haruhime con preocupación.
El Autor se encogió de hombros.
"¿Quién dice que está muerto?"
Haruhime lo miró con incredulidad.
"Tú lo dijiste."
"Ah, cierto." El Autor hizo un gesto despreocupado con la mano. "Bueno, de todos modos, ya pasó. Lo importante es nuestro siguiente paso."
Haruhime suspiró, sintiendo que su intento de prevención de catástrofes había fracasado rotundamente.
"Si ya nos están buscando… ¿qué planeas hacer?"
El Autor sonrió con picardía.
"¡Exacto, Haruhime! Esa es la pregunta clave. Verás, podríamos escondernos, podríamos huir… pero eso sería aburrido."
Haruhime parpadeó.
"…Entonces, ¿qué haremos?"
El Autor se levantó de un salto, extendiendo los brazos con dramatismo.
"¡Vamos a hacer una gran entrada! Una que haga que las familias de Orario se dén cuenta de que no estamos jugando."
Haruhime sintió un escalofrío.
"Eso suena… preocupante."
El Autor le dio unas palmaditas en la cabeza.
"¡Confía en mí, Haruhime! Será espectacular."
Haruhime no confiaba en él. En absoluto.
Pero como siempre, no tenía muchas opciones.
El Autor se estiró, tronándose los nudillos con entusiasmo.
"Bien, es hora de actuar."
Haruhime, sentada en un rincón de la habitación, parpadeó con incomodidad.
"¿Otra vez…?"
"¡Por supuesto! No podemos simplemente desaparecer después de esa presentación tan magnífica. Tienen que saber que no fue un simple chiste."
Haruhime bajó la mirada, su cola agitándose levemente.
"Yo… preferiría no aparecer esta vez."
El Autor se giró hacia ella con expresión curiosa.
"¿No te gusta la atención?"
Ella negó con la cabeza.
"No es eso… solo que… no me siento cómoda causando más problemas."
El Autor se cruzó de brazos, observándola por un momento. Luego se encogió de hombros.
"Bueno, tú decides. No voy a obligarte."
Haruhime soltó un leve suspiro de alivio.
"Gracias."
"Eso sí, te pierdes el espectáculo."
El Autor se volteo y desapareció en un instante.
Haruhime se quedó sola en la habitación, con una sensación de inquietud.
Esto no podía terminar bien.
…
Justo cuando la tensión en Orario comenzaba a asentarse, un grupo de aventureros de la Familia Loki patrullaba las calles, manteniéndose alerta tras el incidente en la plaza. Entre ellos estaban Ais, Bete, Tiona y Tione, quienes lideraban la patrulla en busca de cualquier pista sobre los misteriosos enmascarados.
Y entonces, sin advertencia alguna…
Pof.
Un sonido sutil, como si alguien simplemente hubiera decidido existir en ese punto del espacio, hizo que todos se giraran de inmediato, poniéndose en guardia.
Frente a ellos, con la misma capa negra de nubes rojas y la máscara naranja en espiral, estaba el causante de la conmoción.
El Autor.
Hubo un instante de silencio incómodo.
"¿Es ese payaso?" gruñó Bete, frunciendo el ceño.
Ais entrecerró los ojos, observándolo con cautela mientras ponía una mano sobre la empuñadura de su espada.
Tiona, en cambio, mostró una sonrisa emocionada.
"¡Ah! ¡El tipo raro con la máscara!"
Tione no parecía tan entusiasmada.
"Sí, qué suerte la nuestra."
El Autor inclinó la cabeza con fingido interés.
"Oh, ¿ya están en modo seriedad? Qué eficientes."
Tiona apuntó con su cuchilla hacia él, con una mezcla de curiosidad y precaución.
"¡Hey, ¿quién eres en realidad?! ¿Por qué estás causando tanto alboroto?"
El Autor se llevó una mano a la barbilla, como si realmente estuviera considerando la pregunta. Luego extendió los brazos con dramatismo.
"¡Soy El Autor! ¡Arquitecto del absurdo! ¡Maestro del caos! ¡El ser que ha decidido traer el entretenimiento definitivo a este mundo!"
Tione chasqueó la lengua.
"Entretenimiento, ¿eh? Lo único que has traído es un cadáver."
El Autor suspiró con fingida decepción.
"Sí, sí, muy trágico. Pero en mi defensa, le advertí."
Ais dio un paso adelante, mirándolo fijamente.
"¿Fuiste tú?"
El Autor giró la cabeza hacia ella.
"Hm. Directa y sin rodeos. Me gusta tu estilo."
Bete apretó los puños.
"Basta de estupideces. Si mataste a alguien, no podemos dejarte ir tan fácil."
El Autor se encogió de hombros.
"¿Y qué planean hacer al respecto?"
Tiona sonrió con confianza.
"¡Patearte el trasero, por supuesto!"
El Autor soltó una risa divertida.
"Aw, qué tierna."
Ais desenfundó su espada con calma, su mirada completamente seria.
"Si eres tan fuerte… peleemos."
El Autor se quedó en silencio por un momento, observándolos a todos.
Luego, sonrió bajo la máscara.
"Ah… Finalmente, la pregunta correcta."
Dio un paso adelante, provocando que todos los aventureros se tensaran aún más.
"Digamos que… estoy aquí para jugar."
La pelea comenzó en el instante en que el Autor terminó su frase.
Bete fue el primero en moverse, lanzándose con un salto veloz y un puñetazo directo al rostro del enmascarado.
¡Fwoosh!
Pero en el último segundo, el Autor se inclinó casualmente hacia un lado, como si simplemente estuviera estirando el cuello, y el golpe pasó de largo.
Bete aterrizó y giró para seguir atacando, pero entonces—
¡CRACK!
El suelo bajo sus pies cedió de repente, como si alguien hubiera decidido que la estructura molecular de esa parte específica del pavimento ya no era relevante.
El hombre lobo gruñó, perdiendo el equilibrio justo cuando intentaba golpear de nuevo.
Tiona y Tione no se quedaron atrás. La primera giró su cuchilla en un ángulo imposible de esquivar, mientras que la segunda apuntó con una patada a las costillas del Autor.
Sin embargo…
¡Swoosh!
En un giro incomprensible de eventos, justo en el instante en que sus ataques iban a conectar, una ráfaga de viento levantó una densa nube de polvo, nublando su visión.
Cuando el polvo se disipó… el Autor ya no estaba en su posición inicial.
Estaba justo detrás de ellas, balanceándose sobre un pie como si estuviera en medio de un jueguito improvisado.
"Wow, qué peligroso. Si me hubieran dado, tal vez me habría dolido. Tal vez."
Ais no esperó más.
"¡Tempestad!"
La magia cubrió su espada de energía de aire en un destello.
¡FWOOM!
Su tajo fue veloz.
Imposible de esquivar.
Definitivamente iba a—
¡CLINK!
…impactar contra una viga de madera que de alguna forma se había materializado justo entre ella y su objetivo.
Ais parpadeó.
"…¿Qué?"
Tione apretó los dientes, tratando de encontrar una lógica a lo que estaba ocurriendo.
"Espera, esto no tiene sentido. ¿Cómo es posible que—?"
Bete gruñó, furioso.
"¡Las cosas se ponen en su favor de la nada! ¡Es como si el maldito mundo estuviera de su lado!"
El Autor, con los brazos cruzados, asintió lentamente.
"Ajá. Ajá."
Tiona lo señaló con una expresión entre irritada y desconcertada.
"¡¿Qué rayos pasa aquí?! ¡¿Por qué todo esto está jugando a tu favor?!"
El Autor giró sobre sus talones, levantando los brazos teatralmente.
"Chicos, chicos… ¡Es simple! ¡Tengo plot armor!"
El grupo se quedó en silencio.
"…¿Tienes qué?" preguntó Ais, frunciendo el ceño.
El Autor agitó una mano con despreocupación.
"Ah, no se preocupen por los detalles. La cosa es que no pueden ganarme."
Bete chasqueó la lengua.
"¡Maldita sea! ¡Eso no tiene sentido!"
El Autor suspiró, sacudiendo la cabeza.
"Así es el destino. O mejor dicho…"
Giró su dedo en el aire, como si reescribiera algo.
"…Así soy yo."
Bete vio su oportunidad.
El Autor estaba en una postura relajada, como si no se tomara la pelea en serio. Era su oportunidad.
"¡A ver si esquivas esto, bastardo!"
Con toda la fuerza de sus piernas, el hombre lobo giró sobre sí mismo y lanzó una patada devastadora.
Su pie cortó el aire, acercándose peligrosamente al rostro del enmascarado.
Iba a impactar.
Iba a conectarle de lleno.
Pero justo en el instante en que su pie iba a hacer contacto—
¡FWOOSH!
El Autor desapareció.
Bete sintió el impacto de su patada contra algo sólido.
Algo pequeño.
Algo que definitivamente no era el Autor.
Un crack sordo resonó en el aire cuando la persona que recibió el golpe salió disparada varios metros hasta chocar contra una pared con un ruido seco.
El grupo se congeló.
Bete parpadeó.
"…¿Eh?"
Giró la cabeza.
Donde antes estaba el Autor, ahora estaba Ais.
Ais, quien acababa de recibir su patada de lleno en el abdomen.
El silencio era sepulcral.
Tiona y Tione abrieron los ojos como platos.
"A-Ais…?"
Ais no reaccionó de inmediato. Se había quedado arrodillada en el suelo, con una mano sobre su estómago, tratando de recuperar el aliento.
Bete sintió cómo el sudor frío se deslizaba por su espalda.
"E-Esp— ¡¡¿CÓMO RAYOS PASÓ ESTO?!!"
A varios metros, el Autor reapareció, flotando en el aire en una posición relajada.
Sonriendo.
Divirtiéndose.
"Vaya, eso debió doler~"
Bete se giró furioso.
"¡¡Bastardo!! ¡¡¿Qué le hiciste a Ais?!!"
El Autor giró un dedo en el aire.
"Nada del otro mundo. Solo cambié de lugar con ella en el último segundo."
La mandíbula de Bete se tensó.
"¡Eso es trampa!"
El Autor sonrió aún más.
"¿Y quién va a impedírmelo?"
El ambiente se sentía tenso.
Ais aún estaba intentando recuperar el aliento después de recibir la patada sorpresa de Bete. Las gemelas Amazoness miraban entre la confusión y la preocupación.
Bete, por otro lado, estaba furioso.
No solo había golpeado a Ais por accidente, sino que ese maldito enmascarado lo estaba tomando a broma.
Se lanzó otra vez.
"¡¡TE VOY A—!!"
FWOOM.
Bete se detuvo en seco.
Sus ojos se pusieron en blanco.
Su cuerpo perdió toda tensión.
Y, sin siquiera hacer un sonido, cayó de lado al suelo.
Muerto.
Las amazonas se quedaron congeladas.
Ais parpadeó, aún sujetándose el estómago.
"…¿Eh?"
El Autor bajó la mirada al cadáver.
Suspiró y se encogió de hombros.
"Te dije que no es buena idea tocarme."
El grupo entero de la familia Loki sintió un escalofrío recorrerles la espalda.
El Autor mató a Bete.
Justo ahí.
Sin esfuerzo.
Sin lanzar un ataque.
Sin siquiera moverse.
Ais parpadeó.
Por mucho que le hubieran dicho que este sujeto tenía una habilidad de muerte instantánea, no esperaba que fuera así de… simple.
No había luz mágica. No había maldición visible.
Ni siquiera había un gesto dramático.
Bete simplemente cayó muerto. Así, sin más.
Su expresión se endureció, sujeta entre la incredulidad y una inquietante sensación en la boca del estómago.
Tiona y Tione no estaban mucho mejor.
Sí, les habían informado. Sí, ya sabían qué esperar.
Pero saber algo y verlo eran cosas muy distintas.
La forma en la que Bete simplemente… se apagó, sin resistencia alguna, las dejó heladas.
Y, por supuesto, que el Autor luego sacara un equipo médico de la nada tampoco ayudaba.
"¡Bien, hora de reanimar!"
Agarró las palas del desfibrilador y las frotó entre sí.
El Autor las presionó contra el pecho de Bete.
"¡DESPEJEN!"
BZZZZT!
El cuerpo del hombre lobo se sacudió con un espasmo repentino.
Segundos después, abrió los ojos de golpe y tomó una bocanada de aire.
"¡¿QUÉ CARAJO?!"
Antes de que pudiera procesar lo que pasó, vio al Autor justo al lado suyo.
Y sin pensarlo dos veces, Bete saltó hacia él con un puño listo para golpearlo.
El Autor suspiró.
"Ni cinco segundos de gratitud…"
FWOOM.
Bete volvió a caer.
Muerto. Otra vez.
"En serio, este lobo nunca aprende."
Sin más preámbulos, volvió a cargar el desfibrilador.
"¡DESPEJEN!"
BZZZZT!
Bete volvió a resucitar con otro espasmo violento.
"¡¡¿PERO QUÉ MIERDA?!!"
El shock en su rostro era tan evidente que casi parecía cómico.
Y justo cuando sus ojos encontraron al Autor otra vez, su cuerpo se tensó con furia renovada.
"¡TE VOY A DESTROZ—!"
FWOOM.
Silencio.
Otra vez el cadáver de Bete volvio a caer.
"Bueno, tercera es la vencida, supongo."
Cargó las palas del desfibrilador otra vez.
"¡DESPEJEN!"
BZZZZT!
Otro espasmo.
Otra vez Bete resucitó.
Y esta vez, antes de que pudiera decir algo—
El Autor levantó un dedo.
Bete se quedó en el sitio.
No porque no quisiera moverse, sino porque su cerebro estaba procesando la situación.
El Autor lo miró con una sonrisa.
"Si intentas atacarme otra vez, te mato otra vez."
Ais no pudo evitar dar un paso atrás.
Esto ya no parecía una pelea.
Parecía un mal chiste.
O peor.
Un juego.
Y el Autor era el único jugador.
El lobo temblaba.
El Autor sonrió.
"Buen chico."
Un escalofrío recorrió a la espadachina.
El enmascarado estaba jugando con ellos.
Y lo peor era… que sabían que no podían hacer nada al respecto.
El silencio seguía pesando sobre el grupo.
El Autor, con una mano en la cadera, tamborileaba los dedos con impaciencia.
"Bueno, esto se puso aburrido rápido."
Bete todavía estaba temblando, como si su cuerpo aún no procesara el haber muerto y revivido en menos de cinco minutos. Las Amazonas mantenían una postura de combate, pero no se atrevían a atacar de nuevo.
Ais era la única que, aunque sorprendida, no había bajado su espada. Su mirada dorada estaba fija en él, intentando descifrar qué clase de enemigo tenían enfrente.
"Eres peligroso."
El Autor sonrió bajo su máscara. "Obvio."
Tione apretó los dientes. "¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué apareciste aquí?"
"Buena pregunta."
El enmascarado se cruzó de brazos, inclinando la cabeza con fingida reflexión.
Los aventureros se tensaron más.
Finalmente, el Autor chasqueó los dedos.
"Ah, ya sé."
Los aventureros se prepararon.
El Autor extendió los brazos.
"Estoy aquí para sembrar el caos."
Silencio.
El grupo de Loki lo miró, incrédulo.
Tiona parpadeó. "¿Eso es todo?"
El Autor asintió con entusiasmo. "¡Ajá! Caos, confusión, desorden, tragedia para algunos, comedia para otros. Todo eso."
Ais entrecerró los ojos. "No tiene sentido."
"¡Exacto!"
Bete finalmente explotó.
"¡Deja de jugar con nosotros, maldito—!"
No terminó la frase.
Cayó muerto. Otra vez.
Las Amazonas dieron un paso atrás por instinto. Ais endureció la expresión.
El Autor suspiró, sacando de la nada el equipo de reanimación.
Bip. Bip. Biiiiip.
Bete volvió a la vida con una bocanada de aire.
Se sentó de golpe, con los ojos abiertos como platos, y luego miró al Autor con un temblor de furia contenida.
El enmascarado chasqueó la lengua. "Parece que aún no aprendes."
El lobo gruñó.
Y cayó muerto otra vez.
Luego volvio a revivir.
"¡Basta!" Tione finalmente gritó.
El Autor la miró.
Ella tenía los puños apretados. "Si realmente eres tan poderoso, ¿por qué molestarte con esto?"
El enmascarado la miró fijamente por un momento. Luego, se encogió de hombros.
"Porque me divierte."
Los aventureros sintieron un escalofrío.
Tiona tragó saliva.
Ais, sin apartar la vista de él, finalmente hizo la pregunta que todos pensaban.
"¿Quién eres?"
El Autor inclinó la cabeza.
Y sonrió.
El silencio se hizo más denso que nunca.
Ais, que había estado observando al enmascarado con cautela, sintió que su respiración se detenía por un segundo cuando escuchó las palabras salir de su boca.
"Yo soy tu padre."
El mundo pareció detenerse.
Las Amazonas y Bete (quien acababa de revivir por tercera vez) lo miraron como si acabara de decir la mayor tontería de la historia.
Pero entonces…
El Autor se llevó lentamente las manos a la máscara.
Y la retiró.
El rostro que apareció debajo era imposible.
Albert Waldstein.
Cabello negro, ojos intensos, facciones nobles e inconfundibles. El mismísimo héroe de antaño, el hombre que había caído en batalla hacía mil años.
Ais sintió que su mente entraba en cortocircuito.
No. No. No era posible.
Su padre estaba muerto. No solo muerto, sino que había perecido hace mil años en una era completamente diferente.
Pero ahí estaba. Frente a ella.
Y su actitud…
No era la de un héroe legendario.
Era la de un loco, un ser caótico, burlón y sin respeto alguno por la solemnidad de la historia.
Ais sintió que su mundo entero se tambaleaba.
"…No… puede ser…" murmuró, su voz apenas un susurro.
Las Amazonas miraban al enmascarado—ahora desenmascarado—con incredulidad absoluta.
Bete, todavía jadeando después de su resurrección, miró a Ais y luego al hombre frente a ellos, su ceño fruncido.
"¿Qué demonios está pasando aquí?"
El Autor sonrió con confianza.
"¿Qué pasa, Ais? ¿No estás feliz de ver a tu viejo?"
Ais dio un paso atrás, su espada temblando en su agarre.
No podía procesarlo.
Todo en su interior gritaba que era imposible, que esto era una broma demente, pero… su mente estaba en completo caos.
Tione se acercó un poco a su hermana.
"…Esto… esto tiene que ser una ilusión, ¿cierto?"
Tiona tragó saliva. "No lo sé…"
El Autor suspiró y sacudió la cabeza con falsa decepción.
"Vaya, esperaba una reacción más emotiva. ¿No vas a correr a abrazarme? ¿A llorar de felicidad?"
Ais no respondió.
No podía.
El Autor chasqueó la lengua y levantó los brazos en un gesto de rendición.
"Bueno, supongo que no tengo elección."
Chasqueó los dedos.
Y en un instante, su apariencia cambió nuevamente.
Volvió a la máscara y la capa, su rostro ya no el de Albert, sino el del enigmático enmascarado de antes.
"Solo era una broma."
Pero para Ais, la herida ya estaba hecha.
Ella aún lo miraba con la misma expresión de shock absoluto, su cuerpo rígido como una estatua.
El Autor se cruzó de brazos, ladeando la cabeza.
"…Vaya, parece que lo llevaste peor de lo que esperaba."
Bete explotó.
"¡¿Pero qué demonios fue eso?! ¡¿Te parece gracioso jugar con la mente de alguien así?!"
El Autor lo miró con indiferencia.
"Sí."
Las Amazonas estaban demasiado atónitas como para reaccionar.
Ais, finalmente, respiró hondo.
Y sus ojos se endurecieron.
Su espada se alzó una vez más.
"Quienquiera que seas…"
Su voz era baja, pero firme.
"…Voy a hacer que pagues por esto."
El Autor sonrió.
"¡Ahora sí estamos hablando!"
Ais no podía pensar.
No podía razonar.
Su mente estaba en blanco, inundada por un torbellino de emociones que nunca antes había sentido con tanta intensidad. Confusión, rabia, impotencia…
Y odio.
El viento negro brotó de su cuerpo, revolviéndose como una tormenta enloquecida. No era un poder que simplemente activara, era algo que respondía a su ira, a su deseo de venganza.
"Avenger."
El aire vibró cuando su habilidad se desató por completo.
La magia rugió dentro de ella, recorriendo su cuerpo como un torrente incontrolable. Desperate, su espada, parecía más ligera en su mano, como si la furia misma la impulsara. El suelo bajo sus pies se agrietó cuando se lanzó hacia adelante con una velocidad que superaba todo lo que había mostrado antes.
El Autor, con las manos en los bolsillos, la observó con una sonrisa de interés.
"Oh, interesante…"
Ais cerró la distancia en un instante.
Su espada descendió con la velocidad de un rayo.
Pero el Autor la esquivó.
No con una desaparición repentina ni con su clásica burla omnipotente.
Simplemente… dio un paso al lado.
Ais sintió cómo su hoja cortaba el aire, sin encontrar resistencia.
La frustración ardió en su pecho.
El viento negro a su alrededor rugió en respuesta.
Giró sobre su eje y lanzó un segundo tajo.
El Autor inclinó la cabeza hacia atrás con tranquilidad.
Ais rechinó los dientes.
"¡Deja de esquivar!"
El Autor sonrió.
"Pero es divertido verte intentarlo."
Ese comentario fue como un barril de pólvora al fuego de su ira.
Avenger reaccionó, expandiendo su poder.
La fuerza de Ais aumentó.
Su velocidad aumentó.
El viento negro se volvió aún más feroz.
Pero el dolor también se intensificó.
Su cuerpo no estaba hecho para soportar esa cantidad de poder sin consecuencias. Sus músculos protestaban, sus venas ardían como si tuviera lava corriendo en ellas. Sus huesos crujieron ante la presión creciente.
Pero no se detuvo.
No podía detenerse.
Cada vez que su espada fallaba, su odio se intensificaba.
Cada vez que el Autor la esquivaba con facilidad, su furia crecía.
Y cuanto más se enojaba, más fuerte se volvía.
Bete y las Amazonas observaban en estado de shock.
"Esa…" murmuró Tione, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. "Esa no es la Ais de siempre…"
Tiona tragó saliva.
"Ella… está fuera de control."
El suelo tembló cuando Ais se impulsó de nuevo.
Su espada cortó una y otra vez, creando ráfagas de viento negro que devoraban los alrededores. Las paredes se astillaban, el suelo se fragmentaba, pero el Autor seguía esquivando con una facilidad exasperante.
Cada vez que lo hacía, lo acompañaba con una burla.
"Uy, casi me das."
"Vamos, ¿eso es todo el poder de la princesa espada?"
"Ah, qué peligroso, casi me despeinas."
"¿Tanto odio me tienes? Me hace sentir especial."
Ais rugió con frustración.
Su poder creció aún más.
Las grietas en su piel comenzaron a aparecer.
Era demasiado.
Pero ella no lo notaba.
O más bien, no le importaba.
Solo había una cosa en su mente: cortar a ese maldito ser demente que se burlaba de todo.
Y el Autor lo sabía.
Por eso, cuando vio la siguiente embestida venir, sonrió con satisfacción.
Y decidió dejar de esquivar.
Ais sintió la resistencia.
Por primera vez en toda la pelea, su espada no cortó el aire.
No erró.
No falló.
La hoja atravesó el cuerpo del Autor, hundiéndose en su torso con precisión mortal.
El viento negro a su alrededor se revolvió con intensidad, reflejando el caos en su interior.
Lo había golpeado.
Por fin.
Por un instante, el alivio la recorrió.
Hasta que escuchó su voz.
"Oh… me han dado."
Sin dolor. Sin sorpresa. Sin reacción alguna.
Ais sintió un escalofrío.
Miró su espada, asegurándose de que no estuviera imaginando cosas.
No, la hoja seguía allí, perforando su torso.
Y, sin embargo, el Autor seguía en pie, con una voz de absoluta indiferencia.
Bete, Tiona y Tione quedaron paralizados.
Era imposible.
Nadie, ni siquiera un monstruo, reaccionaría así después de ser atravesado.
Ais intentó sacar la espada.
No se movió.
El Autor inclinó la cabeza, mirándola con curiosidad.
"¿Ya terminaste?" preguntó, como si estuviera esperando a que ella hiciera algo más.
Los ojos de Ais se abrieron más cuando sintió la presión en su mano.
El Autor la estaba sujetando.
No para apartarla.
Sino para empujarla.
Para hundir más la espada en su cuerpo.
Ais apretó los dientes. No tenía sentido.
La espada ya estaba dentro.
Pero no había sangre.
No había resistencia real.
Y, sobre todo, él no mostraba ninguna reacción.
"Vamos, Ais." Su voz sonó relajada, casi entretenida. "Si tanto me odias, ¿por qué te detienes?"
El viento negro de Avenger rugió con más fuerza a su alrededor, avivando la rabia en su interior.
Ella intentó empujar la espada más profundo.
No se movió.
Era como si estuviera clavada en algo inamovible.
El Autor inclinó levemente la cabeza, sin soltar su agarre sobre su mano.
"¿Qué pasa? ¿Perdiste el impulso?" Su tono seguía siendo burlón. "Vamos, hunde la espada un poco más. Tal vez así haga algo de efecto."
Apretó un poco más su agarre, como si quisiera ayudarla a empujar.
"¿O acaso… te estás dando cuenta de que esto no servirá de nada?"
El Autor desapareció en un instante, dejando a Ais con la espada todavía en la posición de ataque.
Un segundo después, su voz resonó desde unos metros más atrás.
"Bueno, eso fue divertido."
Ais giró de inmediato, todavía con Avenger rugiendo a su alrededor.
El Autor estaba allí, de pie, con total tranquilidad. Ni rastro de la herida que supuestamente le había causado.
Levantó una mano y se sacudió la capa con calma.
"Pero creo que ya es suficiente dramatismo por hoy."
Ais apretó los dientes, sintiendo cómo el viento oscuro de Avenger crecía con su ira.
Ais sintió un vacío repentino en su cuerpo. El rugido del viento negro de Avenger desapareció como si nunca hubiera estado allí.
Parpadeó, confundida, mientras miraba sus propias manos.
"¿Q-Qué…?"
El Autor agitó una mano con indiferencia.
"Ais Wallenstein ya no puede usar Avenger."
Era una declaración simple, sin ningún tipo de poder mágico ni gesto dramático. Y sin embargo, el mundo mismo pareció obedecerle sin dudar.
Ais dio un paso atrás, tratando de convocar su habilidad otra vez. Nada. Su fuerza había vuelto a la normalidad, como si Avenger jamás hubiera existido.
Tione y Tiona observaban con los ojos bien abiertos, mientras que Bete gruñó con furia.
"¿¡Qué demonios hiciste!?"
El Autor chasqueó los dedos.
"Nada complicado. Solo reescribí un par de líneas en la historia. ¿No es genial?"
Ais apretó los puños, sintiendo una extraña mezcla de ira e impotencia. Nunca había experimentado algo así.
El Autor suspiró, sacudiendo la cabeza con falsa tristeza.
"Bueno, ha sido divertido, pero me tengo que ir."
Tiona frunció el ceño, dando un paso adelante con determinación.
"¡No te dejaré ir tan fácil!"
El Autor la miró con total indiferencia antes de encogerse de hombros.
"Me chupa tres pingos."
Y sin más preámbulos, levantó un brazo frente a su rostro como si estuviera en medio de una pose dramática.
Tiona parpadeó. "¿Qué—?"
Antes de que pudiera reaccionar, el Autor empezó a bajar lentamente su brazo, desvaneciéndose a medida que lo hacía.
Y entonces, como si el universo mismo conspirara para hacer la escena más absurda, un estruendoso drop de dubstep comenzó a sonar de la nada.
"WUB WUB WUB WUB WUB—"
Los aventureros de la familia Loki se tensaron de inmediato.
"¿¡De dónde viene esa música!?" gritó Bete, tapándose los oídos.
"¿¡Por qué suena tan fuerte!?" exclamó Tione.
Ais, aún en shock por lo que había ocurrido, solo miraba la escena sin poder procesar nada.
El Autor terminó de desaparecer justo cuando el dubstep alcanzó su punto máximo, dejando solo silencio y la absoluta incredulidad de los presentes.
Los cuatro aventureros de la familia Loki se quedaron inmóviles, sus mentes todavía intentando comprender la absoluta ridiculez de lo que acababa de ocurrir.
El enmascarado había desaparecido de una forma tan estúpidamente dramática que ni siquiera sabían cómo reaccionar. El eco del dubstep aún retumbaba en sus oídos, como un cruel recordatorio de que la lógica se había tomado vacaciones en ese encuentro.
Y entonces… sucedió.
Splosh.
Algo cayó sobre la cabeza de Bete. Algo caliente. Algo viscoso. Algo que se deslizó lentamente por su cabello y le chorreó hasta la cara.
"…¿Qué carajos…?"
Antes de que pudiera siquiera procesarlo, un horrendo chapoteo resonó en la calle, seguido de múltiples impactos blandos y húmedos.
SPLAT. SPLASH. SQUELCH.
Los cuatro sintieron cómo algo húmedo y pegajoso les golpeaba desde arriba.
Tiona bajó la mirada, solo para ver que algo rojo y carnoso acababa de aterrizar justo frente a sus pies.
Era un pulmón.
Un pulmón humano.
Sus ojos se abrieron de par en par.
"…¿Eh?"
Más y más órganos comenzaron a caer como si fueran gotas de una macabra lluvia. Hígados, riñones, intestinos… incluso un corazón aún latiendo por puro reflejo nervioso cayó justo en las manos de Tione, quien se quedó congelada con una expresión que alternaba entre el horror y la confusión absoluta.
Ais, aún en shock por todo lo que había pasado, solo pudo mirar al suelo con una mezcla de incredulidad y vacío existencial. Un bazo humano descansaba plácidamente sobre la punta de su bota.
Bete, por otro lado, ya había llegado al límite.
"¿¡QUÉ DEMONIOS ESTÁ PASANDO!?" rugió, sacudiendo la cabeza frenéticamente para quitarse los restos sanguinolentos de encima.
Tiona levantó la vista al cielo, buscando algún indicio de dónde había caído todo eso. Pero no había nada. Solo un cielo despejado y azul.
"…¿D-De dónde…?"
No había cuerpos. No había señales de lucha. No había indicios de que alguien hubiera sido despedazado recientemente. Solo los órganos. Como si hubieran sido teletransportados desde quién sabe dónde y arrojados sobre ellos por puro capricho del universo.
Tione tragó saliva, su cara completamente pálida.
"…No puede ser…"
Ais, aún con su espada en la mano, no podía apartar la mirada del desastre sanguinolento que ahora decoraba la calle.
La única pista que tenían era el hecho de que todo esto había ocurrido justo después de que el Autor desapareciera.
Y por alguna razón, eso lo hacía aún más aterrador.
Ais sintió un mareo repentino.
Su cuerpo, aún cubierto de la sangre y vísceras que habían llovido del cielo, comenzó a tambalearse. La adrenalina que la había mantenido en pie hasta ahora desapareció de golpe, dejando en su lugar un cansancio brutal.
Avenger.
Su habilidad más poderosa… y más destructiva para sí misma.
El dolor la golpeó con un retraso cruel. Un ardor sofocante en los músculos, un peso insoportable en los huesos, un zumbido implacable en su cabeza.
Y luego, la gravedad hizo su trabajo.
Su espada cayó de sus manos con un sonido metálico sordo, justo antes de que ella misma se desplomara como una muñeca rota.
"¡Ais!" exclamó Tiona, reaccionando al instante.
Tione también se apresuró a acercarse, pero ambas se detuvieron en seco cuando notaron el estado en el que estaba.
Ais Wallenstein, la legendaria Espada de la Princesa, yacía inconsciente en el suelo.
Totalmente cubierta de sangre y órganos humanos.
Su cabello dorado, que normalmente brillaba como el sol, estaba pegajoso y enredado con coágulos oscuros. Sus ropas estaban empapadas en rojo, y pedazos de tejido desconocido se adherían a su piel.
Era una imagen espantosamente macabra.
"…Mierda," murmuró Bete, con una mezcla de irritación y preocupación mientras miraba la escena.
Tiona, todavía en shock, intentó sacudir a Ais con cuidado.
"¡Ais! ¡Ais, despierta!"
No hubo respuesta.
Tione dejó escapar un suspiro tembloroso.
"…Tenemos que llevarla de vuelta. Ahora."
Bete chasqueó la lengua y apartó la vista, aún incómodo por todo lo que acababa de ocurrir.
Los tres miembros de la familia Loki se miraron entre sí, sin saber cómo procesar el hecho de que su mejor espadachina estaba fuera de combate.
Y peor aún…
Que todo esto había sido causado por un lunático con una capa, una máscara y sentido del humor enfermizo.