Miquella y Leda permanecieron en la casa de Brea el resto del día, planeando partir a la mañana siguiente. Para la caballera, fue un descanso necesario, aunque insuficiente. Sin embargo, por el momento, tendría que bastar.
La casa fue saqueada por completo, al menos en lo que respecta a provisiones. Toda la comida almacenada por Brea fue colocada sobre la mesa para que Miquella y Leda se alimentaran.
Miquella observó con asombro cómo Leda devoraba una cantidad de comida varias veces superior a la que él podía consumir, y además lo hacía con una rapidez sorprendente. Ciertamente, había pasado hambre en los últimos días, pero esto superaba cualquier límite razonable. Las reservas de comida de Brea disminuían a un ritmo alarmante.
Leda también estaba sorprendida por su propio apetito. La comida que ingería no era especialmente buena; eran provisiones de larga duración, con poco de ellas siendo frescas. Aun así, no podía detenerse. Sentía un vacío en su estómago que debía llenar a toda costa. Continuó comiendo sin pausa, aunque su cuerpo apenas reflejaba la cantidad de alimento ingerido.
Ninguno de los dos comprendía que Leda estaba experimentando una deficiencia temporal. En su mundo de origen, sus grandes habilidades eran naturales bajo las reglas del mismo, pero este nuevo lugar funcionaba de otra manera. Para mantener su poder, debía compensar la diferencia, y una de las formas más básicas era la nutrición. No es que necesitara comer en exceso todo el tiempo, pero, tras el esfuerzo reciente y la baja calidad de la comida, su cuerpo exigía más de lo habitual. Si tuviera acceso a alimentos de mejor calidad, su alimentación sería más moderada.
Miquella, por su parte, se preguntó si él comía demasiado poco, pero asumió que su cuerpo infantil tenía un metabolismo diferente. Sin embargo, tras un momento de reflexión, decidió forzarse a comer más de lo habitual.
El resultado fue evidente: terminó con el estómago hinchado, casi como si estuviera embarazado, mientras que Leda, a pesar de haber comido mucho más que él, no mostraba cambios en su cuerpo. Con esto, Miquella decidió confirmar ciertas ideas. Se levantó de su silla y se acercó a ella, posando una mano sobre su cabeza.
"Leda, voy a probar algo. No sé si funcionará. Si no lo hace, estaré muy débil y dependeré de ti" dijo con tranquilidad mientras miraba el anillo en su mano.
Leda no tuvo tiempo de responder. De repente, sintió una corriente fría recorrer su cabeza y una sensación extraña, aunque no supo identificar qué había cambiado exactamente. Entonces, miró a Miquella y notó cómo su rostro se volvía pálido de repente.
Miquella sintió, una vez más, cómo su cuerpo se vaciaba de energía, pero esta vez sonrió al comprender mejor la situación. Hace un momento, había intentado transferir el idioma local a Leda, y lo había logrado… o al menos eso esperaba. Poco a poco, estaba entendiendo el funcionamiento y los requisitos del anillo, y había hecho una suposición arriesgada que, al parecer, había funcionado a medias.
Sintió su cuerpo consumirse, pero también percibió cómo la comida ingerida previamente ayudaba a compensar el desgaste. No es que el alimento reemplazara la energía que perdía, pero sí parecía acelerar su recuperación. En otras palabras, su estómago lleno le estaba permitiendo reponerse más rápido de lo normal.
"¿Mi señor?" preguntó Leda, preocupada al verlo débil pero con una expresión satisfecha.
"Estoy bien, Leda. Ahora deberías poder entender a la gente de aquí" respondió Miquella, notando que la caballera le había hablado inconscientemente en la lengua nativa de este lugar.
Se recostó por un momento para recuperarse. Por suerte, este había sido un gasto de energía mucho menor en comparación con otras cosas que había hecho antes, como lanzar la llamarada de fuego o invocar a la propia Leda. Además, su estómago hinchado comenzaba a desinflarse con rapidez.
...
Después de organizar las cosas en la casa de Brea —lo que consistió en recuperar todo lo útil y valioso—, Miquella y Leda se fueron a dormir temprano, con la esperanza de recuperar suficientes fuerzas para el viaje que emprenderían al amanecer.
Solo había una cama, y aunque Leda mostró reticencia a compartirla con su señor, insistiendo en cedérsela por completo, Miquella no se dejó convencer. En parte, porque quería algo a lo que aferrarse… aún sentía el peso de la soledad que lo había acompañado antes de encontrarla.
Durmió profundamente esa noche, con la cabeza enterrada en el pecho de Leda. Por primera vez desde que llegó a este mundo, se sintió realmente seguro y cómodo. Leda, por su parte, tardó en conciliar el sueño. El afecto repentino de su señor la tensaba y la hacía preguntarse qué le había sucedido para causar estos cambios…
Pero al final, el cansancio la venció, y ambos durmieron hasta la mañana siguiente.
Al despertar, se prepararon rápidamente para su viaje. Como ya habían organizado todo el día anterior, solo necesitaron unos minutos para asearse, comer y cargar las provisiones. Sin embargo, justo cuando estaban por partir, algo los sorprendió.
Un sonido rasgó el silencio de la casa. Algo estaba arañando la puerta.
Leda reaccionó de inmediato, empuñando su espada con la intención de eliminar cualquier amenaza que osara acercarse a su señor. Se aproximó a la entrada y abrió la puerta de golpe, preparada para atacar... pero entonces tuvo que mirar hacia abajo.
Miquella se quedó helado.
Brea se arrastraba con dificultad, usando sus manos para impulsarse. Su pecho aún tenía el agujero que le había causado la muerte, pero sus ojos estaban vacíos, sin vida, y su piel, pálida y rígida.
Un cadáver en movimiento.
Leda suspiró. Para ella, aquello no era nada fuera de lo común. En su mundo natal, los no muertos eran parte del paisaje cotidiano. Sin titubeos, alzó su espada para darle el golpe final y acabar con esa cosa que desafiaba su sentencia de muerte.
Pero antes de que pudiera atacar…
"¡Leda, detente!" ordenó Miquella, su expresión volviéndose cada vez más sombría.
Leda se giró hacia él, desconcertada.
"Tráela aquí" añadió, su voz firme pero cargada de una emoción difícil de descifrar.
Antes de dormir, se había llevado el cadáver de Brea afuera, detrás de la casa. Miquella aún no había decidido si darle un entierro adecuado o simplemente informar a la gente de los alrededores, algo que planeaba hacer hoy mismo en su búsqueda de respuestas.
Nunca imaginó volver a verla moverse.
Y aunque entendía que los muertos vivientes existían en el lugar que suponía que estaba, no eran algo tan común como para que apareciera aquí y ahora. Antes tenía una corazonada de dónde podrían encontrarse, pero esto… esto no encajaba.
Leda, sin hacer preguntas, tomó los brazos del cadáver ambulante y lo arrastró al centro de la habitación con facilidad. No comprendía por qué su señor parecía tan afectado, pero sus órdenes eran absolutas.
Miquella la observó con el ceño fruncido, su mente procesando lo que tenía frente a él. Algo estaba muy, muy mal.
Brea yacía en el suelo, emitiendo quejidos involuntarios, incapaz de hablar. Moverse le resultaba extremadamente difícil, lo que sugería que se había arrastrado durante toda la noche hasta la puerta de la casa.
Si alguien la viera, pensaría que era un simple zombi en busca de carne viva, pero su comportamiento era diferente. Estaba tendida de espaldas, con la mirada fija en Miquella, que se encontraba a escasa distancia de su cabeza. Sus manos se alzaban en el aire como si intentara aferrarse a algo, mientras abría y cerraba la boca, sacando la lengua en un gesto inquietante. No parecía querer morder… no exactamente.
Si uno prestaba suficiente atención a sus ojos hambrientos y a la dirección en la que estaban clavados, podía entenderse qué era lo que anhelaba.
A Miquella... O, más específicamente, al pequeño Miquella.
Era sorprendente cómo, incluso después de la muerte, esa mujer mantenía la misma fijación inquebrantable por el cuerpo de los niños. Su intelecto parecía haberse desvanecido casi por completo, reducida solo a sus impulsos más básicos. Y aún así, de alguna forma, su deseo seguía presente, incluso por encima de cualquier otra necesidad.
Leda, al ver la desvergonzada escena que daba aquella mujer muerta, quiso rematarla de inmediato. Pero las órdenes de su señor eran claras, así que se contuvo y solo se limitó a incapacitarla para asegurarse de que no pudiera causar ningún daño.
Miquella, por su parte, caminaba en círculos alrededor de Brea, observándola con atención, tratando de desentrañar sus secretos. Con cada segundo que pasaba, su confusión sobre este mundo se hacía más profunda. No quería creer que estaba atrapado en un universo al estilo The Walking Dead, pero tampoco podía ignorar la evidencia frente a él.
¿Eran todos los muertos vivientes de este mundo iguales a los que conocía? A simple vista, Brea no era diferente de los no muertos de las Tierras Intermedias… quizás un poco más débil.
Su estudio le absorbió tanto que el tiempo pasó volando, haciéndoles perder la oportunidad de partir temprano como habían planeado. Pero Miquella no podía permitirse dejarlo pasar; necesitaba respuestas, aunque cada nueva revelación solo lo confundía más.
"¿Realmente he dejado las Tierras Intermedias?"
Mientras intentaba resolver sus pensamientos, también tenía que soportar la mirada intensa de Brea, quien parecía querer desvestirlo con los ojos. No le interesaba devorarlo como un zombi tradicional, no. Su único deseo era completar lo que no logró en vida. Irónicamente, esto evitaba que se volviera agresiva.
Tras mucho tiempo de observación, Miquella terminó sumido en sus pensamientos, caminando de un lado a otro, ignorando tanto a la mujer muerta en el suelo como a Leda, quien estaba sentada en la cama, en silencio.
Había demasiadas ideas en su cabeza, demasiadas incógnitas. Pero sabía que no podía quedarse así para siempre. La inacción no solucionaría nada. Debía decidir qué hacer con Brea.
Dejarla así era peligroso para la gente del lugar. No tenía idea de qué tan comunes eran los no muertos aquí, si esto era un caso aislado o algo tan normal como en su mundo natal. Llevarla con ellos era una posibilidad… pero con todo lo que ya tenían en contra, cargar con un cadáver ambulante solo complicaría las cosas.
Sus ojos se posaron en el anillo que llevaba en su dedo.
Luego en Brea.
Consideró ciertas posibilidades.
Un nuevo experimento se formó en su mente.
Sabía que estaba jugando con fuego, que intentar dominar un poder desconocido era un acto temerario. Pero en su situación actual, realmente no tenía nada que perder.
Aún no comprendía cuál era su papel en este mundo.
¿Era esta una segunda oportunidad?
¿Debía aprovecharla?
Por eso tomó una decisión arriesgada. Si tenía razón, su vida sería más segura y sencilla. Si fallaba… bueno, su situación podría volverse aún peor. Pero ya estaba en un lugar peligroso y en el estado más débil que recordaba. Un paso más allá no haría mucha diferencia.
Miquella se acercó a Brea hasta colocarse sobre ella, sentándose en su vientre. Con movimientos precisos, retiró la ropa que cubría su pecho, dejando al descubierto no solo sus senos, sino también el enorme agujero en el centro de su torso, donde la espada de Leda la había atravesado.
La no muerta parecía cada vez más emocionada, como si estuviera viviendo el momento que siempre había soñado.
Sin embargo, aunque Brea intentara moverse con más intensidad, poco podía hacer. Leda se había asegurado de que estuviera prácticamente inmovilizada.
Miquella apoyó ambas manos sobre el pecho desnudo de la mujer y cerró los ojos. Al mismo tiempo, pudo sentir cómo la emoción de Brea aumentaba aún más.
"Es bueno que lo disfrutes…" murmuró con solemnidad. "Espero que esto compense lo que planeo hacer… si es que funciona."
Leda observaba la escena en silencio. Su señor estaba encima de aquella escoria, tocándola sin la menor contemplación, como el ser puro que era. Pero ella sabía que esa mujer no era digna de semejante trato. Solo esperaba la señal para acabar con Brea una vez más…
Entonces, vio algo.
Miquella frunció el ceño al sentir un ardor en su dedo.
El anillo.
No era una quemadura física, pero el dolor era real, punzante, como si algo dentro de él reaccionara. Estaba intentando algo peligroso, pero no podía ignorar la idea que había rondado su mente tras analizar su anillo. Era la primera vez que intentaba algo así, y no era fácil, especialmente cuando encontró cierta resistencia.
En realidad, no tenía claro lo que estaba haciendo. La inexperiencia le impedía comprender del todo el proceso. Solo podía seguir su instinto.
El cuerpo de Brea comenzó a tornarse más pálido.
No solo su piel, sino también su ropa.
Se estaba volviendo ligeramente translúcida, y de su ser comenzaron a desprenderse diminutas partículas blancas que flotaban a su alrededor.
Miquella sintió gotas de sudor resbalar por su frente. Su mente estaba completamente enfocada en terminar lo que había comenzado.
Leda, por su parte, se mantuvo alerta, sosteniendo su espada con fuerza. Si su señor la necesitaba, intervendría de inmediato. Pero no hizo falta.
Después de unos minutos, el cuerpo de Brea desapareció por completo.
Todas las partículas blancas se reunieron en las manos de Miquella.
El problema era que Miquella no estaba bien.
No porque sintiera dolor o agotamiento, sino porque, en el instante en que completó el proceso, sintió que algo—o alguien—lo observaba desde la distancia.
Algo increíblemente poderoso. Fue solo por un instante. Pero fue suficiente para que el niño sudara frío. No sabía qué era. No podía verlo.
Pero la tensión en su cuerpo no desapareció hasta que bajó la vista y notó lo que flotaba a pocos centímetros de sus manos.
Solo entonces comenzó a entender.
Solo entonces comprendió por qué había sentido esa mirada sobre él.
Y al mismo tiempo, confirmó que en este mundo existían fuerzas mucho más poderosas de lo que había imaginado.
Leda se acercó, curiosa.
"¿Qué es eso?" preguntó.
Miquella no apartó la vista de lo que tenía en las manos.
"Es Brea…" respondió. "O mejor dicho, la runa de Brea. La pequeña runa de Brea."
Frente a él flotaba un pequeño círculo de luz con intrincados detalles en su interior. Su color era una mezcla de blanco, ceniza y morado.
No había duda.
Era el mismo formato de las runas que él conocía.
"¿Es realmente una runa?" preguntó Leda, con una mezcla de sorpresa y confusión.
"Más o menos…" suspiró Miquella con cierto pesar. "En esencia, esto es Brea. No una simple runa… Yo… rompí su ciclo de vida y muerte. Ya no podrá reencarnar ni hacer lo que sea que ocurra con las almas aquí… Bueno, quizás sí, pero el método sería diferente." Su voz reflejaba una mezcla de duda y razonamiento, como si estuviera procesando una idea extraña.
Lo que había hecho era grandioso en ciertos aspectos… pero no necesariamente bueno. La mirada que sintió antes fue una prueba de ello. Acababa de arrancar a Brea de las reglas de la muerte, y quién sabe qué más había alterado en el proceso.
Algo que, en teoría, ninguna mano mortal debería ser capaz de lograr.
"Aquí está toda Brea" continuó, observando la runa flotante. "Su alma se ha convertido en esto… usé su cuerpo como combustible para lograrlo. No sabía lo que estaba haciendo, pero lo hice."
Miquella comprendía que el resultado final era distinto de lo que había imaginado, pero, al menos, había comprobado lo que quería.
"Parece que… Brea podrá seguir acompañándonos despues de todo. Nos será de ayuda."(Miq)
Leda frunció el ceño. Aún le molestaba la existencia de esa mujer, pero al menos se sentía mejor al haberla visto desaparecer. Y, si lo había entendido bien, ahora estaba completamente a merced de su señor.
"¿Cómo?" preguntó, con cierta reticencia.
"Esta runa… funciona de manera diferente a las que conocemos."(Miq.)
Miquella meditó un momento, tratando de comprender la naturaleza del objeto. Como su creador, sentía una extraña conexión con él, lo que le permitía entender su funcionamiento mejor que nadie.
"Puede aferrarse a una persona o incluso a un arma u objeto, otorgándole ciertas características. Aunque, en este caso, dudo que sirva para eso. Incluso si mejora a alguien, el cambio no será significativo… y tendrá consecuencias que no necesariamente serán positivas."(Miq.)
Por un instante, deseó tener un panel de información, como en el videojuego, para ver los atributos de la runa. Pero no tenía nada de eso. Lo único que tenía era una sensación vaga, una intuición más que conocimiento concreto.
¿Aumento mínimo de fuerza y espíritu? Insignificante.¿Ligera mejora en habilidades de tejido y costura? Apenas útil.¿Capacidad de causar más daño a niños pequeños? Inquietante… y, además, quien la portara también recibiría más daño de ellos.
Ciertamente, no era algo grandioso, pero lo peor era otro detalle. La razón por la que había costado tanto completar el proceso.
Aunque la dificultad había surgido del hecho de que esta runa contenía el alma de Brea, también estaba su voluntad. Algo que Miquella tuvo que someter para lograrlo.
Al principio, no había querido hacer una runa en absoluto. Pero, cuando se dio cuenta de lo que realmente estaba haciendo, ya era demasiado tarde para arrepentirse.
Había arrancado a Brea de su ciclo de muerte y su voluntad seguía ahí. Eso significaba que quien portara esta runa… posiblemente sufriría otros efectos adicionales. Por ejemplo…
'Un fuerte deseo por los niños.'
Miquella intentó explicar su hallazgo a Leda, aunque no estaba seguro de si realmente lo comprendía del todo. La caballera observó la runa con desprecio, sin encontrar nada impresionante en ella. Para ella, aquella esencia seguía siendo tan inmunda como la mujer de la que provenía. Con frialdad, sugirió deshacerse de ella, pero Miquella se negó.
Se sentía responsable por Brea. Si rompía la runa, sería como borrar su existencia por completo, algo que no podía permitir. Aunque solo fuera como un recuerdo, decidió conservarla.
Al final, Miquella tomó una decisión: probar la runa en sí mismo. Leda cuestionó su elección, recordándole los problemas que la runa podría causarle.
"Soy un niño pequeño, ¿qué tiene de raro que me gusten otros niños pequeños? ¿Quieres usarla tú, que me acompañarás por el resto de tu vida cuando yo nunca creceré?"(Miq-)
Leda se quedó en silencio, sin saber cómo responder a esas palabras. Miquella la miró fijamente, como si intentara descubrir si ella tenía 'eso' en común con Brea.
Finalmente, llevó la runa a su hombro. Esta pareció hundirse en su piel y, poco después, un tatuaje con el mismo diseño apareció en su cuerpo. Inmediatamente, sintió algo distinto: la presencia de Brea, o más bien, la sensación que tenía de ella. Era como si lo rodeara, abrazándolo y cubriéndolo por completo.
Las mejoras eran mínimas, aunque en su condición de niño lo notaba más que los demás. Tal vez había sido una buena decisión, una forma de compensar un poco sus debilidades. Sin embargo, también notó algo más... algo extraño. Se miró a sí mismo y surgió un extraño deseo, un calor desconocido para su cuerpo infantil empezó a llenarlo, aunque su mismo cuerpo no reaccionaba adecuadamente.
Miquella no pudo evitar llevar su mano a su entrepierna y tocarse allí, sintiendo emociones tan extrañas. Luego también usé su otra mano para tocar otras partes de su cuerpo, su piel suave tan cómoda y que nunca antes había notado. Una emoción intensa y desconocida para el infantil Miquella surgió, aunque no era desconocida para su vida en la Tierra. Se quedó atrapado en sentimientos nuevos y desconocidos, e ignoró a Leda, quien miraba con vergüenza cómo se tocaba a sí mismo, con una expresión de paz y deleite.
El momento duró poco. Miquella respiró hondo hasta que logró superar las sensaciones e intentar contenerse, aunque no lo quería del todo. No era el momento de distraerse con asuntos menores; ya habían perdido suficiente tiempo. Pero había aprendido algo importante: el anillo no solo podía consumir su propia esencia, sino que también podía absorber la de otros seres, utilizándolos como sacrificio. Eso sí, para lograrlo, debía superar la voluntad de aquellos a quienes intentara usar.
En el futuro, tendría que estudiar más al respecto y descubrir los secretos y atajos de lo que, hasta ahora, parecía ser su arma más poderosa en este mundo desconocido.
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patreon.com/Lunariuz
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Subido hoy, domingo, a petición de un lector. Si les parece adecuado comenten para que siga siendo así y si solo lo desean con este libro en particular
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Encuesta para arma de Miquella(En el futuro podría cambiar):
>Sacred Relic Sword
>Godslayer's Greatsword
>Milady
>Rellana's Twin Blades
>Velvet Sword of St Trina
>Sword of St Trina
>Bolt of Gransax
>Erdtree Seal
>St. Trina's Torch
>A Whip?