Revis apretó los dientes de furia mientras observaba al señor del abismo alejarse, permitiendo que su regeneración trabajara para recuperar sus extremidades inferiores. La ira ardía en su interior, alimentando su determinación de hacer pagar a aquellos que se atrevían a someterla.
El cuerpo del señor del abismo se tensó como si hubiera visto algo que los demás no podían percibir. Luego, cayó sobre una de sus rodillas e inclinó la cabeza hacia la nada. La atmósfera se volvió aún más tensa, y todos se quedaron mirando, sin saber qué esperar a continuación.
Frente a él, el espacio pareció cambiar mientras una figura retiraba el manto de irrealidad que lo cubría, revelando su verdadero aspecto ante el trío. Un nuevo ser se erguía delante de la calamidad que, hace poco, parecía invencible. Las extrañas ropas de esta figura capturaron miradas de desconcierto, en especial la máscara sonriente que cubría su rostro.
No desprendía ninguna aura o energía, y si no fuera por sus ojos, ni siquiera se habrían percatado de su existencia. Dionysus tragó pesadamente, su cuerpo empezó a temblar involuntariamente. Se sintió atrapado, como un ratón enjaulado con la fiera más temible. El nuevo ser no mostraba señales de hostilidad, pero su mera presencia era suficiente para hacer que todos se sintieran completamente indefensos.
"Has hecho bien", murmuró a su invocación, quien solo inclinó más la cabeza al escuchar las palabras de su maestro. "Ahora, tengo algunas preguntas para ustedes, me gustaría saber si están dispuestos a responderlas", dijo al grupo. Su voz era profunda y llena de poder.
Una gota de sudor se deslizó por la mejilla del dios. "¿Tú eres el maestro de la calamidad?", preguntó, dando un paso hacia Momonga. Antes de que un aura asesina se derramara sobre su cuerpo, el no-muerto giró la cabeza de forma antinatural, clavando sus ojos en Dionysus. No era tonto y retrocedió con las manos en alto, mostrando que no tenía intenciones de iniciar un conflicto.
"¿Calamidad?" repitió la pregunta Momonga mientras giraba levemente en dirección del señor del abismo. "Se podría decir que sí," resopló.
"¿De qué panteón eres?" La expresión de Dionysus comenzaba a amargarse. A sus ojos, la única forma de que una calamidad se inclinara ante alguien era que el otro lado fuera la Gran Madre o un dios que hubiera usado su arcanum para influenciar en la monstruosidad.
Dionysus no era el mejor ejemplo de dios, pero ni siquiera él, que había buscado traer caos al mundo inferior, se había atrevido a usar su arcanum para influenciar el destino de los mortales. Él jugó el juego como un rey justo, aunque se movía entre bastidores; los mismos mortales tenían que ser responsables de la mayor obra de teatro de la historia.
Al ver que uno de sus hermanos se había atrevido a desobedecer la mayor regla de todas, quitándole lo divertido a la odisea que había estado escribiendo, lo enfurecía. Sus ansias de matarlo y devolverlo al cielo comenzaron a crecer dentro de él.
Ante su pregunta, la calamidad se puso de pie dispuesto a atacarlo, pero el brazo del desconocido lo detuvo. "¿Panteón?... ¿A qué te refieres?" preguntó nuevamente.
Dionysus apretó su puño, pensando que el dios frente a él se estaba burlando. "¿Bajo qué dios están tus dominios, Zeus, Odín, Ra...?" gritó mientras quitaba el sudor de su frente. Incluso sintiéndose intimidado, no guardaría silencio ante esto.
"Odín... así que los dioses existen en este mundo", susurró Momonga, casi perdiendo el hilo de su personaje. Si lo que acababa de escuchar era cierto, alarmarse era natural, ya que todos los nombres que mencionó eran jefes de raid extremadamente poderosos.
En especial, Odín, como el dios principal del mundo de Asgard, tenía el título de "asesino de novatos". Su ubicación no era difícil de encontrar y era uno de los primeros dioses que podías enfrentar al comenzar en el juego.
Un dios de ese calibre no era un chiste. Como mínimo, se necesitaba una fiesta de 5 jugadores de nivel 100 para hacerle frente. Si ese tipo de poder vagaba en este mundo, las acciones de Momonga tendrían que ser mucho más cuidadosas.
Usando [Teletransportación], Momonga apareció frente al hombre, extendiendo su brazo para sujetar su cabeza. Dionysus no tuvo ni la menor posibilidad de resistirse; comenzó a agitarse desesperado, pero Momonga ya había tomado una decisión. Claramente, el sujeto mostraba hostilidad hacia él, por lo que Momonga no perdería su tiempo tratando de convencerlo para que hablara.
Al ver esto, Ein reunió todas las fuerzas que le quedaban y se puso de pie, lista para socorrer a su dios. Sin embargo, el señor del abismo fue más rápido y cortó uno de los brazos de Ein como advertencia.
"[Control Amnesia]", sin dudarlo, Momonga activó el hechizo de décimo nivel que le otorgaba cierto control sobre la mente de su objetivo. Su magia se liberó antes de cancelarse. Curioso, lo lanzó una vez más.
Como si su magia fuera una ofensa que solo soportaría una vez, el arcanum de Dionysus se desató, rodeando su contenedor mortal y obligando a Momonga a retroceder antes de sellarse nuevamente dentro del dios.
La mano de Momonga humeaba visiblemente; el guantelete creado con magia se había derretido por completo, dejando al descubierto su brazo esquelético. No se atrevió a hacer un movimiento. Aunque el daño de esa aura sobre su cuerpo era pequeño, el atributo del cual estaba imbuida era puramente divino.
El dios había caído en el suelo, temblando y sin apartar la mirada de Momonga, intercalando entre la máscara que usaba y el brazo esquelético. "Tú no eres un dios, tampoco eres un monstruo. ¿Qué eres?", dijo, formando una sonrisa en su cara.
Ese pequeño segundo en el que su poder como dios fue liberado, sus sentidos divinos también volvieron a él. En ese estado, nada en el mundo debería escapar a su vista, pero a sus ojos, al igual que cuando estaba totalmente restringido, la presencia de esa criatura era incomprensible.
Momonga se quitó la máscara del rostro, revelando la calavera que tenía por rostro. Ya no era necesario ocultarlo después de mostrar su brazo. "Soy un Overlord", declaró.
Dionysus se quedó sin palabras antes de dejar escapar una risa ahogada. "Perdón, creo que comenzamos con el pie izquierdo. Pensé que eras uno de mis hermanos dioses cuando te vi", admitió, intentando aguantar la vergüenza que sentía. En su larga vida, esta era una de las mayores equivocaciones que había sufrido.
Recuperando la compostura, Momonga volvió a preguntar, "Entonces, ¿responderás a mis preguntas?"
El dios, que aún no lograba recuperar el aliento de su ataque de risa, negó con la cabeza. "No, eso no sería divertido después de todo."
La fina línea de lo irritante y molesto se cruzó con esas palabras. Momonga extendió su mano hacia la chica de cabello rojo antes de hablar. "Responderás a mis preguntas o mataré a tu compañera."
Como si le hubieran contado un buen chiste, Dionysus volvió a reír.
"[Grasp Heart]", molesto, lanzó uno de sus hechizos favoritos esperando intimidar al individuo frente a él. Inesperadamente, la ilusión de una piedra mágica apareció en su mano, atrayendo la atención del 'Dios', quien volvió a reír al verlo.
Momonga miró la piedra mágica detenidamente, entendiendo de dónde venía esa conexión que sentía con las dos chicas, antes de descartarla. No quería matarla aún, y su intento de intimidación había resultado en un fracaso.
"¿No ibas a matarlas?" reprochó el dios al ver que no destruyó la piedra mágica en su mano.
"Cambié de parecer. Conseguiré la información que quiero de otra manera, pero a ti sin duda te mataré," exclamó Momonga, cansado de su charla con el sujeto. Había intentado de todo para razonar con él, pero no logró hacerlo entrar en razón.
No le importaba realmente si el 'Dios' frente a él era fuerte o débil; no lo sabría hasta descubrirlo. Tenía que conocer de primera mano el poder de este mundo, y confiaba plenamente en poder escapar si se veía superado.
La situación se volvía cada vez más tensa. Momonga estaba a punto de utilizar su bastón gremial para comenzar a encadenar hechizos, pero fue interrumpido por las palabras del dios que lo desafiaba.
"Haslo, matame. Permíteme ver el espectáculo desde primera fila," dijo el dios con una sonrisa desafiante.
Dionysus se puso de pie y caminó hacia Momonga, ofreciendo su cuello al overlord. "Termina con mi vida."
Momonga activó su [Toque Negativo] y sujetó al dios por el cuello, elevándolo hasta su nivel.
Sin embargo, en ese momento, Ein no pudo aguantar más. Ignorando la presencia de la calamidad junto a ella, corrió hacia su maestro, empuñando su espada y golpeándola contra Momonga, pero la hoja rebotó contra una barrera que apareció sobre su cuerpo.
La situación estaba alcanzando un punto crítico. Dionysus miró fijamente a los ojos de la muerte, perdido en las danzantes llamas que iluminaban las cuencas oscuras de Momonga. Pareció experimentar una especie de revelación, y sus movimientos de dolor se detuvieron mientras una sonrisa se formaba en su rostro.
"Tu... traerás la orgía que tanto he esperado," murmuró Dionysus con la voz entrecortada. Ein detuvo su inútil ataque y observó con asombro cómo el sufrimiento en el rostro de su dios desaparecía, siendo reemplazado por una excitación sin precedentes. Ni siquiera cuando su antiguo plan estuvo a punto de destruir Orario, su cara se había mostrado de esa manera
Dionysus parecía liberarse de la carga que había llevado consigo durante tanto tiempo. Con un tono lleno de emoción, dejó salir las palabras que resonaron en la mazmorra silenciosa, traspasando el vacío que había envuelto a los presentes "Eres la chispa que incendiará la Era de los Dioses, donde los héroes han sido olvidados y el destino está en manos de los ciegos", declaró con una mirada ardiente y una sonrisa en su rostro.
Dionysus, con una serenidad inquebrantable, continuó hablando consigo mismo, como si sus palabras fueran un preludio de un evento que había anticipado durante mucho tiempo. "El Dungeon ha engendrado a su campeón verdadero, la Calamidad que teñirá la tierra y el cielo con la muerte y traerá el desenlace que tanto anhelo".
Su atención se volvió hacia Ein, quien se había apartado con una expresión de incredulidad en su rostro. "Mi querida Filvis, mi tiempo aquí ha llegado a su fin. Lamento no presenciar este evento contigo. A partir de ahora, continuarás tu camino con él", pronunció con una expresión resignada en su rostro.
La determinación de Ein se intensificó cuando se abalanzó hacia él, desatando todo el poder que podía reunir. Sin embargo, su ataque resultó en vano. Al acercarse a las lujosas túnicas de Momonga, su espada estalló en una lluvia de esquirlas que salieron volando en todas direcciones. Dionysus permaneció inmóvil, casi como si estuviera en otro plano de existencia, desapegado de la realidad que se desarrollaba a su alrededor.
El desesperado intento de Ein por salvar a su dios dejó sus piernas temblorosas, y unas lágrimas de sangre comenzaron a formarse en sus ojos. A regañadientes, aceptó la última orden de su dios.
Mientras tanto, Momonga sonrió internamente. Su curiosidad sobre la fusión de esa elfa con una piedra mágica solo crecía. No solo se recuperaba su mana a una velocidad asombrosa según sus estadísticas, sino que su regeneración física parecía desafiar toda lógica.
La recuperación de mana era común entre los magos, pero esta regeneración estaba en una liga propia. Incluso los magos de guerra y los espadachines mágicos que distribuían sus estadísticas y habilidades de manera más uniforme no podían igualar tal nivel de supervivencia.
Dionysus interrumpió con una pregunta inesperada: "Antes de que me mates, ¿puedo preguntar tu nombre? Como la gran calamidad del mundo, me sentiría dolido de volver al cielo sin saber cómo llamarte".
Momonga pensó por un momento. No comprendía del todo lo que quería decir el 'Dios', lamentando que su [Control Amnesia] no hubiera funcionado en él. Cada palabra que decía lo confundía aún más, y no podía entender nada.
Afortunadamente, su subordinada había aceptado quedarse con él, por lo que, con el tiempo, le preguntaría sobre este mundo y aclararía todas sus dudas. Mientras tanto, dar su nombre no debería ser un gran problema. ¿Después de todo, moriría? ¿O en este mundo, la muerte no es el fin y existe un lugar al que van después de morir?
"Mnn... mi nombre es Ainz Ooal Gown", dijo después de pensarlo cuidadosamente. Al no decir su nombre real, podría confundir posibles enemigos en el futuro.
En el gremio, había una gran disparidad de fuerza entre cada miembro, y nadie se atrevería a ofender a los pesos pesados como Ulbert o Touch Me sin una buena razón. Además, en un golpe de suerte, si uno de sus viejos amigos se encontrara en este mundo, descubriría que no está solo y podrían contactarlo.
"Ainz, qué buen nombre, digno de un Overlord", rugió Dionysus.
Listo para darle fin a este 'Dios', unos pasos rápidos se escucharon en la entrada del piso. Desde allí, un grupo de aventureros se detuvo al contemplar la escena.
Dionysus les sonrió. "Este es un adiós, Familia Loki."
Con un crujido ensordecedor, su cuello se partió antes de ser reemplazado por una luz que comenzó a expandirse rápidamente, cubriendo todo el cuerpo de Ainz. El poder divino se desató a toda potencia, protegiendo el alma divina del dios.
...
En el cielo, el pilar de luz compuesto de arcanum ascendió el alma de Dionysus, protegiéndolo de todo daño.
Aquella entidad que había sacudido el cielo ya se había ido, dejándoles un espectáculo que no podían perderse. Este acontecimiento no fue ignorado por los dioses, que pasaban sus inmortales vidas mirando el mundo inferior.
Las muertes de los dioses eran raras y, en su mayoría, estaban acompañadas de grandes acontecimientos. Como un punto rojo a la vista de un felino, todos dirigieron sus miradas al epicentro del hecho, rompiendo las leyes inferiores y mirando más allá de los muros de Babel, atravesando los gruesos pisos del dungeon hasta llegar allí.
¡Grave error!
La oscuridad cubrió sus vistas, y antes de que pudieran darse cuenta, una explosión se desencadenó, seguida de una cacofonía de gritos detrás de las cabezas de cada dios que se atrevió a observar.
Espirales de fuego se retorcían, cubriendo las estrellas del alba, quemando lo divino y devorando los cuerpos impotentes de los dioses ingenuos, convirtiéndolos en una verdadera lluvia de fuegos artificiales.
El dios recién ascendido, Dionysus, miró casi embobado el cielo escarlata que se teñía de fuego, y sintió cómo las almas inmortales de los dioses mediocres que estaban a su alrededor se extinguieron.
"Gracias por este regalo de bienvenida, Ainz."
....