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Chapter 15 - Capítulo 15: Ocultos del campo de batalla

Las paredes de piedra del refugio se agitaron, desprendiendo polvo que flotaba en el aire.

"¿Qué está sucediendo arriba?" se preguntó Eina Tulle mientras repasaba las instrucciones que Royman les había entregado. Actualmente, se encontraba en el cuarto piso subterráneo del gremio, el más profundo, excluyendo la recámara del dios Uranos. Normalmente, los primeros dos pisos estaban reservados como bodega, donde el gremio almacenaba las piedras mágicas que se exportarían fuera de Orario. Mientras tanto, los últimos dos pisos eran el almacén de equipos para los aventureros novatos, entre otras nimiedades, como muebles y estanterías viejas.

Pero tras el incidente de esa mañana, donde un ojo gigantesco se abrió en el cielo y el creciente descontrol de los monstruos de la mazmorra, se había decidido resguardar a los civiles en las instalaciones entre el gremio y la sede de la familia Ganesha.

Aun así, cada uno de los pisos estaba totalmente repleto. Los niños lloraban, los adultos discutían y los ancianos sollozaban. Incluso algunos pocos dioses se podían ver con sombrías expresiones.

Eina no sabía cómo responder. Personalmente, ella tuvo la suerte de estar dentro del gremio cuando el caos empezó. Solo sintió esa presencia ominosa sobre su persona, pero los efectos en su mente fueron mínimos. Apenas pudo imaginar la experiencia a través de los relatos y los susurros de quienes aún conservaban las fuerzas para hablar.

Abrió las notas del Jefe del Gremio solo para ver una única instrucción remarcada con vehemencia, como si intentara con todas sus fuerzas rasgar el papel donde escribía. '¡No dejes a nadie entrar en la cámara del Dios!' leyó antes de suspirar por las prioridades de su jefe. Por un momento, creyó que le habían entregado algunas instrucciones para ayudar a la gente aquí, pero fue demasiado esperar de alguien como el viejo elfo Royman Mardeel.

"Eina, ¡necesito tu ayuda!" Un grito de urgencia llamó su atención.

Misha Flott se encontraba ayudando a recostarse a un niño que parecía haber recuperado la conciencia, sus ropas estaban sucias de tierra por estar de un lado a otro socorriendo a los más afectados.

En cualquier otro momento, Eina estaría emocionada por ver a su amiga siendo tan productiva. Normalmente, ella solía ocultarse y escapar de sus obligaciones en el trabajo cada vez que veía la oportunidad, pero cuando los aventureros empezaron a trasladar personas al gremio, su comportamiento cambió. Parecía otra persona cuando ayudaba a los demás.

Guardando las instrucciones, gritó "ya voy, le llevaré algo de agua".

Después de darle de beber al infante, ambas recepcionistas suspiraron de cansancio. "Esto es agotador", sollozó Misha buscando un lugar para descansar. Como agentes del gremio, ellas habían recibido la falna de Uranos, pero nunca habían realizado una actualización después de eso, provocando que sus capacidades fueran apenas levemente superiores a las de una persona sin bendición. Ya exhaustas, ambas buscaron un lugar para tomar un respiro.

"Los aventureros deben estar por acabar con los monstruos", intentó animar a su amiga sin aparente resultado.

Misha caminó frente a Eina, guiando el camino entre la multitud. Los sentidos de la humana parecían agudizarse cuando un descanso estaba a la vuelta de la esquina. "Eso espero. No mentiría si dijera que estamos hacinados aquí abajo", sollozó cubriendo su rostro antes de continuar, "al menos estamos mejor que la familia Ganesha. Sus almacenes están llenos de monstruos reservados para sus domadores. Yo, por lo menos, no podría descansar sabiendo que a unos metros de mí hay una máquina de matar".

Después de no recibir respuesta, Misha se giró para ver a su compañera recepcionista, temiendo que al haber estado tan perdida en sus pensamientos, la hubiera dejado atrás. Por suerte, Eina se encontraba a unos 10 pasos de ella, con su mirada fija en dos aventureras que se encontraban sentadas junto a una pared.

"¿Daphne, Cassandra? Creí que estaban en la superficie", se sorprendió Eina después de recordar los nombres del par.

La temblorosa Cassandra levantó la vista antes de negar repetidamente. Su tez era blanca como la nieve y sacos negros se habían formado bajo sus ojos; obviamente, no estaba en condiciones de luchar contra los monstruos.

Daphne, quien estaba en aparente perfecta condición, intentó levantarse antes de ser detenida por el firme agarre de Cassandra contra su manga. "Tranquila, solo voy a hablar con la recepcionista un momento. Volveré antes de que te des cuenta", susurró, recibiendo un leve asentimiento.

Siguiendo a Misha, las tres llegaron a un rincón apartado del piso. A unos metros se podían ver las puertas que conectaban con los dominios de Ouranos. Por suerte, para las recepcionistas, la cantidad de personas allí era ínfima, apartando a un anciano que evaluaba el filo de una de las espadas de práctica almacenadas; el lugar sería perfecto.

La primera en detenerse fue Daphne, llevando la mano a su frente.

"Todo está bien, Daphne-san", intervino Eina preocupada.

"No, nada está bien", suspiró pesadamente la aventurera. "El estado mental de Cassandra ha caído en picada desde esta mañana. Después de lo sucedido, ya ni siquiera puede conjugar una palabra sin romper en lágrimas".

Apretó los dientes molesta antes de tomar un respiro y calmarse. "No debería enojarme con ella", se sentó abatida usando una caja de madera como asiento improvisado. "Ella vio esto en su sueño, deberíamos haber hecho las cosas diferente..." divagó.

"No, ustedes ayudaron mucho", interrumpió Eina las palabras. "Si no hubieran alertado al gremio antes de que todo pasara, muchas personas hubieran acabado atrapadas en la estampida de monstruos sin ser socorridas por el gremio".

Cuando recibieron las noticias de un ataque a Orario, el gremio entró en alerta. Royman era un lamebotas, avaro y pretencioso, pero no era tonto. Él aún ponía la seguridad de los civiles por encima de todo, incluso si la alerta provenía de una aventurera retirada sin ninguna prueba aparente.

Prepararon los equipos y pociones del gremio para repartirlos a los aventureros en caso de emergencia. Hasta que la princesa de los elfos entró por la puerta trayendo la misma noticia y solicitando la evacuación de los civiles.

Eso cambió totalmente el plan de acción. Sin dudarlo, Rehmer, el líder de sección del gremio, elevó la alerta al máximo haciendo un llamado a todos los aventureros allí presentes para que salieran a reunir a la gente. Sin esos avisos, el número de víctimas sería colosal en esos pocos minutos en que el gremio tardaba en reaccionar.

"Ustedes no lo entienden, esto no ha acabado. Si el sueño profético continúa cumpliéndose, Orario arderá hasta las cenizas y... Bell morirá", casi gritó Daphne.

"¿Mnnn Bell...? ¿Bell? Ah, ¿no es ese el nombre del aventurero Rabbit Foot al cual supervisas, Eina?" preguntó Misha después de pensarlo.

La sangre de Eina parecía haber dejado su cuerpo, clavándola firmemente en su posición. '¿Bell morirá?' se dijo a sí misma, sin poder digerir esas palabras. Como si cortaran las cuerdas titiriteras que la mantenían de pie, la recepcionista cayó sobre su trasero. Alarmadas, las otras dos chicas la ayudaron a recuperar la compostura.

"Bell morirá... Bell morirá... Morirá", repitió en bucle. Su pecho dolía, el creciente sentimiento de impotencia comenzaba a extenderse y el recuerdo de todos los aventureros que conoció y murieron comenzaban a plagiar su mente.

"¡Cálmate! Bell morirá solo si el sueño se cumple por completo", levantó la voz Daphne intentando llegar a la poca racionalidad que le quedaba a Eina.

Haciendo oídos sordos, la semielfa continuó retorciéndose en sus pensamientos.

Un balde de agua fría cayó sobre su cabeza, despertándola del estupor. Misha no se había ido por rodeos; sabía que las palabras no servirían en esta ocasión.

Con expresión oscurecida, Eina se quitó los lentes para secarlos, abatida. "¿A qué te refieres con que Bell morirá?", exigió con un tono tajante.

Después de que Daphne les contara cómo funcionaban los sueños de Cassandra a las dos recepcionistas, el ambiente solo se complicó más.

"Qué habilidad más increíble, ver el futuro en tus sueños es algo que nunca había escuchado", dijo Misha.

"Para Cassandra no es algo bueno, conocer los desastres que vendrán únicamente la atormentan. Si fuera por ella, hace mucho que habría renunciado a tal habilidad", interrumpió Daphne. "A veces, la ignorancia es la mayor bendición que uno puede poseer".

"Pero los sueños proféticos pueden alterarse, tú misma lo dijiste. Bell morirá si el sueño continúa cumpliéndose. Debe haber alguna manera de alterar el destino", preguntó Eina.

"Nunca me he involucrado tanto con los sueños de Cassandra, pero algo es un hecho: el destino puede ser cambiado", recordando los últimos sueños de Cassandra, los cuales una y otra vez eran superados alterando su resultado.

Eina se levantó, comenzando a caminar hacia la salida.

Misha la detuvo, sujetándola firmemente. "¿Dónde vas? Tenemos órdenes de permanecer en el refugio. Afuera está lleno de monstruos. ¿Acaso quieres morir?"

"Yo tengo que ir a buscarlo. Si lo traigo al refugio, Bell no será asesinado", gritó Eina llena de frustración, alertando a los civiles que se giraron para verla.

Avergonzada de perder la compostura, la medio elfa se dejó arrastrar por su compañera de vuelta a lo profundo de la sala.

El pensar que Bell moriría si nadie hacía nada era algo insoportable.

"Bell no vendrá aunque vayas por él", dijo Daphne cuando la vio volver. "En el momento en que esto empezó, estábamos con él. Le dijimos de la profecía y le ofrecimos acompañarnos. Después de todo, algunos aventureros son necesarios para defender el refugio", se detuvo un momento para reflexionar antes de continuar. "Pero nos rechazó, aún sabiendo que puede morir. Él decidió continuar por el camino de su destino".

Incluso la diosa Hestia, quien tenía fuertes sentimientos por su hijo, apoyó su decisión diciendo que forzar la mano del destino solo traería una catástrofe mayor. La única manera de superponerse a esto era enfrentándolo directamente.

"Perdonen, señoritas, pero no pude evitar escuchar su conversación, y tal como la chica dijo, el destino es muy curioso. Si fuera ustedes, no trataría de alterarlo", el anciano había dejado el equipo de novatos acercándose al grupo.

Las chicas exclamaron ante su aparición repentina. Ninguna había visto al anciano acercarse a ellas, asustando a las tres.

A primera vista, era muy viejo, lleno de canas, con la espalda levemente encorvada y su piel seca y agrietada. Llevaba un parche cubriendo uno de sus ojos, mientras que el otro era opaco, mostrando rastros de ceguera.

"Si fuera mucho pedir, ¿podría hacerles algunas preguntas que me tienen intrigado?" habló con una voz rasposa.

El trío asintió al unísono, sintiendo que algo en el sujeto no estaba bien. Parecía demasiado calmado, y su voz era extrañamente fascinante. Tenían la sensación de estar junto a un familiar o íntimo amigo, no con un desconocido que las había abordado de la nada.

"Soy un viajero que vaga por el mundo recolectando conocimiento, y creo haberme perdido. ¿Podrían decirme en cuál de los 9 reinos me encuentro?"

Las chicas se miraron entre ellas antes de que Misha respondiera: "Abuelo, no estoy segura de cuáles nueve reinos te refieres, pero esta es Orario... El reino más cercano sería Rakia, a unas semanas de distancia en caravana".

El viejo miró al vacío como si intentara recordar algo antes de rendirse. "Agradezco la información. Lamentablemente, no conozco esta tal Orario, ni tampoco el reino de Rakia", suspiró pesadamente antes de meter la mano en uno de sus bolsillos.

Tardó unos segundos en rebuscar; su expresión se iluminó cuando se detuvo, retrayéndola. En su palma había 10 monedas de oro, tan brillantes y perfectas que sorprendería a cualquier tasador. "¿Creen que podría comprar un mapa si fuera posible? No cuento con mucho dinero, pero espero que esto sea suficiente".

Sus miradas se posaron en las monedas sin saber qué decir. Ver monedas de oro era extraño para ellas. Desde que el Vali se instauró como moneda en Orario hace ya mil años, estas la habían remplazado por completo. Incluso el lejano oriente y el reservado bosque de los elfos habían adoptado ese sistema.

Eina apartó la mano del viejo, dejando que las volviera a poner en el destartalado saco. "Espere aquí, iré por un mapa. Aunque no son muy detallados, estos solo acumulan polvo en el gremio, no necesita pagarlo".

La expresión de Misha se amargó. Jalando a su compañera, le susurró al oído: "¿Qué haces? Esas son una antigüedad. Imagina si fueran de la Edad Dorada de los Héroes; seguro algún viejo amante de la historia pagaría una fortuna por una sola de esas monedas. No tendríamos que volver a trabajar en nuestras vidas".

Devolviéndole una mirada de desesperación, Misha se vio obligada a dejarla ir a regañadientes. "Es la primera vez que veo a alguien que dice no conocer Orario. ¡Esta es la cuna de los dioses, donde los héroes se reúnen intentando conquistar la mazmorra!" dijo orgullosa de su conocimiento después de ver que su compañera y la aventurera se perdían en el mar de gente.

Notando que no recibía una respuesta de vuelta, continuó cuestionando al anciano: "Además, ¿qué haces con esos harapos cargando tantas monedas de oro? ¿Acaso las robaste o te encontraste con un cofre del tesoro al final de un arcoíris?"

"Solo soy un simple vagabundo, niña. ¿Cuál es la necesidad de hurgar en los antecedentes de los demás? No sabes que eso puede atraer la desgracia", expresó su opinión el viejo mirando a la humana de cabello rosa.

Misha chasqueó la lengua al escuchar tan sosa respuesta. Se sentía insultada. ¿Acaso eso era una amenaza? Había sido bastante paciente con el desconocido. No solo intervino en su conversación, también actuó de filosófico sin saber siquiera dónde está parado. Tal vez a Eina no le molestara ese desarrollo, pero su paciencia ya se estaba agotando.

"Dame tu nombre", exigió, sacando la libreta donde había anotado el nombre y los datos esenciales de cada refugiado en ese piso.

El hombre entrecerró los ojos antes de hablar. "Ustedes pueden llamarme Vegtam el Errante".

Misha leyó los nombres de cada uno de los refugiados antes de negar. "Me estás mintiendo, no hay ningún Vegtam en mi libro", dijo irritada.

Un pequeño brillo dorado iluminó el ojo lechoso del viejo antes de volver a ser como antes. "¿Por qué no revisas nuevamente?" susurró.

Esto no escapó de los sentidos de la recepcionista, la cual, un poco asustada, bajó su mirada dirigiéndola nuevamente al libro. Ahí estaba escrito con una letra similar a la suya en el pie de la última página: Vegtan.

Alarmada, soltó el libro retrocediendo varios pasos rápidos antes de chocar con el frío muro de piedra. Todos sus instintos le decían que este viejo era peligroso, y algo muy dentro de sí le gritaba que si volvía a cuestionarlo, algo muy terrible sucedería.

"¿Qué sucede?" La voz de Eina, llegando con un pergamino enrollado en su mano, calmó el ambiente. Aun así, Misha no se acercó.

"No sucede nada. Solo estaba teniendo una plática con la señorita", dijo Vegtan con una sonrisa sincera.

"Eso es bueno", estirando el pergamino que trajo reveló un mapa bastante antiguo. "No está en tan buenas condiciones, pero espero que esto le sirva."

Cuando intentó entregarlo, el viejo solo negó. "Ya lo he memorizado. Este viejo errante te agradece profundamente por este conocimiento que has compartido conmigo", se detuvo un momento contemplando a Eina. "Yo nunca dejaré una deuda sin pagar. Si necesitas mi ayuda, solo grita mi nombre y vendré a ayudarte", dijo antes de alejarse caminando lentamente por el pasillo.

Confundida por las últimas palabras del hombre, susurró: "Nunca me dijiste tu nombre..."

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