La daga de Bell danzaba con agilidad, cortando los cuellos de monstruos tras monstruo y dejando tras de sí una estela plateada que destellaba en el campo de batalla. Su avance se vio interrumpido por un imponente ogro que se alzaba frente a él, agitando un mazo amenazador. Para esquivar el ataque, Bell se vio obligado a dar un salto hacia atrás.
"¡Greaaaa!" resonó el [Grito de guerra], ralentizando los movimientos de Bell mientras una fuerza externa lo empujaba hacia el monstruo. El efecto apenas duró un segundo antes de que la pasiva de
Lamentablemente, ya era demasiado tarde; atrapado dentro del radio de ataque del monstruo, no tendría tiempo para evadir. Tragando sus instintos de autopreservación, arremetió con todas sus fuerzas.
La luz sobre él se desvanecía, eclipsada por el arma que descendía sobre su cabeza. Con un rápido movimiento, utilizó la daga Hestia para golpear el costado de la maza, haciéndola perder el equilibrio y estrellarse junto a él. Un fuerte estruendo resonó cuando el arma impactó contra el suelo, haciendo que éste se resquebrajara.
Sintió cómo sus órganos internos se agitaban por la onda de choque. En su palma, una luz brillante se avivó con un destello: "
Las llamas estallaron en la cara del ogro, quien desesperadamente llevó sus manos a su rostro intentando sofocarlas.
Bell, aprovechando la momentánea confusión del ogro, se lanzó hacia un lado, evitando cualquier contraataque. Con agilidad felina se preparó para su siguiente movimiento.
El ogro, aún lidiando con las llamas que consumían su rostro, rugió de dolor. Bell sabía que no podía darle ni un segundo de respiro. Manteniendo la ofensiva.
La daga de Bell se movía con precisión, buscando debilitar la monstruosa resistencia del ogro. Sus cortes eran rápidos y certeros, deslizándose a través de la carne del monstruo, cortando tendones y ligamentos con cada movimiento. Sin embargo, la sorprendente habilidad regenerativa del ogro hacía que sus heridas sanaran a una velocidad asombrosa.
A pesar de los esfuerzos de Bell, el ogro continuaba avanzando, su furia intensificándose con cada ataque exitoso. En un instante de distracción, el ogro desató su temible habilidad [Thunder Strike]. Un resplandor eléctrico rodeó su puño, y con un rugido atronador, lo lanzó hacia Bell.
Justo cuando el puño cargado de energía eléctrica del ogro estaba a punto de colisionar con Bell, este apretó su agarre sobre la daga Hestia y la alzó en defensa. Sin embargo, el impacto fue inevitable. El puño del ogro descendió con una fuerza abrumadora, y un estallido de energía eléctrica envolvió a Bell. Su cuerpo se tensó, inmovilizado por los relámpagos que danzaban a su alrededor.
La visión de Bell se nubló momentáneamente, pero la determinación brillaba en sus ojos. Con cada fibra de su ser, resistió el impacto. Aunque su cuerpo estaba paralizado, su mente seguía activa, y en ese instante crítico, se aferró a la esperanza de encontrar una oportunidad para voltear las tornas, pero no importó cuánto pusiera de sí, su cuerpo simplemente no respondía como él quería.
Vio cómo el monstruo recuperaba su maza y la agitaba en su dirección. Apretó los dientes y se preparó para resistir lo mejor que podía. En el corto enfrentamiento, había calculado que el ogro tenía una fuerza comparable a la de un nivel cinco.
Una fuerte ráfaga de viento estalló frente a él, lanzando al monstruo por los aires. Ryuu había lanzado una fuerte patada contra el monstruo.
"¿Estás bien, Cranel-san?" preguntó con tono de urgencia.
Bell, ya un poco recuperado de la parálisis, asintió levemente. Aliviada, Ryuu soltó un suspiro cansado antes de girarse contra el monstruo que se ponía de pie con una expresión iracunda.
"¿Acaso los elfos han olvidado lo que es una batalla justa, interviniendo en medio de mi pelea con el enano alvino? ¡Qué asco!" rugió con voz rasposa.
Los ojos de Bell se encogieron al escuchar esto. "¿Eres un xenó?" gritó sorprendido.
El ogro no respondió, levantando la maza en dirección a Ryuu. "Te voy a matar primero".
"¿Por qué atacan Orario? Yo creí..." Bell se tragó las siguientes palabras; simplemente no podía aceptarlo. No quería pelear con xenos, pero al mirar a su alrededor, podía ver montañas de cadáveres de aventureros que se apilaban uno tras otro.
Sus manos temblaban levemente. Simplemente no dejaría que destruyeran Orario. Le dolía en el corazón matarlos, pero mientras pudiera salvar una vida, él no se contendría. Dio un paso adelante cuando Ryuu, quien le había ayudado, lo sujetó de la armadura antes de salir disparada hacia la retaguardia.
Vio cómo la figura del ogro se empequeñecía antes de reaccionar. "Espera, Ryuu", intentó soltarse cuando una cacofonía de magias comenzó a explotar frente a él.
Una lluvia elemental como estrellas cayendo en el firmamento consumía a cientos de monstruos hasta la nada, entre ellos el ogro anterior, quien atrapado en las múltiples magias no tuvo oportunidad de sobrevivir.
Tragó pesadamente antes de reaccionar; fue lanzado con fuerza contra el suelo por Ryuu. Una mirada intimidante fue suficiente para que recuperara la razón. "¿Acaso no escuchas el Occulus?" Le gritó furiosa.
Miró a su alrededor, notando cómo todos los aventureros habían retrocedido con anterioridad.
Bell bajó la mano hasta su cintura y, como si recuperara sus sentidos. Escuchó los gritos de Lili que parecían casi escapar del artefacto.
"Bell-sama... ¡eres un idiota!" gritó la Pallum con rastros de preocupación. Ella había dado la orden a los magos para que bombardearan a los monstruos, y cuando vio que Bell no seguía el comando, su corazón casi dejó su pecho. "Gracias, Ryuu-san", dijo agotada.
Se había concentrado demasiado en la batalla, hasta el punto en que bloqueó todo lo demás. Si no fuera por Ryuu, él podría haber muerto por su descuido. Resignado, escuchó los regaños de Lili y Hestia, quienes le gritaban a través del Occulus.
Para cuando habían acabado, su rostro se había oscurecido. Pensó en los monstruos antes de hablar. "Los monstruos que nos están atacando son xenos..." dijo con voz entrecortada.
Hubo un silencio antes de que Lili respondiera. "Lo sé, en realidad casi todos se han dado cuenta ya". La mayoría de aventureros no sentía ni la más mínima diferencia; para ellos, enfrentar a un monstruo inteligente no les carcomería la conciencia.
"Es más que eso, ellos usan magias y habilidades", intervino Ryuu.
"También usan magia de canto instantáneo, al igual que la magia de Bell-sama", dijo Lili. Esto había desconcertado incluso a los dioses; los invasores eran simplemente ridículos.
"Recuperen el aliento", dijo Lili a Bell antes de expandir la influencia del Oculus a todos los artefactos restantes. "Escuchen todos, sé que lo que estoy a punto de decir es algo absurdo, pero si continuamos así, perderemos". Hubo un silencio por un momento. "Por eso usaremos a la propia mazmorra para defendernos". El suelo comenzó a temblar mientras una estampida de monstruos aparecía desde las calles centrales que conectaban con el dungeon.
Estos corrían desesperados, ignorando a todos los aventureros alrededor. Muchos levantaron sus armas atemorizados, pero la voz de Loki intervino. "¡No los ataquen!" dijo con un tono serio.
La estampida avanzaba rápido antes de chocar con los monstruos invasores, quienes reemplazaban a los caídos, y con un bramido, una lucha sin cuartel comenzó entre ambos bandos.
Desconcertados, los aventureros miraron cómo los monstruos luchaban.
Los monstruos se masacraban entre ellos; los invasores aún conservaban algo de ventaja sobre los de la mazmorra, pero la velocidad con la que se reemplazaban entre ellos era suficiente para mantenerlos a raya hasta que los aventureros recuperaran algo de energía y mente.
Lamentablemente, después de unos pocos minutos, una voz resonó.
"Esto ya no es divertido [Mass Hold Species]", una voz juguetona habló siendo escuchada en cada rincón de Orario. Todo se detuvo; los monstruos que luchaban parecieron congelarse en su lugar, una sombra se alzó sobre ellos envolviéndolos.
"[True Dark]", continuó, dejando caer una cascada de penumbras sobre los monstruos, quienes fueron engullidos. Aquella oscuridad duró menos de un segundo, y cuando desapareció, no dejó rastros de vida atrás.
Una figura vestida con un manto oscuro se paró sobre las ruinas de la muralla de Orario, mirando todo con una sonrisa en su rostro. Parecía tan solitaria y poco llamativa que nadie la había notado antes, pero ahora recibía la atención de toda la ciudad.
Detrás de él, un grupo de figuras avanzó; eran apenas unas pocas docenas, pero cada uno daba la sensación de una presión inexplicable.
"En nombre de mi padre, el creador, este humilde heraldo da como inaugurada la segunda ronda", dijo con una risa.
...
Poco antes de eso, un grupo de aventureros quitaba escombros de Babel, desenterrando la entrada a uno de los altos pisos de la torre.
Era la familia Hefesto, quienes acompañados de su diosa y Welf se habían abierto paso desde la base de la torre hasta allí.
Ese piso era propiedad de la familia, donde se encontraba la herrería principal de la diosa y las mejores armas de Orario descansaban.
"Tomen todo, no importa qué tan caro sea, solo guárdenlo en las bolsas y lánzalo por la ventana... con suerte no caerá sobre nadie", dijo Tsubaki a los soportes que los acompañaban. No tenían la mano de obra para cargar todo el material y armas hasta afuera.
Hefesto y Welf, por otro lado, continuaron su camino hasta la herrería. Sorprendentemente, cuando entraron, no fueron los únicos allí. Asfi estaba parada en la puerta con la silueta de alas etéreas manifestadas en sus sandalias. Detrás de ella, otra figura salía lentamente.
"Realmente lo tenías muy escondido, Hefesto. Nunca creí que recuperarías algo tan exquisito de nuestra pequeña visita a Olympia", dijo Hermes, levantando su mano hacia la diosa. Sobre su guante, una ascua dorada brillaba tenuemente, como si en cualquier momento fuera a desaparecer.
Eso parecía, pero en realidad, si cualquier mortal la sostuviera como el dios lo hacía, moriría al instante. Aunque pequeña, la brasa no dejaba de ser la llama sagrada de los cielos después de todo.
En su apogeo, sería equivalente a un arcanum desatado; el hecho de que alguien usara restos tan sagrados para derretir metales pondría rojas de ira a diosas como Hestia y Prometheus.
¿Quién diría que de los restos de la llama contaminada algo tan bello pudiera sobrevivir, más aún sin el apoyo de un dios de la llama que la proteja? Pero Hermes tenía que dar gracias; si otro dios o diosa presente en la catástrofe de Olympia la hubiera encontrado, hace mucho habría sido devuelta al cielo.
"Siempre tuve mis sospechas, estabas muy feliz cuando el resto de las familias volvían a Orario", jugó con sus manos ondeando las pequeñas llamas.
"Dame eso, Hermes, sabes lo peligrosa que es en manos equivocadas", dijo Hefesto con un tono serio.
Hermes rió, "Claro que no me la quedaré, mis equivocadas manos solo terminarán creando otra calamidad como lo hizo Prometheus". Su expresión se endureció, "la usaré para replicar el milagro una vez más".
La expresión de Hefesto cambió a una de desconcierto antes de recordar al hijo de Hestia que domó la llama para matar a la calamidad de las llamas contaminadas, Pandora.
"Lo matarás. Sin la manifestación del templo de Vesta, su falna no podrá controlar tanto poder", dijo Hefesto preocupada.
"No, él sin duda lo logrará. Nos mostrará nuevamente el poder de un héroe", Hermes caminó hasta la ventana para mirar a la promesa de Zeus, el único mortal que estaba más allá de la red de planes y pretensiones de los dioses.
"¡Welf!" gritó Hefesto. El aventurero levantando su espada en el acto; un torrente de hielo congeló el suelo en dirección a Hermes con la intención de aprisionarlo.
Lamentablemente, no fue lo suficientemente rápido. Asfi sujetó a su dios patrón antes de saltar fuera de Babel; las alas de Talaria entraron en acción, manteniéndola suspendida en el aire.
Con un movimiento de su mano, un casco negro apareció sobre sus cabezas. Hefesto reconoció estos como la
...