Ah… El mundo. Un lugar tan bello como caótico, donde cualquiera puede tener un propósito. Un lugar donde cada quien puede encontrar su sitio, ser una pieza vital en esta inmensa torre que llamamos humanidad.
Eso… sería, ojo, sería lo ideal.
Pero no, este no es un mundo común y corriente. Aquí existen gremios, magia, demonios, guerras, ¡y dioses! Así que, por supuesto, también existen esas personas destinadas a salvarnos a todos. Los llamados Héroes.
Encargados de proteger este mundo de—
—Sí, sí, sí, como sea. Omite eso.
Tch… chasqueé los dientes, molesto por la interrupción. Aunque claro, yo, Yuzato Hyraga, soy alguien común y ordinario. Un pequeño comerciante sin talento. No nací con ningún poder especial, ni soy parte de una gran profecía. Nada.
—A nadie le importa. Ve al grano.
Un día, los héroes se embarcaron en una misión suicida rumbo al infierno mismo, dejándonos totalmente desprotegidos. En un intento desesperado, los gremios empezaron a reclutar a cualquiera dispuesto a pelear… Y qué casualidad… ¡yo soy cualquiera!
—Yuzato. No tenemos tiempo.
Hice como que no escuchaba y seguí adelante con convicción. ¡Yo soy cualquiera!
—Cualquiera ya se hubiera callado y empezado con la historia… Pero bueno~
¡Esta es mi historia!
—Misión: Cállate de una p*** vez y comienza.
Objetivo: CALLATE
Recompensa: Inicia tu historia
Penalización: El autor deja de escribir
Buenas, buenas~
¡Aquí su ultra genio y poderoso System: "Ultra Super Omega Plus System"! Los dioses —claramente ebrios o desesperados— eligieron a esta... cosa, para que yo le dé el honor de ayudarlo a derrotar a… alguien. ¡O algo! ¡Quién sabe!
¡¿AHORA ERES TÚ QUIEN HABLA?!
—¿Tienes huevos para hablarme en ese tono? ¡Veamos si los tienes para esto!
Una ventana emergente apareció frente a mí con un tintineo demasiado alegre para el nivel de amenaza que contenía.
Misión: Observa a una chica a los ojos durante 10 minutos sin parpadear.
Recompensa: Denuncia por acoso.
Penalización: Denuncia por acoso y final de la novela.
Tiempo restante: 20 minutos.
…¿Cómo demonios se supone que eso me ayuda a ser más fuerte?
—Tu problema.
Carajo.
Me lancé a correr desesperadamente hacia el reino principal. Las calles estaban llenas de vida: adultos trabajando, niños riendo, comerciantes gritando ofertas imposibles de rechazar, y héroes... ah sí, los héroes. Estaban en el infierno.
Necesitaba encontrar una chica. Una, cualquiera. ¡Solo una!
—Cierto... Desde que el infierno se desencadenó, la natalidad de mujeres se redujo drásticamente. Será difícil encontrar una chica...
¡Qué!?
—¡NO SEAS RIDÍCULO! ¿¡NO PUEDES NI HABLAR CON UNA CHICA!? ¡NATALIDAD MIS PÍXELES! ¡UNA AHÍ, OTRA ALLÁ! ¡ESTÁN POR TODAS PARTES!
¿Por qué gritaba tanto dentro de mi cabeza?
Me acerqué a un pequeño puesto ambulante fingiendo interés en los productos. Había frutas, collares, extrañas botellas con etiquetas borrosas que probablemente causaban ceguera o inmortalidad. No lo sabía. No me importaba. Lo único que importaba era Ella. Una chica. Real. De verdad. Tenía ojos. Dos. Perfectos para mirar fijamente.
Ahora solo debía mirarla durante diez minutos sin parpadear. Fácil. Sencillo. Tranquilo.
Claro que no.
Una chica —la vendedora— estaba detrás del mostrador.
—Oh, bienvenido señor, ¿necesita ayuda con algo?
La misión es observar a una chica por 10 minutos, ¿verdad?
Mi estrategia era brillante: ver los productos, ver a la chica, productos, chica, productos, chica... Un enfoque sutil, elegante. ¡Por fin iba a lograr una misión!
—Aún me estoy decidiendo —dije, intentando sonar casual, aunque mi voz temblaba como gelatina en una tormenta.
Una ventana emergente se abrió frente a mí. “Es trampa”, decía con letras rojas y una carita triste.
Me tapé la boca con una mano, apenas conteniendo una sonrisa descarada.
—Mis píxeles... —susurré con burla, guiñándole un ojo al System que flotaba con aire amenazante.
El cronómetro apareció lentamente, descendiendo en cuenta regresiva con la misma tensión que una bomba mágica.
8:45... 8:30... 8:00...
—Sí~, señorita, veo que sus productos son de altísima calidad… Demonios, no me decido... —cerré los ojos por un instante y alcé la vista hacia el cronómetro—. Qué misión tan más fa...
Me congelé.
El cronómetro marcaba 10:00. Otra vez.
—Anda~, pequeño Yuzato~. Aún te queda tiempo~ —entonó el System con una voz burlona, canturreando como si estuviera en un maldito musical.
Abrí la boca. Cerré la boca. Parpadeé.
¡Parpadeé!
El cronómetro volvió a 10:00.
—¡¿QUÉ CLASE DE SISTEMA ES ESTE?! —grité en mi mente mientras sonreía nervioso a la vendedora que ahora me miraba como si sospechara que iba a robarle una sandía o el alma.
Y el tiempo corría otra vez…
—¡¿QUÉ MIERD* HACES?!
—Mis píxeles… ¿Recuerdas? Haz bien tu trabajo —respondió el System con total descaro, flotando con esa sonrisa irritante que ni siquiera tenía rostro, pero igual se sentía.
—¡CARAJO! —grité a todo pulmón, sin importarme ya las miradas. Miré de reojo el temporizador: 12 minutos.
—¿¡Así va a ser?! —salté por encima del mostrador, derribando una cesta de manzanas que salieron rodando como si también quisieran escapar del absurdo. Me planté frente a la chica.
—Por favor, no grites —suplicó ella con voz temblorosa.
Ignorada con éxito.
La chica retrocedió un paso, pero era tarde. La alarma social ya había sido activada.
—¡No tengo tiempo! —la cargué en brazos sin esperar respuesta y salí disparado a través de la plaza. Los gritos no tardaron.
Guardias.
Alarmas mágicas.
Una señora gritó “¡PERVERTIDO!” y me lanzó una escoba.
Corrí como si mi vida dependiera de ello. Porque sí. Dependía.
Lanzas me cerraban el paso. Esquivaba por instinto, aunque algunas lograron cortar mi ropa… y mi dignidad.
Cada vez que un callejón se volvía sin salida, tomaba a la chica y la lanzaba con cuidado… o lo más cercano a “cuidado” que podía en ese momento.
Corría. Me acercaba. El cronómetro bajaba.
—¡Por favor, dioses! ¡¡Me falta poco!!
En una esquina, la pared parecía una opción lógica. Demasiado lógica.
Corrí directo hacia ella. Di un paso, dos… ¡VAMOS, VAMOS!
—Mejor dicho, Yuzato lo intentó —comentó el System con tono documental—. Pero, para ser justos, no sé quién es más idiota: Yuzato por intentarlo… o los guardias que voltearon impresionados pensando que lo había logrado.
Por si alguien se lo preguntaba: apenas toqué la pared, me resbalé.
Deslicé como jabón en baño de elfos.
La chica cayó de mis brazos, casi escapa.
El cronómetro marcaba 2:45.
Yo estaba en el suelo. Ropa rasgada. Cara contra el pavimento.
Y todavía no había dejado de mirar.
La chica estaba por escaparse, pero reaccioné a tiempo. Me lancé hacia ella con lo que quedaba de mi fuerza y logré atraparla en el aire como si fuera un saco de papas muy confundido.
—¡No te me escapas ahora! —jadeé, reanudando la carrera.
—¡Bien hecho, Yuzato! —celebró el System—. ¡No cabe duda de que eres un acosador nato!
Ignoré el comentario. O al menos lo intenté. Mi sudor empapaba cada rincón de mi cuerpo, sentía las piernas temblar, el pecho arder y el alma… ¿Dónde quedó mi alma? Ni idea. La vendí hace cuatro misiones por un pan mágico.
Pero mi determinación era infinita.
Si mis cálculos no fallaban…
5… 4… 3… 2… ¡1!
—¡¡AL FIN!! —solté un grito de victoria tan fuerte que hasta los pájaros mágicos dejaron de volar. Y claro, con tanta emoción… solté a la chica.
El golpe fue directo. Cuerpo al suelo. Sonido seco. Eco de tragedia.
—¡PERDONA! —exclamé, horrorizado mientras la miraba con ojos llenos de culpa.
—¡AYUDAAA! —chilló, y corrió como si hubiera visto al mismo Rey Demonio encarnado en mí. Ni siquiera me miró dos veces. Fue directo a buscar a los guardias.
Y ahí supe que había terminado.
No la misión.
Mi vida.
—Y desde ese día —relató el System con voz de narrador épico—, los guardias aumentaron la seguridad en todos los puestos de comerciantes, especialmente los atendidos por mujeres. Un retrato hablado ronda ahora por todo el reino, con el título “ACOSADOR”.
Apareció una imagen flotante frente a mí: era yo, claramente cansado, despeinado, con una sonrisa nerviosa y los ojos abiertos como platos.
—Sabes, Yuzato, pensé que tardaría más en darte fama. Pero sin dudarlo, ¡soy el mejor System que ha existido!
Me tapé la cara con ambas manos. No quería llorar. Pero lo consideré.
—¿Por qué a mí?
—Ding ding ding~ —soltó una campanita con tono burlón—. ¡Título conseguido: ACOSADOR PATÉTICO! Felicidades~.
—No lo quiero… por favor… —susurré, tratando de hundirme en el suelo.
El suelo no colaboró.
—¿¡Qué!? —exclamó el System con voz exageradamente emocionada—. ¿¡Qué es lo que escucho!? ¿¡Alguien llamado Yuzato quiere más misiones!?
No.
No, no, no, no.
—¡ME ENCANTA ESA ACTITUD! —continuó—. ¡Es tu momento de hacerte un nombre en la historia! ¡Para bien o para mal!
—¡Para bien! —grité, incorporándome de golpe con una energía que no sabía que aún tenía—. ¡¡Solo para bien!!
—¡Me gusta esa voz, Yuzato! ¡No hay dolor sin triunfo!
Parpadeé. Parpadeé dos veces más.
—¿¡No era al revés!?
El System soltó una risa burlona mientras nuevas ventanas comenzaban a flotar a mi alrededor, cada una más absurda que la anterior. Mis ojos se abrieron como platos al leer:
Nueva Misión Disponible:
“Haz que el rey te reconozca como su hijo perdido”
Recompensa: Identidad real, acceso a castillo, baño caliente.
Penalización: Ejecución por traición.
—Ay... mis píxeles...
Y así, comenzó el siguiente capítulo en la lamentable, improbable, pero extremadamente legendaria vida de Yuzato Hyraga, el héroe que el mundo no quería… ni necesitaba… ni pidió jamás.
Pero que se quedó igual.