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Chapter 23 - Capítulo 23: Seraphyne – La Tormenta Que Quiere Ser Tocada

El viento siempre había sido su aliado.

Seraphyne caminaba por los altos riscos del Templo del Relámpago, sus botas resonando contra la roca viva. Llevaba el cabello recogido en una trenza alta, pero algunos mechones se liberaban con la furia de la brisa. La armadura que siempre lucía con dignidad pesaba más esa mañana. No por el material, sino por la carga emocional que traía consigo.

Había escuchado los susurros antes de que Dominic y Evelyn regresaran.

Y cuando los vio llegar juntos, de la mano, con una paz que no era fingida... comprendió que algo había cambiado.

Que ella había sido dejada atrás.

Por elección.

Por deseo.

Por amor.

La tormenta dentro de su pecho no rugía. Se comprimía. Y eso, para Seraphyne, era el peor castigo: no estallar... sino contenerse.

—¿Estás huyendo, Seraphyne?

La voz provino desde las sombras del pasillo del templo. Era Lysara, la de ojos azules y mirada etérea. No había juicio en su tono. Solo una incómoda claridad.

—No huyó —respondió Seraphyne sin mirarla—. Solo vuelo más alto cuando las nubes se oscurecen.

Lysara se cruzó de brazos.

—El cielo no puede protegerte de lo que sientes.

Silencio.

Seraphyne giró lentamente hacia ella. Había algo salvaje en su mirada, pero también... dolor.

—Tú no lo entiendes.

—¿Qué cosa? —preguntó Lysara con calma.

—Yo fui la primera que lo protegió con el cuerpo. La primera en sangrar por él. Y sin embargo... Evelyn fue la primera en ser elegida. ¿Acaso mi sacrificio no significó nada?

Lysara no respondió de inmediato. Dio un paso más cerca, su vestido flotando con la brisa mágica del templo.

—Tal vez... no se trata de quién fue primero, sino de quién fue más verdadera con lo que sentía.

Ese golpe fue certero.

Seraphyne apretó los puños. El poder eléctrico se concentró en su cuerpo, chispeando alrededor de sus dedos. No por amenaza... sino por desborde.

—¿Estás diciendo que soy falsa?

—Estoy diciendo que has ocultado tu vulnerabilidad tan bien... que incluso él dejó de buscarla.

Horas después, cuando el sol comenzaba a caer tras las montañas, Seraphyne se halló sola en el antiguo Salón de las Tormentas, una cámara circular llena de relámpagos encapsulados en cristales flotantes.

Dominic la encontró allí.

No la buscó con sigilo. No trató de esconderse. Simplemente entró.

—Pensé que estarías aquí —dijo con voz baja.

Ella no se giró. Mantenía los brazos cruzados, el cuerpo tenso.

—¿Vienes a justificar lo que pasó?

—No —respondió—. Vengo a hablar contigo. Como hombre. No como elegido. No como amante de otra. Solo como Dominic.

Eso la hizo dudar.

Finalmente, se giró.

—¿Lo amas? —le preguntó de golpe, sin rodeos.

Dominic parpadeó.

—¿A Evelyn?

—Sí.

—Sí. La amo.

Seraphyne asintió. Solo una vez. Con una expresión tan neutra que dolía verla.

—Entonces dilo también, Dominic: ¿me amas a mí?

Silencio.

Largo.

Tenso.

Lleno de una electricidad invisible.

Él la miró directamente.

—Sí. Pero no como ella.

Eso la quebró un poco. Bajó la cabeza, los hombros temblando.

—Entonces… ¿qué soy?

—Eres Seraphyne. No una segunda opción. No un reemplazo. Eres tú. Y yo quiero conocerte sin barreras. No a la comandante. No a la guerrera perfecta. Quiero conocer a la mujer que llora cuando está sola, que sueña cuando no la miran, que tiembla por miedo a no ser suficiente.

Ella lo miró. Y por primera vez… no tuvo fuerzas para fingir.

Las lágrimas comenzaron a caer.

—No sé cómo ser sin la armadura, Dominic. No sé cómo bajarla sin sentir que pierdo el control. Que me quiebro. Que decepciono.

Él se acercó despacio, como quien se aproxima a un animal herido.

—Entonces déjame ayudarte a quitarla… parte por parte.

La tocó.

Primero el guante.

Luego la hombrera.

Después el protector del pecho.

No con lascivia, sino con reverencia.

—Cada parte de ti es una tormenta —susurró—. Y yo no quiero detenerla… quiero bailar bajo ella.

Seraphyne rió entre sollozos, y eso fue un relámpago en la oscuridad.

—Eres un idiota.

—Ya me lo han dicho —respondió él, antes de besarla.

Fue un beso distinto al de Evelyn. Más intenso. Más peligroso. Pero igualmente real.

Ella tembló, pero no retrocedió.

Él la tomó en sus brazos, y esta vez, la tormenta no rugió para destruir, sino para envolverlos.

Eran relámpago y carne.

Trueno y deseo.

Una fusión que no podía explicarse con palabras, solo con respiraciones entrecortadas y caricias que temblaban entre el "quiero" y el "no debo".

Cuando finalmente se entregaron, fue sobre la plataforma central del salón, rodeados por los cristales eléctricos que estallaban con chispas suaves al compás de su unión.

Y en medio de todo, cuando los gritos se volvieron gemidos, y los suspiros se volvieron nombres entrecortados, Seraphyne murmuró con una voz que parecía lluvia:

—Gracias… por ver a la mujer detrás de la tormenta.

Y Dominic respondió, con los labios en su cuello:

—Gracias por dejarme entrar en ella.

Cuando la noche cayó, Seraphyne durmió entre sus brazos por primera vez. No como guerrera. No como diosa. Sino como mujer.

Y en sus sueños, no hubo batalla.

Solo paz.

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