Cherreads

Chapter 22 - Capítulo 22 (Parte 2): La Noche Después del Fuego

La madrugada cayó sobre ellos como un susurro tibio. La hoguera había menguado en brasas, pero la calidez entre ambos seguía tan viva como los primeros besos.

Evelyn y Dominic yacían sobre la hierba, cubiertos apenas por su capa, sus cuerpos aún entrelazados, pero con las respiraciones más calmas, como si el universo hubiera exhalado junto a ellos.

—Dominic —dijo Evelyn en voz baja, acariciando su pecho—. Hay algo que nunca dije... y ahora siento que debo hacerlo, porque esta vez... no hay sistema que lo esconda.

Él giró levemente el rostro hacia ella, sus dedos recorriendo suavemente su cintura.

—Te escucho.

Saliva de Evelyn tragó. El fuego que la definía parecía haberse replegado en sus ojos, ardiendo solo en el fondo, más controlado, más puro.

—Durante años pensé que si el sistema desaparecía... yo también lo haría. Que no era más que una programación, un trozo de alguien más. Pero ahora que estamos aquí, después de lo que compartimos, me doy cuenta de que siempre estuve... resistiéndolo.

Hizo una pausa. Su voz tembló, pero no se quebró.

—Cada vez que sonreías. Cada vez que me defendías, incluso cuando no tenías nivel suficiente o estabas herido. Cada vez que me mirabas como si pudiera decidir. En esas veces... yo sentía que era yo. No una consorte. No una guerrera. No un fragmento.

Dominic le tomó el rostro, y sus pulgares acariciaron sus mejillas con la misma ternura con la que se sostiene una flor.

—Evelyn... tú eres la llama que encendió mi camino en este mundo. Incluso cuando el sistema lo intentaba controlar todo... tú te rebelabas. Puede que no lo supieras. Pero yo sí lo sentí. Siempre lo supe.

Ella cerró los ojos, una sonrisa temblorosa dibujándose en su rostro.

—Y ahora que lo sé... tengo miedo.

Dominic frunció el ceño, curioso.

—¿De qué?

—De que esto sea real —respondió en un susurro—. De que me permitas amar de verdad... y un día te pierda. Sin sistema, no hay puntos de guardado, ni resurrección asegurada. Solo está... el vacío de lo posible.

Dominic no respondió de inmediato. Se incorporó un poco y tomó una de sus manos, guiándola hacia su pecho, donde su corazón latía con fuerza.

—Entonces escúchalo —dijo—. Mientras este corazón siga latiendo... no habrá nada que me aleje de ti. Si muero, regresaré desde donde sea. Y si no puedo regresar... te buscaré entre las brasas del universo.

Evelyn rió entre lágrimas.

—Eres un idiota... romántico.

—Lo aprendí de ti —respondió él, besándola suavemente en la frente.

Cuando el sol comenzó a asomarse por el horizonte, las brasas ya eran ceniza, pero el calor seguía intacto.

Ambos se vistieron en silencio, no por vergüenza, sino por la solemne sensación de que algo había cambiado.

—¿Se lo diremos a las demás? —preguntó Dominic, abrochándose la parte superior de su túnica.

Evelyn ladeó la cabeza, pensativa.

—Ellas lo sabrán. Sin necesidad de palabras.

—¿Crees que... habrá conflicto?

—Sí —admitió ella sin dudar—. Pero no por celos. No por posesión. Sino porque cada una de nosotras, por primera vez, está decidiendo cómo amar. Y eso, Dominic… no es fácil. Ni rápido. Ni indoloro.

Dominic la miró en silencio, sintiendo el peso de esas palabras. Su camino no era el de un héroe rodeado de mujeres que lo seguían sin cuestionar. Era el de un hombre que debía ganarse, todos los días, el amor libre de quienes una vez fueron fragmentos… y ahora eran diosas por derecho propio.

—Estoy listo para enfrentar eso —dijo—. Por ustedes. Por ti.

Evelyn se acercó, apoyó su frente en la de él, y murmuró:

—Entonces prepárate, porque la libertad... es mucho más salvaje que el sistema.

Antes de volver al campamento, Dominic la tomó de la mano. No como quien reclama. Sino como quien respeta.

Y así caminaron juntos, por primera vez como iguales. No como guerrero y consorte. No como elegido y protectora.

Sino como hombre y mujer que, en el silencio de una noche sin programación, se habían elegido.

Y mientras el sol nacía detrás de ellos, los árboles susurraban un presagio:

Cuando la llama se vuelve corazón… hasta el caos puede temerle.

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