Cherreads

Chapter 25 - Capítulo 25: Resistencia

Las cosas se habían salido de control para los dioses. Todo comenzó en el momento en que una cortina de oscuridad descendió sobre los monstruos, eliminándolos en un solo instante.

Los dioses comprendieron de inmediato que aquello contra lo que se enfrentaban no era algo meramente mortal creado para su diversión. Aunque no detectaron ni una pizca de arcanum en esa magia tan perversa, el poder que emanaba era algo que solo una deidad o una calamidad sería capaz de recrear.

Aterrorizados por tal revelación, muchos dioses abandonaron el campo de batalla. Les encantaba disfrutar de sus vidas mortales al límite, confiando en que, de una manera u otra, siempre encontrarían una forma de salir airosos de los conflictos. Sin embargo, lo que enfrentaban esta vez estaba muy por encima de la liga de los mortales.

Como para confirmar sus temores, un pilar de arcanum se alzó en el cielo, seguido por otro, y luego otro más, iluminando el firmamento con un poder divino abrumador. Esos destellos marcaban la ascensión de las almas imperecederas de sus hermanos caídos.

No era una exageración afirmar que cualquier esperanza de que Orario pudiera enfrentar tal amenaza era prácticamente inexistente.

Solo las familias Zeus y Hera habrían tenido una mísera posibilidad de enfrentar esta situación. Después de todo, fueron capaces de completar dos de las tres grandes misiones, cazando al Behemoth y al Leviathan, dos calamidades que habían escapado de la mazmorra. Sin embargo, esas familias ya eran historias del pasado, relegadas a la leyenda.

Loki estaba aturdida. Aún no lograba procesar completamente todo lo que sucedía. Había algo que no encajaba, una pieza faltante en el rompecabezas de Dionisio.

No, eso estaba mal. Al principio, había asumido que todo el caos era obra de ese lunático. Pero después de verlo ascender, tuvo que descartar esa idea.

Aunque Dionisio era astuto, y en una ocasión había logrado poner a Orario contra las cuerdas manipulando tras bambalinas, usando a los espíritus corruptos y al recién nacido Níðhöggr, esta situación superaba incluso sus capacidades. Esto estaba mucho más allá de él.

Sentía como si el rompecabezas que había estado intentando armar se desmoronara en pedazos debido a las piezas que faltaban.

"Loki-sama, debemos escoltarla a los refugios", replicó un aventurero que estaba junto a ella.

Sin embargo, al igual que Hestia y Freya, simplemente decidió ignorarlo.

¿Realmente había alguna diferencia? Resguardarse bajo tierra o quedarse en la superficie no cambiaría nada. Si sus hijos no lograban detener la invasión, de todas formas terminarían cayendo en manos de los enemigos. Si iban a morir, al menos lo harían junto a sus familias.

Hestia era, sin duda, la más nerviosa entre las tres. Estaba tan alterada que había desarrollado un pequeño tic nervioso, golpeaba los dedos entre sí una y otra vez, casi de forma compulsiva.

"¡No deberíamos estar aquí!", pensaba una y otra vez, aunque las palabras nunca salían de su boca.

Esto ya no era algo en lo que su familia debía involucrarse; era demasiado peligroso. A estas alturas, Hestia solo quería tomar a Bell y escapar lo más lejos que pudieran.

Ni siquiera se molestó en considerar la opción de huir a los refugios. Esos lugares ya no eran tan seguros como al principio.

Lamentablemente, su familia seguía ignorándola. Bell y Mikoto se habían marchado a pelear contra el enemigo, Welf había desaparecido sin dejar rastro, y Lili había tomado el mando, dirigiendo los múltiples frentes en defensa de la ciudad.

Solo Haruhime parecía guardar algo de respeto hacia ella, siendo la única que aún la escuchaba. Sin embargo, esas dos zorras de Freya y Loki no permitirían que abandonara el campo de batalla. Sabían que su habilidad para aumentar temporalmente el nivel de un aventurero era la última carta que tenían bajo la manga.

Hestia no quería aceptarlo, pero tampoco podía evitarlo.

Al menos había confirmado que Bell estaba bien. Gracias a que Lili utilizaba el Oculus para contactarlo cada pocos minutos, podían verificar su condición constantemente.

Un estruendo sacudió sus sentidos.

La expresión de Freya se tensó; no era nada buena ante lo que acababan de presenciar.

Chispas.

El sonido del metal al chocar resonó en la plaza, silenciando todo a su alrededor. Dos titanes intercambiaban golpes, y la magnitud del impacto los dejó atónitos. Ambos combatientes retrocedieron un paso debido a la fuerza de la colisión.

Ottar, el campeón de Orario y símbolo de la fuerza en nombre de su diosa Freya, apretó los dientes. Su semblante se había oscurecido; esta batalla era diferente a cualquier otra que hubiese enfrentado en mucho tiempo. Frente a él estaba el Berserker, una figura imponente que irradiaba una locura contenida. La expresión juguetona que solía adornar su rostro se desvaneció, dejando ver una seriedad casi antinatural.

"Hoo... parece que aquí hay alguien que vale la pena", dijo el Berserker con una sonrisa torcida, mientras sacudía una mano entumecida por el choque. Su tono era burlón, pero en sus ojos brillaba algo más: reconocimiento.

Ottar no respondió inmediatamente con palabras. Su contestación llegó en forma de un movimiento fluido de su espada. Un tajo certero buscó el cuello de su oponente, pero el Berserker lo esquivó con una facilidad casi insultante.

"¿Quiénes son?" gruñó Ottar.

El Berserker respondió con una carcajada estruendosa.

"¿Nosotros?" levantó los brazos como si presentara un espectáculo. "No somos nadie... solo siervos del Creador."

Ambos eran hombres de pocas palabras.

Los aventureros que observaban la escena contuvieron la respiración. Aquella palabra, "Creador", les resultaba escalofriantemente familiar. Era lo mismo que habían escuchado antes del ataque de la horda de monstruos.

Sin previo aviso, los dos combatientes desataron una serie de intercambios frenéticos. Chispas y destellos dorados se alzaron en el aire, mezclándose con la opresiva y densa aura sangrienta que emanaba del Berserker. Cada choque entre sus armas era un terremoto que sacudía la plaza, y los aventureros, meros espectadores, apenas podían mantenerse de pie ante la magnitud del enfrentamiento.

"¡Esos monstruos... están sonriendo!" murmuró Lili, tragando saliva con dificultad. Era bien conocida la frialdad de Ottar, el aventurero más fuerte de Orario, alguien cuya devoción e ira solo se manifestaban en nombre de su diosa. Pero ver aquella sonrisa torcida en su rostro era algo profundamente estremecedor.

Alrededor, figuras encapuchadas comenzaron a entonar cánticos. Sus voces eran extrañas y perturbadoras, pronunciando palabras incomprensibles mientras venas púrpuras se extendían bajo sus pies, como raíces malignas que contaminaban el suelo. Incluso los dioses presentes observaban la escena con desconcierto, incapaces de comprender el origen de aquella magia tan profana.

"Esto... esto no es normal", susurró alguien, con los ojos fijos en el inquietante ritual.

El susto mayor llegó cuando, de los círculos mágicos que se formaban en el suelo, comenzaron a emerger monstruos. Sin previo aviso, las criaturas atacaron a los espectadores y se dispersaron rápidamente por la ciudad, desatando el caos.

Incluso los dioses quedaron con los ojos como platos al presenciar lo que sucedía. Aquello iba en contra de las leyes fundamentales del mundo. La "Gran Madre" no había creado a esos monstruos. Esto era algo diferente, algo que escapaba a su comprensión.

Mientras tanto, en el centro del combate, Ottar blandía su espada negra, una obra maestra forjada con los restos del monstruo Rex del piso 37. Cada tajo, cada movimiento calculado, encontraba resistencia en los puños del Berserker. Estos estaban envueltos en una energía tan poderosa que parecía rasgar el aire con cada golpe, igualando cada ataque del campeón de Orario.

El Berserker rugió, cargando con una fuerza salvaje. Sus puños impactaron contra los guardabrazos de Ottar, cuya postura apenas se mantenía. Retrocedió, bloqueando con su espada los embates que sacudían su cuerpo como martillazos.

Con un grito de esfuerzo, Ottar usó una finta, haciéndole creer a su enemigo que cortaría en vertical, solo para doblar su dirección y dejar un corte profundo en el torso del Berserker. Sin embargo, lejos de retroceder, el Berserker sonrió mientras lamía la sangre que brotaba de la herida.

"¡Más!" gritó, su voz vibrando con una emoción peligrosa, como si la lucha solo avivara su locura.

El entorno cambió. La actitud del Berserker pasó de salvaje a serena. Bajó los brazos, dejándolos colgar a los lados, y esperó, invitando a Ottar a continuar.

Ottar dudó, un instante de vacilación que pronto fue reemplazado por su instinto de batalla. Su espada comenzó a brillar con un dorado cegador mientras entonaba un canto que cargaba su arma con poder mágico. Con un grito de guerra, lanzó un tajo destinado a terminar la batalla.

Pero en el último segundo, el Berserker desapareció. La espada de Ottar cortó el aire vacío, y la explosión de energía que generó dividió la plaza de Orario por la mitad, lanzando escombros y polvo al viento.

Una risa burlona resonó detrás de él. Antes de que pudiera reaccionar, un puñetazo lo golpeó en el rostro, lanzándolo por los aires. Aterrizó con un gruñido, levantándose de inmediato, solo para ver cómo su oponente desaparecía y reaparecía con movimientos imposiblemente rápidos.

Un gancho a su hígado lo dejó sin aire, seguido de una patada en el pecho que lo derribó de nuevo, terminando con un golpe asentado que lo dejó aturdido. Ottar apenas había sido capaz de ver los golpes venir, y mucho menos de reaccionar a ellos.

Viéndose superado físicamente y sin muchas opciones, Ottar se vio obligado a usar Vana Arganture, liberando a la bestia que llevaba dentro. Sus músculos se hincharon, y una sed de sangre inundó su conciencia. El tiempo pareció ralentizarse, y el puño que antes parecía inalcanzable se volvió mucho más claro.

Dejó caer su espada antes de recibir el golpe con la palma de la mano.

Estruendo.

El Berserker se vio desconcertado por primera vez. Intentó retirar su puño, pero por más que lo intentara, este estaba firmemente atrapado por el agarre de hierro de Ottar, reforzado por su bestificación.

Sin soltarlo, Ottar lanzó un puñetazo al rostro del invasor. Este, incapaz de esquivarlo, recibió el golpe de lleno. Su nariz fue destrozada en un lío sangriento, y la sonrisa cínica que adornaba su rostro desapareció por completo.

Ambos intercambiaron golpes nuevamente. Esta vez, cuando sus puños se encontraron, crearon una pequeña explosión al contacto, antes de desaparecer y dar paso a docenas de golpes en la fracción de un segundo.

"¡Esa velocidad!" gritó Loki, observando con atención. Esa era la fuerza de un nivel 8. No, probablemente estaban peligrosamente cerca de alcanzar el estrato de un nivel 9, algo que solo unos pocos desde que los dioses descendieron hace mil años, como Ottar, podían demostrar.

Loki siempre se había sentido orgullosa de su familia, pero debía admitir que Freya había tenido una gran suerte al reclutar a un monstruo como Ottar. Este había logrado todos los límites de sus niveles anteriores con sus estadísticas, alcanzando el máximo que el cuerpo mortal podía soportar. No sería una exageración decir que, incluso sin usar Vana Arganture, Ottar ya poseía la fuerza de un nivel 8.

"No puede usar ese poder por mucho tiempo" murmuró Lili, mordiendo su labio mientras observaba atentamente los movimientos del Berserker. Había notado cómo la respiración de Ottar se volvía más agitada con cada intercambio. Si no hacían algo para definir el resultado de la batalla lo más rápido posible, su resistencia se agotaría.

Lili lanzó una mirada a Haruhime. "Aumenta su nivel..."

"No, él aún puede ganar" la voz de Freya fue cortante, tan autoritaria que Haruhime, quien había comenzado a recitar su hechizo, dio un salto de miedo, interrumpiendo su canto en el acto.

"¿Qué estás diciendo? ¿Acaso estás ciega? Si continúa en un punto muerto, perderá" Loki enfadada, la reprendió.

Freya le lanzó una mirada llena de desdén, sin responderle directamente. Comenzó a hablar con calma, como si no hubiera oído el reproche. "Su alma está brillando."

El combate continuó, cada vez más feroz. Ottar presionaba con combos rápidos, buscando una oportunidad para finalizar el enfrentamiento. Sin embargo, cada vez que estaba cerca, el Berserker desaparecía, contraatacando con puños devastadores.

Finalmente, un golpe certero impactó en Ottar. Se quedó de pie, inmóvil, su cuerpo al borde del colapso, pero negándose a caer. Incluso en su estado inconsciente, no mostró un ápice de sumisión.

"Acaba con él" Las palabras de su diosa resonaron en la cabeza de Ottar, aunque no estaba seguro si las estaba alucinando o si realmente las había escuchado.

Sus puños brillaron con un resplandor dorado mientras depositaba cada gramo de voluntad que le quedaba en ellos.

El Berserker ni siquiera vio venir el golpe. Este atravesó limpiamente su pecho, y sus ojos temblaron, incapaces de reconocer la realidad, cuando su cuerpo comenzó a desmoronarse en finas partículas de ceniza.

Una docena de figuras saltaron a la plaza, rodeando al ya debilitado Ottar.

Él había agotado toda la energía que le quedaba. Incluso Vana Arganture se había disipado. Ahora, un grupo de invasores que exhalaban una presencia tan imponente como la de su oponente anterior habían cercado su ruta de escape. Ottar sabía que iba a morir...

Uno de los sujetos, destacando por encima de los demás, tenía la figura de un elfo alto que empuñaba una alabarda. Sin dar un segundo para que los pocos espectadores reaccionaran, lanzó una estocada para empalar al indefenso Ottar.

Un silbido cortó el aire. Una lanza se clavó entre ellos, deteniendo el ataque. Una figura descendió del cielo con un estruendo, retiró su lanza y la chocó contra la alabarda del elfo.

Ambas armas soltaron chispas por el impacto, haciendo que el elfo retrocediera dos pasos, sorprendido.

"¡Imposible!" exclamó Loki, frotándose los ojos al reconocer al recién llegado.

Frente a Ottar, allí estaba Finn Deimne, el "Valiente", y flotando en el cielo, el resto de su familia lo acompañaba. Su llegada era un milagro.

"Se estaban tardando" gritó Loki, aliviada pero aún confundida, sin creer que realmente hubieran logrado llegar.

"Llegamos a tiempo" respondió Finn, listo para cambiar el curso de la batalla.

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