Una tormenta de fuego arrasó la plaza de Orario. Las llamas, lejos de descontrolarse, se arremolinaron súbitamente en un solo punto, concentrándose sin dispersarse lo más mínimo y manteniendo la integridad de los edificios a su alrededor.
Riveria no se detuvo; su voz volvió a alzarse en un canto.
Contra cualquier otro enemigo, una magia de semejante calibre habría sido el final. Pero para ellos... no fue suficiente.
Un zumbido.
Una flecha atravesó el muro de fuego, partiéndolo en dos, mientras rompía la atmósfera a una velocidad que cortó el aire.
Era demasiado rápida y apuntaba directamente a Riveria.
A tan solo unos metros de alcanzarla, tres barreras mágicas se levantaron frente a la flecha. Los magos que la apoyaban ya se habían preparado con antelación para enfrentar un ataque como ese.
Con un estruendo ensordecedor, la flecha atravesó las barreras una tras otra, como si estuvieran hechas de papel. Sin embargo, el tiempo que estas lograron ganar fue suficiente para que Riveria reaccionara y, con un movimiento rápido, apenas lograra evadir el proyectil.
Los que presenciaron aquella escena quedaron mudos de asombro. El arco no era un arma comúnmente utilizada por los aventureros en la mazmorra. Su uso era considerado poco práctico, especialmente en los primeros pisos, donde los espacios estrechos complicaban su maniobrabilidad. Además, el constante suministro de flechas, que debían ser transportadas en todo momento, lo convertía en una opción costosa y engorrosa.
Si bien los pisos inferiores ofrecían espacios mucho más amplios, ideales para este tipo de arma, la mayoría de los aventureros ya habían optado por armas más versátiles y efectivas. Por esta razón, el arco se había vuelto una herramienta poco popular entre los combatientes de Orario.
Solo alguien extremadamente talentoso, que hubiera practicado con el arco mucho antes de convertirse en aventurero, o un lunático buscando destacar a cualquier costo, se atrevería a usarlo en combate.
Si alguien les hubiera contado sobre una escena como esta, se habrían reído a carcajadas y mandado al narrador a hacerse un chequeo por posible daño cerebral.
Sin embargo, la realidad que tenían frente a sus ojos superaba cualquier expectativa, incluso las más descabelladas.
La flecha era más rápida que casi cualquier proyectil mágico que conocieran y poseía un poder de penetración capaz de hacer inútiles incluso los escudos más resistentes. Pero eso no era lo más impactante. Lo que realmente los dejó boquiabiertos fue otra cosa.
Con una explosión ensordecedora, el edificio a sus espaldas desapareció sin dejar rastro alguno.
La única explicación plausible era que aquella flecha estaba cargada con un poder mágico de primer nivel, una capacidad devastadora que no se veía a menudo.
A medida que las llamas de su magia comenzaron a extinguirse, la figura de quien las había desafiado se hizo visible. Era una mujer cuya belleza encarnaba el estereotipo de los guardabosques retratados en las historias heroicas. Su porte era imponente, casi irreal.
Riveria chasqueó la lengua con visible irritación.
No había ni una sola herida o quemadura en su cuerpo tras recibir un ataque de magia tan poderoso. Debía poseer alguna habilidad que la protegiera, un escudo invisible que hacía inútiles sus mejores hechizos.
Era la segunda vez que su magia la alcanzaba sin resultado, y la frustración empezaba a crecer dentro de ella.
Había estado completamente concentrada en la batalla y, en ningún momento, la vio recitar un cántico. Una magia defensiva de tal calibre debía requerir tiempo y preparación, pero para esta invasora parecía un paso innecesario, un trámite que podía ignorar por completo.
La mujer fijó su mirada en Riveria, tensa y desafiante. Tiró de la cuerda de su arco, y de la nada, una flecha oscura se materializó en él, lista para ser disparada.
Los magos comenzaron a sudar frío. El tiempo transcurrido entre el disparo anterior y este había sido alarmantemente corto, tanto que algunos de ellos ni siquiera habían terminado de recitar la mitad de sus hechizos. Sabían que sería imposible erigir nuevamente las barreras antes de que la flecha los alcanzara.
Por suerte, una figura apareció junto a Riveria en el último momento.
"¡Burn Dain!"
Las llamas brotaron al instante, chocando contra el suelo y levantando una densa cortina de humo que envolvió a ambos.
La guardabosques quedó cegada por las llamas, pero rápidamente recuperó la visión, solo para encontrarse desorientada en medio del denso humo negro.
Pasos.
Giró en todas direcciones, tratando de localizar el origen del sonido, pero lo único que lograba era percibir cómo estos se aceleraban más y más.
¿La estaban rodeando?
No... No era un grupo. Solo era uno. Alguien que se movía a tal velocidad que parecía venir de múltiples direcciones a la vez.
Con un movimiento fluido, tensó la cuerda de su arco. Activó una de sus habilidades, infundiendo la flecha con magia elemental de viento, y apuntó al cielo antes de disparar.
Un enorme ciclón se formó en la punta de la flecha, atrayendo todo el espeso humo hacia su centro.
Sus ojos se afilaron al instante, notando cómo el flujo del aire a su alrededor cambiaba súbitamente.
Con reflejos agudos, dio un rápido salto hacia atrás, pero no fue lo suficientemente veloz.
Un destello negro irrumpió desde las sombras: una lanza dirigida directamente hacia ella. Aunque logró evitar el golpe letal, la lanza fue rápidamente balanceada con ambas manos, impactándola con el asta y enviándola a volar varios metros por el aire.
En pleno vuelo, observó que caería en medio de un cerco de aventureros. Sin perder la compostura, activó una de las magias vinculadas a su equipo, utilizando su habilidad para realizar rápidos sprints en el aire. Con movimientos precisos, cambió su trayectoria, reposicionándose cómodamente y descendiendo al suelo con la ligereza de una pluma.
Su arco ya estaba cargado con una flecha dorada, que salió disparada en dirección al lancero.
Allen apretó los dientes con fuerza.
Vió cómo la flecha se acercaba lentamente a su rostro, tan despacio que no se molestó siquiera en esquivarla.
Balanceó su lanza, preparándose para recibirla de frente. Sin embargo, cuando ambos ataques impactaron, se dio cuenta de su error.
La flecha era mucho más pesada de lo que había imaginado. Su brazo se retrajo violentamente y tembló por el enorme retroceso que recibió.
La flecha, por su parte, cayó a unos metros de él, dejando un enorme cráter que se expandió varios pies antes de desaparecer. Si lo hubiera golpeado directamente, habría sido completamente destrozado.
¿Acaso siquiera podía llamarla flecha?
"¡Maldita bruja, te mataré!" rugió Allen, lanzándose a toda velocidad hacia ella.
Aunque la mujer se movía increíblemente rápido, aún estaba por detrás de la velocidad que alcanzaba. Sin embargo, cada vez que intentaba golpearla, ella parecía anticiparlo, esquivando en el último instante.
Allen había tenido una buena oportunidad para vencerla, pero la había perdido debido a la naturaleza variada e impredecible de su estilo de pelea.
Riveria terminó su canto, pero no lanzó el hechizo de inmediato. Mientras Allen estuviera cerca, podría terminar atrapándolo en el fuego cruzado.
Debía admitir que la guardabosques era fuerte. Según su deducción, debía estar como mínimo en el Máximo de nivel 7. No era tan rápida como Allen, ni tan fuerte como Ottar, y aún no había demostrado un poder mágico que la superara.
La variedad de flechas mágicas había permitido a la guardabosques mantenerse en pie durante una pelea contra dos aventureros de nivel 6 en su cima, así como contra ella misma, quien había actualizado recientemente su nivel a 7, además de una variedad de otros aventureros que habían estado apoyándolos.
A partir de sus observaciones, Riveria dedujo que las flechas mágicas se dividían en varios tipos, cada uno con un brillo distintivo antes de ser lanzadas:
Rojas: Cargadas con el elemento fuego, capaces de explotar en llamas al contacto. Peligrosas y con un gran potencial de daño.
Verde: Cargadas con el elemento viento, capaces de atraer con gran fuerza hacia su objetivo. Rápidas y difíciles de esquivar, pero con un poder destructivo relativamente bajo.
Doradas: Cargadas con el elemento tierra, pesadas y lentas, pero con un poder destructivo inmenso.
No elementales: Las más rápidas y con mayor poder de penetración. Al llegar a su objetivo, el poder mágico cargado en ellas causaba una gran explosión, destruyendo todo a su paso.
Había intentado usar una flecha negra en su contra, pero la magia había sido detenida antes de que pudiera dispararla. A diferencia de las otras flechas, esta parecía estar destinada a algo más siniestro..
Una magia bastante especial, que podía usarse de demasiadas maneras...
Cuando vio la apertura, Riveria no dudó en lanzar su hechizo, congelando un amplio sector donde se encontraba la guardabosques. La joven no tuvo tiempo de evadir la magia ni de activar alguna habilidad que la protegiera, y, en un instante, quedó atrapada, con la mitad de su cuerpo congelado en el hielo.
Hubo un pequeño grito de emoción entre los presentes, pensando que por fin la habían capturado. Sin embargo, su entusiasmo se desvaneció rápidamente cuando la figura de la chica desapareció y apareció en otro lugar, como si nada hubiera ocurrido.
Nadie la vio moverse, y aunque lo hubiera intentado, el hielo de Riveria la habría detenido sin esfuerzo. Incluso Ottar, quien tenía la estadística de fuerza más alta en Orario, encontraría difícil romperlo. Pero, en este caso, no parecía que la joven estuviera luchando para liberarse mediante fuerza.
Más bien, parecía que la chica se hubiera teletransportado de una posición a otra.
Fuera un objeto o su propia habilidad, esto sorprendió tanto a los presentes que algunos simplemente intentaron desechar sus pensamientos racionales y preconcebidos.
Sus reservas de mente ya estaban por los suelos; incluso Allen y Hogni, quienes habían estado en la vanguardia, comenzaban a mostrar signos de agotamiento.
Lo que no sabían es que la invasora no se encontraba mucho mejor. Aunque su cuerpo se recuperaba con rapidez, gracias a uno de sus anillos, el mana que le quedaba estaba a punto de agotarse.
Ella no poseía clases mágicas, y el aumento estadístico bruto que las clases de guardabosques y arquera tenían sobre su mana era mínimo, lo que la ponía en una situación delicada.
Solo la clase de Arquera Mágica le proporcionaba suficiente sustento, lo cual sería más que adecuado en una situación normal, pero esta no era una batalla normal.
Estaba enfrentándose a una cantidad de oponentes mucho mayor que ella, y había tenido que usar mana tanto en sus flechas como en los objetos, lo que la había drenado hasta quedar casi vacía.
Si tuviera a alguien apoyándola, podría cambiar su táctica, luchando de manera más sencilla y confiando en su recuperación pasiva de MP lentamente durante la batalla. Pero, por el creador...
La mayoría de sus compañeros seguían enfrentando al que parecía ser el más fuerte de la ciudad, y su líder no intervendría a menos que todos ellos cayeran o alguien por encima del nivel 70 apareciera.
Ambos bandos tenían las manos atadas.
Debían acabar con el otro rápidamente.
Hogni se precipitó hacia adelante, balanceando su espada sobre su cabeza con una fuerza impresionante.
El corte fue detenido cuando la guardabosques usó su arco para desviarlo, pero la diferencia de fuerza quedó clara, ya que fue ella quien retrocedió enormemente tras el intercambio.
La había sorprendido. El elfo oscuro había luchado principalmente en la retaguardia, lanzando pocos ataques y cubriendo las aperturas de los rápidos movimientos de Allen, pero ahora había pasado a la ofensiva de manera demasiado dramática.
Un tenue brillo mágico lo rodeaba, producto de haber usado su Dainsleif para forzarse a sí mismo, cambiando su personalidad a una más adecuada para el combate. Eso, sumado a la presión que Allen generaba con sus rápidos ataques y el bombardeo constante, dejó a la guardabosques sin muchas opciones.
En ese momento, la guardabosques activó una magia que preferiría no haber usado.
Un gran círculo mágico se formó frente a ella, iluminándose con poder.
Sin desperdiciar la oportunidad, el dúo atacó con la intención total de acabar con la guardabosques. Pero antes de que siquiera pudieran tocarla, sus armas chocaron contra algo invisible, siendo repelidos por un fuerte golpe que los hizo retroceder a ambos.
La sensación fue inmediata: su nivel de poder caía rápidamente. Estaba pagando el precio por permitir que esa magia fuera invocada.
De repente, un chirrido resonó en el aire, inmovilizando a todos en su lugar.
Unas enormes garras rasparon el suelo, y los fuertes pasos de una criatura hicieron retumbar el terreno. Cuando sus enormes alas se expandieron, revelando su figura, todos se quedaron boquiabiertos, tragando saliva con asombro.
Era una combinación quimérica majestuosa.
Un cuerpo grande y fuerte, cubierto por plumas que brillaban con el resplandor del acero. La criatura, que nunca antes se había visto en la mazmorras, solo existía en leyendas recogidas en los antiguos registros de la era de los héroes.
Un verdadero grifo había aparecido ante ellos.
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